EL CASCO ANTIGUO QUE AVERGÜENZA HOY EXTREMADURA
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Fuera del circuito administrativo, comercial y turístico, el centro histórico agoniza
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Unos 80 vecinos recogen firmas para pedir más vigilancia, limpieza e iluminación de las calles y acabar con los okupas
Existen dos cascos antiguos en Badajoz. Hay uno que se
enseña, se pasea, se disfruta, se mastica, se exhibe en los folletos
turísticos y se fotografía para mostrarlo al mundo en las redes
sociales. Es el Casco Antiguo del que se presume, el de las grandes
plazas -España, la Soledad, San José y Plaza Alta-, el que bulle de ocho
a tres de la tarde entre diario, hierve los mediodías de los fines de
semana y trasnocha jueves, viernes y sábado.
Este también es el Casco Antiguo que recibe a los turistas. El mismo que se engalana en Navidades, se disfraza por febrero, es carrera oficial en Semana Santa, luce farolillos durante la feria de día, retrocede siglos con Almossassa y es escenario obligado de cualquier evento importante de la ciudad. Este es el Casco Antiguo de las rehabilitaciones y los mimos.
Pero después hay otro Casco Antiguo, el que está fuera del circuito administrativo, comercial, turístico y de ocio que saca los colores, que se evita y se teme. Es el que nace a espaldas de la Plaza de España y discurre por las calles a las que el tiempo y el olvido les está pasando factura. Este es el Casco Antiguo de las calles Encarnación, Concepción Arenal, Eugenio Hermoso, El Brocense, San Lorenzo, Sepúlveda, Norte, Costanilla, Bravo Murillo, Chapín, Jarilla, San Atón, Afligidos o El Campillo. Hay más y en todas se repite la misma historia de casas antiguas en la que vive gente muy mayor, casas rehabilitadas habitadas por familias jóvenes que aman el centro histórico, casas en ruina, casas tapiadas o apuntaladas, casas abandonadas convertidas en fumaderos y donde se ejerce la prostitución y solares de casas que se vinieron abajo y que hoy son vertederos y refugio de ratas y bichería. Es el Casco Antiguo más sórdido.
Este otro Casco Antiguo es el que ha llevado a un grupo de
80 vecinos a dar la voz de alarma ante una situación de deterioro, que
recuerda a las décadas oscuras de un centro histórico impracticable, por
donde estaba vetado vivir y pasear. Se han llamado SOS Casco Histórico y
están recogiendo firmas para que la ciudad conozca el otro barrio y
apoye sus peticiones.
«A raíz de que muchas denuncias particulares de vecinos han sido desatendidas, nos empezamos a organizar para hacer lo que llamamos la guerra de las pequeñas cosas», explica Luis Pacheco, vecino de la calle Eugenio Hermoso y miembro de este colectivo. Un ejemplo muy clarificador de que sus reivindicaciones hasta ahora han caído en saco roto es la de un vecino de la calle Afligidos, cuenta Pacheco, que desde el año 1999 ha presentado 95 denuncias por una vivienda abandonada a la que en su día le hicieron un butrón y hoy es un basurero.
Ahora, tras organizarse espontáneamente, han constituido grupos de trabajo sobre los problemas de este otro Casco Antiguo, para llevarlos ante el Ayuntamiento. «Buscamos soluciones sencillas, que no sean muy gravosas y que están respaldadas por las normativas», dice este vecino. Más limpieza, más iluminación y más vigilancia con las que hacer frente a las conductas incívicas, delictivas e insalubres de las que son testigos a diario y que les disipe la idea de mudarse a otra zona de la ciudad.
Uno de los problemas que más les preocupa es el de las casas abandonadas, bien porque hayan sido expropiadas por el Ayuntamiento o bien porque estén deshabitadas. Estas viviendas se han convertido en prostíbulos y en fumaderos. «Pedimos que se tapien, porque se producen ocupaciones insalubres e incívicas, donde se drogan y pernoctan los toxicómanos y se ejerce la prostitución delante de nuestras narices», relata Luis Pacheco.
