Mientras el interior de la provincia de Huelva, Andalucía y Extremadura sufre temperaturas extremas, la costa de Huelva se convierte en refugio ideal para miles de visitantes que buscan sombra, mar, sardinas y tranquilidad
Un pueblo de Huelva registra la temperatura más alta del mes de julio en España: 43,3 ºC
Agosto castiga con fuerza tierra adentro. Sevilla, Córdoba, Badajoz y buena parte del interior de la provincia de Huelva viven estos días bajo un sol inclemente que no da tregua. Pero en la costa de Huelva, la historia es otra. La Antilla e Islantilla se han convertido en el refugio natural del sur, ese oasis donde la brisa atlántica pone orden y frescura, y donde el verano se vive de otra manera: a pie de playa…, con los pies en la arena y la mirada en el mar.
Aquí no hay prisa. O sí, pero solo para conseguir un buen sitio a la orilla del mar. Porque el primer gran reto del día es plantar la sombrilla antes de que no quede hueco entre toallas, sillas de playa, flotadores y neveras. A partir de ahí, todo fluye. Las familias se instalan como si fueran a pasar la semana entera. Las neveras rebosan hielo, fruta, refrescos y bocatas. El bronceador circula de mano en mano. Y los más pequeños -con cubo y pala- se lanzan a conquistar las olas.
La marea humana llega desde todos los rincones. Desde el interior de Huelva, donde el calor aprieta con saña; desde Sevilla, buscando alivio; o desde Córdoba o Badajoz, huyendo de temperaturas imposibles. Y todos encuentran aquí una playa viva, acogedora y segura, gracias a la constante presencia de los vigilantes, socorristas y miembros de Protección Civil, que velan cada día por la tranquilidad de miles de bañistas.
La Antilla, además, ha sabido sumar arte y simbolismo al paseo marítimo. Aquí conviven parte de la barandilla de la Playa de La Concha de San Sebastián, la réplica de una Menina que observa la arena como si estuviera en pleno museo al aire libre, y una escultura que homenajea a la regadora de los patios de Córdoba, como guiño a la diversidad cultural del sur.
Por la tarde, cuando el calor se suaviza y la luz se vuelve dorada, comienza otra jornada bien distinta, pero complementaria: la agenda cultural y deportiva que ofrecen el Ayuntamiento de Lepe y la Mancomunidad de Islantilla -integrada por Lepe e Isla Cristina-. Hay conciertos, cine de verano, competiciones, talleres infantiles, exposiciones y actividades para todos los gustos y edades. Aquí, el aburrimiento no tiene sitio.
Y si hablamos de sabor, las estrellas son claras: la sardina, que reina en los chiringuitos; las tapas bien servidas; los arroces que huelen a gloria; y, cómo no, los vendedores ambulantes, parte inseparable del verano. Con su ritmo incansable y sus gritos inconfundibles, ofrecen de todo: boliñas recién hechas, camarones frescos, bisutería, sombreros, pareos y, sobre todo, esa cerveza helada o refresco salvador que llega justo cuando más se necesita. Son los héroes anónimos cuando el calor más aprieta.
El Centro Comercial de Islantilla, por su parte, está a rebosar. Allí se refugian quienes buscan un rato de compras, un helado en familia o simplemente escapar un poco del sol sin renunciar al ambiente veraniego.
Y para los más activos, el mar es un campo de juego perfecto. Pádel surf, vela, kayak, windsurf o surf: el Océano Atlántico es escenario para todos los niveles, desde los más valientes hasta los que solo quieren flotar y dejarse llevar.
Y si alguien aún duda de por qué medio sur de España está volcando su verano aquí, basta con mirar las previsiones meteorológicas para los próximos días: en Córdoba y Badajoz los termómetros rozan los 41 grados, con avisos naranjas activos por calor extremo; Sevilla se mantiene en torno a los 39-40 grados, con mínimas sofocantes que no bajan de los 20 °C. Mientras tanto, en la costa de Huelva, las máximas estos días se suavizan entre los 31 y 33 grados, y por la noche refresca lo suficiente como para poder dormir y descansar.
Así son los días más álgidos del verano en las playas onubenses de La Antilla e Islantilla. Un verano vivido intensamente, entre chapuzones, sardinas, sombrillas y boliñas. Un lugar donde el calor no reina, la gente sonríe, y el Atlántico lo equilibra todo.
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