LA VERDAD
Un estudio de dos investigadores de la UMU revela las secuelas psicológicas que los terremotos dejaron en la población infantil
El 75% de los menores lorquinos presentaban síntomas de reexperimentación (pensamientos recurrentes, pesadillas y manifestaciones fisiológicas) un mes después de los terremotos de mayo de 2011. Un año más tarde, las cifras continuaban siendo elevadas en estos parámetros a pesar de un descenso de un 15%. Los datos han sido aportados a la Agencia SINC y publicados en la revista Gaceta Sanitaria por los dos expertos de la Universidad de Murcia Concepción López Soler y Juan José López García, investigadores y autores del estudio.
Los dos expertos de la UMU compararon la prevalencia del trastorno por estrés postraumático (TEPT) en la población menor de edad de Lorca en su fase aguda, un mes después de los terremotos, y en la crónica, un año más tarde. «El análisis indica que el 55% de los menores mostraban estrés postraumático al mes del terremoto, mientras que al año de prevalencia descendía al 40%», explica Concepción López Soler.
Los pequeños sufrían evitación de lo relacionado con la tragedia (alteraciones en la memoria, bloqueo emocional), en un 42%, un mes después de los seísmos, y un año más tarde la cifra se reducía casi a la mitad, un 24%. Otra de las aportaciones del estudio es que el 51% manifestaba hiperactivación (dificultades para conciliar el sueño, irritabilidad, problemas de concentración), cuando había pasado solo un mes desde la tragedia, y un año después el 38% seguía manifestando estas actitudes.
El estudio se realizó en los centros educativos del municcipio y la participación fue voluntaria de los escolares de 3º a 6º de Primaria. Al mes del terremoto se evaluó el trastorno por estrés postraumático en un total de 495 niños y de 374 al año. «Es importante resaltar que los menores más pequeños y las niñas son más sensibles a desarrollar esta sintomatología, lo que coincide con los resultados de otros estudios», afirma la investigadora murciana, quien señala como «grupo de especial riesgo» a las «las niñas de menos edad». Las reacciones postraumáticas, según explican los dos investigadores, tienden a disminuir con el tiempo. «Además, se han puesto en marcha tras el terremoto nuevos recursos en salud mental para atender a estas personas con estrés postraumático grave».
En el estudio también se destaca que entre los escolares más pequeños, el 54% de las chicas tenía síntomas de estrés postraumático frente al 39% de los chicos. La valoración se realizó con criterios del Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos Mentales (DSM-IV-TR), utilizando el cuestionario Child PTSD Symptom Scale (CPSS) que se desarrolló para valorar el estrés postraumático en menores después de un terremoto ocurrido en Northridge (Los Ángeles, EE UU) en 1994.
Los investigadores también se refieren a otros estudios similares realizados con motivo del terremoto de Turquía en 1999. Entonces, apuntan, la prevalencia de TEPT fue del 59%. Dieciocho meses después del de Cashemira (entre India y Pakistán), fue del 64,8% y diez meses después de la catástrofe de LÁquila (Italia) en 2009, fue superior al 60%. «Las catástrofes naturales provocan en la población sensación de pérdida de la seguridad personal y peligro para la supervivencia», afirma López Soler, quien apunta que en terremotos anteriores, la población afectada ha sido bastante variable.
Normalización del entorno
En comparación con otros estudios, la prevalencia del trastorno por estrés postraumático es algo inferior en Lorca, lo que, según los autores del estudio, se puede entender tanto por la menor intensidad del seísmo y sus consecuencias como por la rápida normalización del entorno.
La población infantil fue la que más rápido recibió ayuda psicológica. No había pasado ni un mes cuando la Consejería de Educación presentaba un 'kit' escolar para ayudar a 4.800 alumnos a superar lo ocurrido. En el programa, que abarcó 15 centros educativos, participaron un equipo de 43 profesionales, 26 del Colegio de Psicólogos y 18 del Equipo de Orientación Educativa y Psicopedagógica de Lorca y el Equipo de Convivencia Escolar, además de los profesores que se prestaron voluntariamente.
El 'kit' incluía una mochila con el cuento 'Érase una vez unos valientes', un cuaderno para dibujar (la 'libreta de los valientes'), lápices de colores, un set de plastilina y unas figuras que representaban a una familia para que los escolares pudiesen reflejar y reflexionar sobre la situación que habían vivido.
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