La Comarca de El Valle de Lecrin es una de las más atractivas y emblemáticas de la provincia.
Situada al sur de Granada, su clima suave y las numerosas corrientes de agua que la surcan la han convertido en un vergel donde la vegetación crece exuberante por ladeeras y llanuras.
En sus fértiles tierras de vega comparten espacio al naranjo y el limonero junto a los centenauros olivos y en las zonas altas de los secanos paduleños es el viñedo el que lo disputa a los cereales.
Todos los núcleos de población de El Valle pequeños y recogidos en su mayoría, conservan como la más precida de la herencias, las costumbres y tradiciones de su pasado nazarí matealizadas, en unos casos, en construcciones que han sobrevivido al paso de los años y, en otros, en la cultura gastronómica y respotera y en la manera de cumplir con determinadas prácticas como puede ser el cultivo de la tierra los árabes o los sistema de regadio que sigue siendo los mismos.
Cuenta las crónicas que Pedro Antonio de Alarcón al pasar por El Valle de lecrin camino de la Alpujarra, se sintió subyugado.
Nunca podría imaginar que tras atravesar el suspiro de Moro a Padul, iba a encontrar aquel mar de mieses mecidas por el viento junto a una laguna que, en épocas remotas llegó a alcanzar hasta cinco kilómetros de extensión.
Alarcón viajero de paso, no llegó a conocer El Valle de Alegría en toda su intensidad, no pudo extrasiarse con el embrujo de los pequeños pueblos de calles estrechas en las que se entreve la intimidad a través de la celosia de las ventanas.
Solo vio temidamente el entorno exterior. No llegó a paladar el hondo sabor morisco. Y sin embargo se enamoró. Ello fue posible porque el Valle ha ejercido, desde siempre, un irresistible atractivo.-
Situada al sur de Granada, su clima suave y las numerosas corrientes de agua que la surcan la han convertido en un vergel donde la vegetación crece exuberante por ladeeras y llanuras.
En sus fértiles tierras de vega comparten espacio al naranjo y el limonero junto a los centenauros olivos y en las zonas altas de los secanos paduleños es el viñedo el que lo disputa a los cereales.
Todos los núcleos de población de El Valle pequeños y recogidos en su mayoría, conservan como la más precida de la herencias, las costumbres y tradiciones de su pasado nazarí matealizadas, en unos casos, en construcciones que han sobrevivido al paso de los años y, en otros, en la cultura gastronómica y respotera y en la manera de cumplir con determinadas prácticas como puede ser el cultivo de la tierra los árabes o los sistema de regadio que sigue siendo los mismos.
Cuenta las crónicas que Pedro Antonio de Alarcón al pasar por El Valle de lecrin camino de la Alpujarra, se sintió subyugado.
Nunca podría imaginar que tras atravesar el suspiro de Moro a Padul, iba a encontrar aquel mar de mieses mecidas por el viento junto a una laguna que, en épocas remotas llegó a alcanzar hasta cinco kilómetros de extensión.
Alarcón viajero de paso, no llegó a conocer El Valle de Alegría en toda su intensidad, no pudo extrasiarse con el embrujo de los pequeños pueblos de calles estrechas en las que se entreve la intimidad a través de la celosia de las ventanas.
Solo vio temidamente el entorno exterior. No llegó a paladar el hondo sabor morisco. Y sin embargo se enamoró. Ello fue posible porque el Valle ha ejercido, desde siempre, un irresistible atractivo.-
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