-
-
Artistas como Rusiñol, Sorolla o Falla cayeron hechizados por la magia de los jardines granadinos, pequeños paraísos que cuentan pedacitos de la historia de la provincia
Son muchos los rincones llenos de encanto que guarda Granada. La
historia de la ciudad y la desidia de sus gestores han hecho que mucho
de los tesoros que la capital nazarí tuvo se perdieran en el tiempo. Sin
embargo, algunos de ellos todavía se conservan. Son espacios mágicos,
como los jardines, que embelesaron a los artistas hasta el punto de
influir en sus obras. En este paseo recorremos algunos de esos rincones y
contamos esas pequeñas historias de amor que conservan aún.
El pintor granadino José Ruiz de Almodóvar y Ramón Pichot descubrieron al genio catalán uno de los verjeles más desconocidos y bellos de la provincia, los jardines del Palacio de Cuzco. Rusiñol alcanzó este rincón el 10 de marzo de 1898 y conviviría allí con Almodóvar durante un mes, tiempo suficiente para crear una de las series más famosas de su carrera, el ciclo de Víznar. Son cinco lienzos a través de los cuales el pintor catalán deja entrever una visión intimista del jardín como paraíso cargado de silencio, entregado al recuerdo histórico y en los que el autor consigue reflexionar sobre su propia experiencia personal.
Los reinos del agua que dibuja Rusiñol, conservados entre el Museo de Bellas Artes de Granada, el Cau Serrat y el Museo de Sitges, mantienen aún su noble. Este jardín, uno de los más desconocidos y más bellos de la provincia, se dispone tras la fachada oriental del Palacio del Cuzco de Víznar. Aparece cortado en cuatro partes rodeadas por setos de boj. En la intersección de sus paseos emerge la fuente que retratara el pintor catalán, un surtidor con dos tazas que da un aire íntimo al conjunto. Una doble balconada con frescos pintados completan la maravilla.
El pintor de la luz quedó fascinado por el legado de la Alhambra. Los palacios nazaríes y los jardines aparecen repetidamente en su obra. Son cuadros que huyen del celo romántico de otros autores y en los que el valenciano experimenta con el color de las estancias y el tratamiento de las diferentes atmósferas del monumento.
De entre todos los lugares dibujados por Sorolla, el Jardín de Daraxa es uno de los más bellos. El autor retrata de una forma soberbia este patio situado junto a las habitaciones de Carlos V. El lienzo es fiel a lo que se puede ver aún hoy. Levantado entre 1526 y 1538, el elemento más destacado de la construcción es la fuente de marmol que emerge en el centro. La taza, que procede del Patio del Cuarto Dorado, está decorada con un poema como ocurre en la famosa fuente de los Leones. El agua es el rey. Su murmullo fascina e invita a la reflexión, al encuentro. Cipreses, naranjos y acacias dan sombra a las islas de setos de boj que completan el conjunto, uno de los más bellos del complejo monumental.
Su tema Generalife, el segundo del disco grabado en 2005, recoge todos los sonidos de estos jardines y los auna con la letra de una coplilla medieval y el poema 'El agua ensimismada' de María Zambrano. La voz de Estrella Morente, que simula el piar de los pájaros, inicia la canción y describe a la perfección la atmósfera de este paraíso nazarí. A las aves se suma el agua, rumor que ocupa la canción y que es el verdadero rey de estos jardines. Los nazaríes construyen un edén propio en el que el agua emerge con un simbolismo casi divino que emana de la tradición islámica. Según el Corán, el mismo trono de Allah se encuentra en el agua durante la creación. A eso se suma su papel como reflejo del poder. Es la divinidad la que premia con agua para desarrollar vergeles y castiga con sequías que dibujan desiertos. Algo de este significado se ve en el tema morentino.
