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UNA TIERRA QUE NOS LO HA DADO  HOY EXTREMADURA.

  • La Siberia anegó sus mejores campos para regar Extremadura y al cerrar Valdecaballeros, perdió su fuente de empleo


Carreteras como esta en Puerto Peña acercan la historia y el presente de La SiberiaEn el pantano del Cijara, hay una isla famosa porque en ella merendaron una vez cuatro gobernadores civiles y cada uno se sentó en su provincia. Este islote, que, según la tradición, pertenece a Ciudad Real, Cáceres, Toledo y Badajoz, simboliza la historia de La Siberia, un territorio cambiante, fronterizo y apartado, que hoy pertenecía a un noble catalán y mañana a un obispo toledano, una comarca tan singular que fue, con Levante, Madrid y La Mancha, el último bastión de la República durante la Guerra Civil y hoy es el último reducto de aquellas lacerantes divisiones de Extremadura en el ámbito militar, judicial o universitario pues, salvo Sancti Spiritus, Risco y Esparragosa de Lares, los otros 14 municipios pertenecen aún a la diócesis de Trabajo.
Presa del Pantano del Cíjara
Hasta la Edad Media, La Siberia nos muestra su pasado ganadero, guerrero y cazador en los restos de castros celtas, prerromanos y romanos como los de El Hornillo, Puerto Peña, La Cimurga, Peloche o Cerro de la Barca; en pinturas rupestres halladas en Talarrubias y la sierra de Peloche y en villas y estelas tartésicas encontradas en Ruidero (Siruela). El sistema administrativo romano controló el territorio, dependiente de núcleos urbanos situados fuera de la actual Siberia, en las inmediaciones de Navalvillar y Capilla, y la invasión árabe provocó que la comarca dependiera del reino moro de Toledo, con lo que La Siberia empezó a tener vida independiente del resto de Extremadura, dependiente del reino taifa de Badajoz.
Será a partir de 1212, fecha de la gran victoria cristiana de Las Navas de Tolosa, cuando la comarca de Los Montes, hoy La Siberia, comience a articularse como espacio con personalidad propia. Hacia 1215, don Rodrigo, arzobispo de Toledo, consigue la posesión de un extenso territorio al norte y al sur de los Montes de Toledo. Entre sus nuevas posesiones está el castillo de Peña Alcocer, alrededor del cual se tejerá durante la Edad Media la historia de La Siberia.
Repasando la historia de Puebla de Alcocer, capital histórica de La Siberia, parece como si hubieran jugado con la localidad y la comarca al Monopoly. Porque el arzobispo Rodrigo se la vende al rey, Fernando III se la revende a Toledo, pasa después a las manos catalanas de Bernat, vizconde de Cabrera, en pago a su ayuda naval a Castilla en la reconquista de Algeciras, vuelve a ser toledana y, en 1441, convertida ya en villa, es entregada al maestre de la Orden de Alcántara para, a su muerte, volver en parte a Toledo. La dependencia histórica toledana, que se mantiene aún en lo eclesiástico, es la razón de que, en muchos mapas, La Siberia apareciera como parte de Castilla la Nueva y no de Extremadura.
Arco en el casco antiguo de Puebla de Alcocer / ESPERANZA RUBIO
En la época medieval, la despoblación de estas tierras ya era una preocupación. Por esta causa, los impuestos en Puebla de Alcocer y su territorio serán bajísimos y pronto se establecen dos ferias anuales. Desde Puebla, se repoblará la comarca y así van naciendo los núcleos de Siruela, Garbayuela, Peloche, Talarrubias, Casas de Don Pedro o Herrera. A mediados del siglo XIV, La Siberia vive un periodo de auge demográfico y en 1591 ya tenía tantos habitantes en los 17 pueblos como actualmente: en torno a 20.000.
Cuando se viaja a La Siberia, la visita a Puebla de Alcocer es imprescindible. Desde lo alto de su castillo, se vislumbra, a vista de pájaro o a ojo de dron, toda la comarca y paseando por sus calles, se entiende la importancia de la villa durante la Edad Media y su carácter de faro, capital y centro de repoblación del entorno. Ese paseo por la historia nos llevará del castillo a la iglesia de Santiago de origen mudéjar y fachada plateresca de granito, al convento herreriano de San Francisco, que fue lugar de noviciado franciscano hasta su traslado a Guadalupe, y, ya en la parte baja del pueblo, a las ruinas de otro convento, el de la Visitación, del siglo XVI, famoso por sus dos leyendas: una dice que la Virgen se le apareció al párroco de Talarrubias sobre un peral y le encargó su construcción; la otra le hubiera gustado a Bécquer, es la de la monja sudorosa, una sor del convento que falleció, estuvo sudando tres días ya muerta y, al sacar sus restos años después, tenía una cruz marcada en el cráneo.
Las leyendas nos entretienen, pero la historia no se detiene. Al dividirse España en provincias en 1833, La Siberia pasa a formar parte de la de Badajoz y se establecen dos partidos judiciales en la comarca: uno en Herrera del Duque y otro en Puebla de Alcocer. En 1931, en el partido judicial de Herrera del Duque, al que pertenecía Castilblanco, la edad media a la que los niños se incorporaban a las tareas agrícolas era de menos de diez años. Faltaban escuelas, sobraban tabernas y, en toda la provincia de Badajoz, solo había 16 casinos con una pequeña biblioteca. El 31 de diciembre de ese año tienen lugar los graves sucesos de Castilblanco.
