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EL MEDITERRÁNEO MAS AMENAZADO IDEAL.ES

Fuerte oleaje provocado por el temporal en la zona de La Caleta, en Salobreña.
Fuerte oleaje provocado por el temporal en la zona de La Caleta, en Salobreña.
  • Los efectos del cambio climático ya han ocasionado mortandades masivas o puesto en peligro a numerosas especies, han disminuido las borrascas, disparado la salinidad, incrementado el nivel del mar y la temperatura del agua

Ya no hay que esperar. Los efectos del cambio climático están ahí. Son visibles para todo el que lo quiera ver. El calentamiento global está incorporado a la vida cotidiana en muchos lugares y el Mediterráneo, que baña a Granada, no es una excepción. En el antiguo Mare Nostrum se han detectado fenómenos claramente identificables. La mortandad de algunas especies, el incremento del nivel del mar, la disminución de las borrascas o de la capacidad de absorción de CO2, el aumento de la salinidad y de la temperatura del mar se han intensificado en los últimos años. De hecho son sólo algunas de las consecuencias que se empiezan a apreciar y que en el caso de que no se pongan medidas correctoras irán en clara progresión. Al menos esa es la opinión de los expertos.

Un informe realizado en el marco del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático impulsado por el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente pone de relieve los efectos que se ya se perciben y proyecta posibles escenarios a los que se tendrá que enfrentar el Mediterráneo en un futuro no muy lejano.
El informe realizado por Diego K. Kersting recoge numerosas anomalías respecto al comportamiento del mar en las costas españolas y su afección en las especies de fauna y flora durante los últimos años. Una de las primeras observaciones de Kersting es que la temperatura superficial del Mediterráneo se está incrementando a un ritmo entre 0,2º y 0,7ºC cada década. Al mismo tiempo, también se ha comprobado el aumento de la salinidad del mar. En el litoral granadino, la temperatura anual es de 18 grados, si bien en verano la superficial alcanza los 21.
La causa puede no ser única. Las hipótesis que maneja el estudio para explicar el fenómeno son diversas. En el documento se apunta la posibilidad de que la reducción de aportes de agua dulce de las cuencas mediterráneas al mar (por los pantanos y la escasez de lluvias) haya tenido su incidencia aunque también se puede haber debido a la reducción de las precipitaciones medias sobre el mar.
Por otro lado, el documento recoge el anómalo incremento del nivel del mar, que crece entre 2 y 10 milímetros al año. El aumento de la cantidad de la masa de agua, además de su calentamiento, podrían ser responsables de la aceleración de este fenómeno en el Mediterráneo.
Los últimos estudios, según destaca el informe de Kersting, sugieren, por otra parte, una disminución de la altura de las olas (-0,08 cm al año) que estaría producida fundamentalmente por el menor oleaje durante el invierno. Los expertos consideran que la disminución de los grandes temporales en esta zona será la tónica general en los próximos años.
«El sistema climático cambió de manera natural a lo largo de la historia de la Tierra, observándose un enfriamiento progresivo durante los últimos 2.000 años; sin embargo, desde la época industrial el incremento de temperatura es evidente y seguramente la biota marina se vea influenciada», comenta Marta Rodrigo Gámiz, investigadora del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra especializada en geociencias marinas en la costa andaluza.
Según las investigaciones que realiza utilizando testigos de sedimento marino que registran cambios climáticos pasados, indica, «durante los últimos 20.000 años en la costa andaluza se han producido variaciones climáticas de carácter cíclico en la escala de los miles de años que ayudan a conocer el comportamiento del sistema climático actual y a predecir los cambios futuros».
Mortandades masivas
Existe práctica unanimidad entre los expertos de que durante los últimos años se están produciendo mortalidades masivas que afectan a diversas especies, especialmente a las comunidades bentónicas (básicamente arrecifes de coral). La primera mortandad de gran alcance se detectó en 1999. En el verano de 2003, posiblemente el más caluroso de Europa desde 1500, un episodio de mortandad masiva afectó a especies de invertebrados bentónicos como cnidarios, esponjas y briozoos. Los estudiosos señalan que la mortandad no se limita a la duración del episodio sino que puede prolongarse en el tiempo.
Estos episodios de una elevada mortandad suelen coincidir con veranos anormalmente calurosos o en los que la gran estabilidad de la columna de agua facilita que la anomalía térmica alcance aguas más profundas. En el caso de la Costa Tropical, entre los años 2008 y 2010, se detectó una mortandad y elevado deterioro de esponjas, estrellas y erizos de mar debido a temperaturas muy altas que alcanzaron hasta los 28 grados del agua en superficie. «Estos picos de temperatura, ocasionados por un gran número de días con vientos de levante que traen agua superficial caliente hacia la costa, son hechos puntuales y no es demostrable científicamente al 100% que sean debidos al cambio climático; el año pasado también ocurrió algo parecido pero no tan intenso», asegura Luis Sánchez-Tocino, profesor del Departamento de Zoología de la Universidad de Granada.
Estas mortandades tienen su impacto económico sobre diferentes actividades. Por ejemplo, las comunidades submarinas tienen un gran atractivo para el turismo de buceo y la desaparición de éstas y de las especies que las componen podría tener graves consecuencias, al disminuir el número de buceadores visitantes. «Un problema es que con el agua caliente algunos animales sufren enfermedades, por lo que si a la mortandad se añade la elevada presión de los diferentes tipos de pesca, los vertidos del turismo, la regeneración de playas... no dejamos que se recuperen, lo que les afecta más que el propio cambio climático, que es un proceso a más largo plazo», apunta.
