De Nerja a Manilva, el litoral de la provincia se llena de actividades con los júas y los baños como protagonistas
Así se vive la Noche de San Juan en la playa de la Malagueta de Málaga, en fotos
Málaga/Las playas del Mediterráneo volvieron a teñirse de magia y misticismo. Como cada 23 de junio, el litoral de la provincia de Málaga reunió a grupos de amigos, familias, parejas y curiosos para quemar lo malo y dar la bienvenida a lo nuevo. Una de las noches más ilusionantes del año, junto con la de Reyes, heredera de antiguas celebraciones solares que rendían culto al solsticio de verano, cuando el Sol se negaba —según las leyendas— a abandonar la Tierra por amor.
Con la llegada del cristianismo, la festividad adoptó el rostro de San Juan Bautista, pero el fuego siguió ardiendo, con su carga de renovación y protección. Miles de años después, los niños jugaban en la arena, los adolescentes aprovechaban para ponerse al día, bromear y cantar. Un grupo de amigos en la Playa de San Francisco de Fuengirola escuchaba el último disco de Rels B, “perfecto para empezar el verano”. “Menudo timing”, dijo uno de ellos al escuchar en una de las canciones que el cantante nombra la noche de San Juan.
Otros empezaban a cenar pronto. Pizzas, filetes empanados, ensalada de pasta... Cervezas, refrescos y botellas de agua pasaban de unos a otros. También compartían recuerdos. Pocos hablaban de política o, al menos, lo intentaban, porque era una “noche mágica en la que se viene a disfrutar”. La tradición se mantenía viva entre risas mientras el murmullo del mar completaba el cuadro con su vaivén de las olas.
Pero este año, la celebración tuvo un matiz distinto en algunas zonas: el Ayuntamiento de Fuengirola, por ejemplo, había alertado desde la misma mañana una predicción meteorológica desfavorable, con marejada prevista para la tarde y la noche. La bandera roja ondeaba en todos los puestos de socorrismo, recordando a los asistentes que el baño estaba completamente prohibido. El aviso no era solo una advertencia por las sanciones, sino un peligro real para la vida. No todos atendieron la advertencia, y la jornada comenzó con el rescate de dos miembros de una familia noruega con signos de ahogamiento.
A la medianoche, el tradicional castillo de fuegos artificiales iluminó el cielo oscuro tiñendo de colores la noche más corta del año. Niños en brazos, parejas de la mano, abrazos entre amigos: todos compartían el asombro con los rostros iluminados. Mientras las chispas caían como estrellas vencidas sobre el mar, el tiempo parecía haberse detenido. Solo importaba ese instante compartido con centenares de desconocidos bajo un cielo que también parecía celebrar.
Con el final de los fuegos artificiales, la playa fue quedándose poco a poco en silencio. La gente recogía sus cosas y empezaba el camino de vuelta a casa, algunos aún con arena en los pies, mojados, al acercarse a la orilla. Otros, sin embargo, empezaban la fiesta. Una noche más de San Juan que se despidió tranquila, con el verano dando sus primeros pasos. Una noche que se deshace de las malas energías y que da el pistoletazo de salida a grandes recuerdos.
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