Los braceros sin trabajo de Castilblanco habían realizado una manifestación. Cuando acabó, el alcalde, presionado por algunos terratenientes, mandó salir a la Guardia Civil. Hubo un forcejeo con una mujer, un campesino se interpuso, un guardia mató de un disparo al bracero y se produjo la matanza de los cuatro guardias civiles del puesto. Fueron detenidos por el ejército 50 hombres y seis mujeres.
Nos guían en Castilblanco hasta la casa que era cuartel de la Guardia Civil en 1931. Es una humilde vivienda que aún se conserva. Después nos llevan a la Avenida de la Constitución, donde murió el jornalero y sucedió la matanza de los guardias. El episodio se mantiene vivo en la memoria de muchos vecinos.
Durante toda la Guerra Civil, La Siberia fue territorio republicano hasta que, a finales de marzo de 1939, las tropas de Franco toman la comarca. En este punto vuelve a aparecer Puebla de Alcocer, convertida durante siete meses, desde el 13 de agosto del 38 hasta finales de marzo del 39, en capital de la Extremadura republicana tras caer Castuera y Cabeza del Buey. Precisamente este 2016, 80 aniversario del golpe del 36, se va a instalar en la Casa de Cultura de Puebla de Alcocer la reproducción a tamaño real del Guernica de Picasso, pintada a mano en azulejería por el artista de Alconchel Ángel Vicente Pérez.
El convento de la Visitación de Puebla fue desmantelado al principio de la Guerra Civil y sufrieron destrozos e incendios iglesias de Valdecaballeros y Talarrubias. Este último pueblo es uno de los lugares que hay que visitar para conocer la historia de La Siberia a partir de sus joyas monumentales. En su plaza, destacan la Iglesia de Santa Catalina (XVI-XVII) de estilo gótico, mudéjar y renacentista y la ermita de la Virgen del Carmen. Siruela es otro hito importante en un recorrido histórico. Su plaza es un lugar especial y no debemos dejar de visitar la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua (siglo XIII), el convento de las monjas Clarisas (siglo XVI), el hospital de San Francisco o el palacio de los Condes.
Acabada la Guerra Civil, el siguiente episodio trascendente en la historia de La Siberia es la construcción de los cinco pantanos, que ocupan más del 10% de su territorio. El primero fue el del Cíjara, acabado en 1956. Orellana se termina en 1961, García Sola, en 1963 y Zújar, en 1964. El último, el de La Serena, se inauguró en 1990. Entre los cinco, embalsan 6.580 hectómetros cúbicos de agua (solo las regiones de Andalucía y Castilla y León embalsan más agua que La Siberia).
Presa del Pantano del Cíjara / E.R.
Es un agua solidaria que riega los campos de Extremadura, pero solo cinco hectáreas de La Siberia. Los embalses anegaron las mejores tierras de la comarca y provocaron que en Puebla de Alcocer emigraran de golpe 650 jóvenes a pueblos de colonización como Entrerríos, Torrefresneda, Zurbarán o Hernán Cortés. Fue una terrible sangría que no solo dejó el pueblo sin juventud, sino que, al perder tanta población, el 1 de noviembre de 1965, el Gobierno le quitó a Puebla la cabeza de partido, el juzgado de primera instancia, el juez y algunos servicios. Por quitarle, hasta le quitaron la colección completa del diccionario enciclopédico Espasa.
«El embalse del Cíjara nos encorsetó», sentencia Juan Antonio Bermejo, estudioso de la historia de Helechosa de los Montes. A continuación, explica su aseveración: «Cuando se acaba el pantano en 1956, las familias se marchan a Valdelacalzada o a Guadiana del Caudillo. El embalse cambió el modo de vida. En 1950, Helechosa tenía 3.500 habitantes y hoy somos 716». En 1960, en La Siberia estaban censadas 50.000 personas. El censo de 2015 fija la población en 20.525 habitantes, casi un 60% menos.
Los monumentos interesantes, testigos de la historia de La Siberia, se suceden. En Herrera del Duque, la plaza principal tiene mucho encanto y otras joyas son la iglesia de San Juan Bautista del siglo XV, con su retablo renacentista y custodia de plata, el convento de San Jerónimo (XVI), la ermita de la Consolación (XV) y, naturalmente, su castillo de origen árabe. En Casas de Don Pedro, está la iglesia parroquial de San Pedro y en Fuenlabrada de los Montes nos detendremos en la iglesia de la Asunción con su retablo de Juan de Holanda y Diego Aguilar, su rollo o ‘Pingote’ (XIII) y, al lado, la ermita de Santa Ana. Y no podemos dejar de visitar la iglesia de la Magdalena (XVI) y el Puente de la Mesta en Villarta de los Montes ni la iglesia parroquial de San Miguel (XV) de estilo mudéjar y el balneario de Valdefernando en Valdecaballeros.
Un vecino señala el cuartel de la Guardia Civil de Castilblanco en 1931


Precisamente Valdecaballeros protagonizó el último episodio histórico de lucha colectiva de los extremeños. Fue la batalla dada para desmantelar su central nuclear. Valdecaballeros perdió empleo y el 80% de la población que tenía cuando se levantaba la central. Se sacrificó por Extremadura al igual que La Siberia entera se había sacrificado con los pantanos en los 60. Ya es hora de que la región responda a esa solidaridad. Una buena manera es acercarse a conocer la comarca y percatarse de que con sus paisajes, su historia y su hospitalidad, La Siberia nos vuelve a entregar mucho más de lo que nosotros podamos darle.

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