La grabación, de la que se hizo además un documental que estos días se puede contemplar el Centro de Documentación Musical de Andalucía, es un tesoro en el que el maestro Morente entona a través de su voz las raíces nazaríes del jardín. Es su garganta la que dibuja frutos iluminados por el sol granadino, los largos tallos que sostienen las rosas, los requiebros del agua que baja por los pasamanos del jardín. Sin duda, un trabajo monumental en la que se refleja el alma del Generalife. Cuenta una de las periodistas que estuvo presente en la grabación que el jardín embaucó a los artistas que colaboraron con el cantaor para la creación de este trabajo. "Todos quedaron flipados por el enclave. Desde Pat Metheny a Israel Galván, Blanca Li, Ute Lemper... Fue una grabación mágica y que tuvo momentos de una belleza insuperable. El baile de Galván y Li en el mirador que corona los jardines fue algo único".
Aunque se desconoce sus orígenes, el uso del agua y la disposición de árboles frutales y flores siguen los cánones de la tradición nazarí. La acequia central es el eje de todo el conjunto. A su alrededor se disponen las huertas, con plantas y árboles agrupados por colores y por tipología, entre las que destacan setos de mirto, alineaciones de cipreses y almendros en flor. Una casa, configurada alrededor de un patio con una alberca, completa el conjunto, un monumento que, al contrario que su hermano granadino, espera aún al genio que le cante.
Rusiñol y el jardín de Víznar
Santiago Rusiñol alcanzó Granada en los últimos días de 1897. El
artista, una de las figuras más importantes de la Renaixença catalana,
ponía pie en la capital nazarí por tercera vez mientras se recuperaba de
una necrosis renal que lo obligaba a tratarse con morfina. La ciudad
era para él consuelo. Aquí encontraba la paz del cuerpo mientras el
alma, embelesada por el verdor de los jardines nazaríes, aspiraba los
aromas que después poblaban sus pinturas. Si en otras ocasiones había
pasado temporadas recorriendo la Alhambra y el Generalife, en esta
ocasión su estancia se extendería más allá de los límites de la capital,
en Víznar. El pintor granadino José Ruiz de Almodóvar y Ramón Pichot descubrieron al genio catalán uno de los verjeles más desconocidos y bellos de la provincia, los jardines del Palacio de Cuzco. Rusiñol alcanzó este rincón el 10 de marzo de 1898 y conviviría allí con Almodóvar durante un mes, tiempo suficiente para crear una de las series más famosas de su carrera, el ciclo de Víznar. Son cinco lienzos a través de los cuales el pintor catalán deja entrever una visión intimista del jardín como paraíso cargado de silencio, entregado al recuerdo histórico y en los que el autor consigue reflexionar sobre su propia experiencia personal.
Los reinos del agua que dibuja Rusiñol, conservados entre el Museo de Bellas Artes de Granada, el Cau Serrat y el Museo de Sitges, mantienen aún su noble. Este jardín, uno de los más desconocidos y más bellos de la provincia, se dispone tras la fachada oriental del Palacio del Cuzco de Víznar. Aparece cortado en cuatro partes rodeadas por setos de boj. En la intersección de sus paseos emerge la fuente que retratara el pintor catalán, un surtidor con dos tazas que da un aire íntimo al conjunto. Una doble balconada con frescos pintados completan la maravilla.
Daraxa y la luz de Sorolla
Si los del Cuzco embaucaron el alma de Rusiñol, los jardines de
Daraxa enamoraron a Sorolla pocos años después. El valenciano visitó la
ciudad por primera vez en 1902. Aunque estuvo solo dos días, el pintor
quedó atrapado por el impresionante perfil de Sierra Nevada y el perfume
nazarí de la Alhambra. "No puedes imaginarte lo que siento que no
vinieras conmigo, sobre todo por Granada, la impresión de Sierra Nevada
es algo que no se olvida", escribiría a su esposa. El impacto se
repetiría en las tres siguientes ocasiones en que puso pie en la
capital, viajes que el artista realizó en los años 1909, 1910 y 1917 y
que le sirvieron para componer más de 40 obras con Granada como
escenario.El pintor de la luz quedó fascinado por el legado de la Alhambra. Los palacios nazaríes y los jardines aparecen repetidamente en su obra. Son cuadros que huyen del celo romántico de otros autores y en los que el valenciano experimenta con el color de las estancias y el tratamiento de las diferentes atmósferas del monumento.