La conclusión, según el estudio, es clara. El calentamiento del agua está afectando a especies que son clave en algunos de los hábitats más emblemáticos y frágiles del Mediterráneo; el coralígeno, y en algunas zonas, las praderas de fanerógamas. Por otro lado, algunas especies de cetáceos también se han visto afectadas por mortandades que podrían tener cierta relación con el cambio climático. Es el caso de la sufrida por el delfín listado en las costas españolas entre 1990 y 1992 producida por una infección vírica causada posiblemente por un invierno anormalmente cálido.
El calentamiento en el Mediterráneo, tal y como resalta el estudio, podría llevar a la homogeneización de la flora y fauna en este mar, un fenómeno asociado mayoritariamente a la expansión de especies adaptadas a las aguas más cálidas.
Especies alóctonas
El calentamiento de las aguas puede estar favoreciendo el establecimiento y desarrollo de algunas especies invasoras en el Mediterráneo. Es el caso de algunas algas introducidas, entre ellas el alga roja, de origen tropical original del Índico que ha llegado a través del Canal de Suez y está modificando el paisaje submarino. En el litoral granadino, dos algas del género 'Asparagopsis', oriundas de Nueva Zelanda, llevan años desplazando a las especies locales como la 'Halopteris'. Otras especies, como el pez corneta (del Índico), el pez cirujano (de la zona de Canarias y Senegal), así como especies de esponjas y medusas exóticas también se están asentando en la costa. Todo parece indicar que un incremento de la temperatura no sólo parece favorecer las tasas de crecimiento de estas especies sino que también podría ampliar la temporada anual de crecimiento y dispersión.
El cambio climático tiene efectos directos sobre el metabolismo de la comunidad planctónica, ya que el aumento de la temperatura acelera las tasa de respiración en mayor medida que las fotosintéticas y favorece la producción de C02. La aparición de microalgas tóxicas del genero 'Ostreopsis' todavía no ha sido relacionada claramente con el cambio climático, pero sus efectos ecológicos y sobre las salud de las personas obligan a tenerlas en cuenta.
La gran proliferación de medusas aparecidas en los últimos años ha hecho saltar todas las alarmas. Se considera que la aparición de alguna de estas especies marinas, en particular la 'pelagia nocticula', se debe tanto a factores antropogénicos directos (como la sobrepesca, disminución de poblaciones de tortugas marinas o incremento de vertidos al mar) como indirectos y climáticos relacionados con el calentamiento de las aguas. «Con el aumento de las temperaturas y nutrientes, se incrementa también el fitoplancton y con ello el zooplancton, favoreciendo el crecimiento de medusas que se alimentan de ellos», resalta Javier Alba-Tercedor, catedrático de Zoología de la UGR sobre estos invertebrados vinculados con años muy secos y que en este no 'castigan' mucho la costa granadina. No obstante, debe tenerse en cuenta que existen casos de presencia anormal de medusas claramente influenciadas por condiciones meteorológicas y oceanográficas puntuales y no por tendencias climáticas, como la temida carabela portuguesa.
Calentamiento sin freno
Las proyecciones realizadas por los expertos señalan que en un escenario marcado por altas emisiones de CO2, la temperatura superficial media del mar entorno a la península subiría entre 2,5º y 3ºC durante el siglo XXI. El incremento podría ser menor al situarse durante la primavera (2,3ºC) mientras que la cifras serían mucho más altas en verano y otoño (hasta 2,9ºC). «En Granada, si comparamos la situación actual con los últimos 20 años, medimos los ríos de Sierra Nevada que nutren al mar y comprobamos que la temperatura aumentó de media casi dos grados, un fenómeno que ocurre en otras partes del globo al aumentar la temperatura del aire», explica Alba-Tercedor.
Según las estimaciones, otra de las consecuencias del cambio climático será el aumento de la salinidad del agua del mar en los primeros 10 metros. De esta forma el mar entraría en un estado de no equilibrio con un incremento continuado de estas variables que se prolongaría más allá del siglo XXI. Se supone, además, que el aumento de las temperaturas dará paso a más olas de calor (tres cada cuatro años) y para 2100 el mar habrá subido entre 40 y 60 centímetros su nivel con respecto a ahora.
No son las únicas consecuencias. Se prevé una disminución de las olas, más acusada en invierno, y de las marejadas ciclónicas positivas. El calentamiento forzará una disminución de los ciclones, sobre todo en el invierno. Todo apunta a que disminuirá la célula media del fitoplancton, que interferirá en la capacidad de las aguas superficiales para transferir materia orgánica a aguas profundas. Ante ello, las praderas de posidonias reducirán sus densidades lo que, según autores, llevará a su desaparición funcional a mediados del siglo próximo.
Asimismo, la acidificación del mar tendrá una gran influencia sobre las comunidades de corales, ya que aumentará la disolución de las estructuras calcáreas. Las condiciones previstas podrán tener también su efecto sobre algunas especies de gran interés comercial. Las ballenas verán como se reduce su principal alimento, el krill, que no podrá emigrar al norte condicionando al gran animal.
El calentamiento del agua puede provocar también problemas de salud humana por la expansión de dinoflagelados que potencian la cigüatera. En definitiva, estas son las consecuencias de un asunto global que atañe a todo el mundo y, por supuesto, a Granada y su litoral.

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