ESCUELA DE PADRES: EL PELIGRO DE LAS ETIQUETAS.
SALÚD
La conciliación
familiar no es nada fácil: compaginar las obligaciones, el trabajo, la
pareja, los hijos, la familia, los amigos, el ocio… es realmente
agotador. Como seres humanos limitados, a veces nos cuesta llevar a cabo
ciertas tareas. Criar a un hijo es uno de los proyectos más difíciles
en los que se puede embarcar una persona. Hasta los padres y madres más
cariñosos pueden llegar a reprochar, avergonzar, acusar, amenazar,
ridiculizar, etiquetar, castigar… Esto probablemente ocurra por
cansancio, por falta de autocontrol o por desconocimiento del poder que
tienen las palabras sobre los hijos. Sin embargo, los adultos, en
concreto los padres y madres, son figuras de autoridad para los niños y
llevan asociado un rol de “sabiduría”, por lo que el niño/a va
absorbiendo todo el conocimiento que ve de esas figuras de referencia, y
así construye poco a poco su particular modo de ver el mundo en función
de la información que interpreta.
Es necesario que los
padres aprendan a relacionarse y a comunicarse de una forma adecuada con
sus hijos, tanto a nivel verbal (palabras y mensaje que se transmite)
como a nivel no verbal (tono con el que se dice, gestos, mirada, postura
corporal…). Los niños no tienen toda la información ni toda la
experiencia que hemos absorbido los adultos a lo largo de nuestra vida,
y, a veces, es necesario experimentar las cosas en nuestras propias
carnes en lugar de aceptar sin cuestionar lo que nos dicen.
Uno de los aspectos fundamentales que han de tener claro los padres, y que además hay que transmitir al niño, es que él no es malo, sino que en ocasiones no se comporta de forma adecuada. Aunque parezca que apenas hay una gran diferencia, el hecho de poner una etiqueta negativa
al niño como “malo”, “desastre”, “inútil”, “desobediente” … afecta
sobre la autoestima de éste, y como ellos piensan que los adultos, en
concreto los padres, tienen la “verdad absoluta” por el mero hecho de
ser padres, acabará autoaceptando su papel de malo, desastre, inútil o
desobediente. Las expectativas, tanto positivas como negativas, afectan a
nuestro futuro comportamiento.
Por otro lado, tampoco es adecuado estar administrando constantemente etiquetas positivas,
ya que puede condicionar al niño en sus actividades, y lo más probable
es que acabe haciendo las cosas únicamente para obtener la aprobación de
los demás. Esto no significa que no se le pueda administrar a nuestros
hijos etiquetas positivas de vez en cuando, pero hay saber cuándo
hacerlas. Si les decimos que están guapos/as cuando están haciendo
determinadas cosas que se asocian al mundo de la belleza o moda (como
maquillarse, peinarse, disfrazarse…), lo más probable es que acabe
repitiendo ese tipo de comportamientos porque busque parecer guapo/a a
los demás. Tampoco sería positivo que un/a niño/a reciba únicamente
mensajes de “¡qué orgulloso estoy de ti!” cuando saca buenas notas, ya
que acaba interiorizando que su valor personal depende de su éxito
académico. Es importante fomentar la autoestima del niño mostrándole
amor incondicional, celebrando sus éxitos y apoyándole en sus
dificultades (estableciendo, por supuesto, límites saludables).
Eliminar las etiquetas
no es sencillo: las administramos por inercia. Sin embargo, podemos
trabajar por reducirlas de nuestro lenguaje. Es importante que el
ambiente del niño sea estimulante y que se le promueva a realizar
actividades por el mero hecho de disfrutarlas. Además, es vital fomentar
su autonomía, autoestima y autorreconocimiento. Si nuestro hijo viene
con un dibujo y nos pregunta si nos gusta, en lugar de decir el típico
“qué bonito” podemos describirlo (“veo que has pintado un coche rojo”) y
fomentar su propio criterio “lo importante es que tú estés satisfecho
con lo que has hecho. ¿Te gusta tu dibujo?”.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es la comprensión y la
empatía: es fundamental intentar entender lo que siente el niño,
comprender su frustración y apoyarle en los errores que cometa,
haciéndole ver que es algo natural y que de cada errata puede obtener
información para lograr un nuevo aprendizaje. Fomentando la confianza,
aceptación y comprensión del niño desde su infancia, asentaremos las
bases para una relación sana para los problemas que surjan a lo largo de
la vida de nuestro hijo, tanto en la adolescencia como en la adultez.
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