De entre todos los lugares dibujados por Sorolla, el Jardín de Daraxa es uno de los más bellos. El autor retrata de una forma soberbia este patio situado junto a las habitaciones de Carlos V. El lienzo es fiel a lo que se puede ver aún hoy. Levantado entre 1526 y 1538, el elemento más destacado de la construcción es la fuente de marmol que emerge en el centro. La taza, que procede del Patio del Cuarto Dorado, está decorada con un poema como ocurre en la famosa fuente de los Leones. El agua es el rey. Su murmullo fascina e invita a la reflexión, al encuentro. Cipreses, naranjos y acacias dan sombra a las islas de setos de boj que completan el conjunto, uno de los más bellos del complejo monumental.
Morente sueña el Generalife
A pocos metros de Daraxa, el Generalife proclama la verdad de los
jardines musulmanes. Aquí la naturaleza se constituye de una manera
idealizada: fragantes rincones construidos por la mano del hombre en los
que brota por igual el fruto y la flor. Todos los viajeros románticos
cayeron bajo el influjo de este espacio tan magnífico, a los que se
sumaron los pinceles de Sorolla, Rusiñol y Guerrero o las partituras de
Falla y Barrios. Más reciente en el tiempo, es Enrique Morente y su
'Morente sueña la Alhambra' el que logra retratar a la perfección la
delicada perfección del jardín. Su tema Generalife, el segundo del disco grabado en 2005, recoge todos los sonidos de estos jardines y los auna con la letra de una coplilla medieval y el poema 'El agua ensimismada' de María Zambrano. La voz de Estrella Morente, que simula el piar de los pájaros, inicia la canción y describe a la perfección la atmósfera de este paraíso nazarí. A las aves se suma el agua, rumor que ocupa la canción y que es el verdadero rey de estos jardines. Los nazaríes construyen un edén propio en el que el agua emerge con un simbolismo casi divino que emana de la tradición islámica. Según el Corán, el mismo trono de Allah se encuentra en el agua durante la creación. A eso se suma su papel como reflejo del poder. Es la divinidad la que premia con agua para desarrollar vergeles y castiga con sequías que dibujan desiertos. Algo de este significado se ve en el tema morentino.
La grabación, de la que se hizo además un documental que estos días se puede contemplar el Centro de Documentación Musical de Andalucía, es un tesoro en el que el maestro Morente entona a través de su voz las raíces nazaríes del jardín. Es su garganta la que dibuja frutos iluminados por el sol granadino, los largos tallos que sostienen las rosas, los requiebros del agua que baja por los pasamanos del jardín. Sin duda, un trabajo monumental en la que se refleja el alma del Generalife. Cuenta una de las periodistas que estuvo presente en la grabación que el jardín embaucó a los artistas que colaboraron con el cantaor para la creación de este trabajo. "Todos quedaron flipados por el enclave. Desde Pat Metheny a Israel Galván, Blanca Li, Ute Lemper... Fue una grabación mágica y que tuvo momentos de una belleza insuperable. El baile de Galván y Li en el mirador que corona los jardines fue algo único".
Vélez de Benaudalla busca genio
Este paseo por los jardines más bellos de Granada finaliza en Velez
de Benaudalla. Esta localidad se hizo hace tan solo unos años con la
titularidad de unos jardines que beben de la tradición nazarí. Conocidos
como el Generalife chico, son unos completos desconocidos para muchos
granadinos, que apenas han descubierto los bellos rincones de sus
huertas y el sonido de sus albercas.Aunque se desconoce sus orígenes, el uso del agua y la disposición de árboles frutales y flores siguen los cánones de la tradición nazarí. La acequia central es el eje de todo el conjunto. A su alrededor se disponen las huertas, con plantas y árboles agrupados por colores y por tipología, entre las que destacan setos de mirto, alineaciones de cipreses y almendros en flor. Una casa, configurada alrededor de un patio con una alberca, completa el conjunto, un monumento que, al contrario que su hermano granadino, espera aún al genio que le cante.
Comentarios
Publicar un comentario