Las casas abandonadas, además, presentan otro problema, el riesgo de derrumbe, que con la llegada de las lluvias pone en alerta a los vecinos. «Voy con mis hijos por la calle y tengo que cambiar de acera por miedo a que en cualquier momento se venga abajo alguna de las casas», añade.
Según Pacheco, el parque de viviendas vacías en esta parte de Casco Antiguo es muy grande y están muy degradadas. Buena parte de ellas -dice- son propiedad del Ayuntamiento, al que le piden desde la plataforma «que se aplique sus propias ordenanzas y sancione a los propietarios que no las mantengan».
A esto se suma la acumulación de basuras en solares, los contenedores tirados en mitad de las calles, la penumbra y una limpieza que se ha ido reduciendo hasta quedar bajo mínimos. Todos los ingredientes, valoran desde SOS Casco Histórico, para que hayan aumentado las conductas delictivas que dificultan la convivencia en un barrio y con esto, haya crecido el miedo entre los vecinos.
«Nosotros somos inversores del barrio, yo compré mi casa aquí porque amo el Casco Histórico, pero quien tiene el poder para mantener el barrio en condiciones dignas me está echando», explica Pacheco. El colectivo tiende la mano al Ayuntamiento, al que le reconocen «el esfuerzo económico que hace en la zona, pero no es suficiente y nosotros lo que pedimos son cosas básicas, que se nos den unas condiciones mínimas de convivencia». Con este talante, esperan reunirse con el Ayuntamiento y ganar la guerra de la pequeñas cosas.
Este también es el Casco Antiguo que recibe a los turistas. El mismo que se engalana en Navidades, se disfraza por febrero, es carrera oficial en Semana Santa, luce farolillos durante la feria de día, retrocede siglos con Almossassa y es escenario obligado de cualquier evento importante de la ciudad. Este es el Casco Antiguo de las rehabilitaciones y los mimos.
Pero después hay otro Casco Antiguo, el que está fuera del circuito administrativo, comercial, turístico y de ocio que saca los colores, que se evita y se teme. Es el que nace a espaldas de la Plaza de España y discurre por las calles a las que el tiempo y el olvido les está pasando factura. Este es el Casco Antiguo de las calles Encarnación, Concepción Arenal, Eugenio Hermoso, El Brocense, San Lorenzo, Sepúlveda, Norte, Costanilla, Bravo Murillo, Chapín, Jarilla, San Atón, Afligidos o El Campillo. Hay más y en todas se repite la misma historia de casas antiguas en la que vive gente muy mayor, casas rehabilitadas habitadas por familias jóvenes que aman el centro histórico, casas en ruina, casas tapiadas o apuntaladas, casas abandonadas convertidas en fumaderos y donde se ejerce la prostitución y solares de casas que se vinieron abajo y que hoy son vertederos y refugio de ratas y bichería. Es el Casco Antiguo más sórdido.
«A raíz de que muchas denuncias particulares de vecinos han sido desatendidas, nos empezamos a organizar para hacer lo que llamamos la guerra de las pequeñas cosas», explica Luis Pacheco, vecino de la calle Eugenio Hermoso y miembro de este colectivo. Un ejemplo muy clarificador de que sus reivindicaciones hasta ahora han caído en saco roto es la de un vecino de la calle Afligidos, cuenta Pacheco, que desde el año 1999 ha presentado 95 denuncias por una vivienda abandonada a la que en su día le hicieron un butrón y hoy es un basurero.
Ahora, tras organizarse espontáneamente, han constituido grupos de trabajo sobre los problemas de este otro Casco Antiguo, para llevarlos ante el Ayuntamiento. «Buscamos soluciones sencillas, que no sean muy gravosas y que están respaldadas por las normativas», dice este vecino. Más limpieza, más iluminación y más vigilancia con las que hacer frente a las conductas incívicas, delictivas e insalubres de las que son testigos a diario y que les disipe la idea de mudarse a otra zona de la ciudad.
Uno de los problemas que más les preocupa es el de las casas abandonadas, bien porque hayan sido expropiadas por el Ayuntamiento o bien porque estén deshabitadas. Estas viviendas se han convertido en prostíbulos y en fumaderos. «Pedimos que se tapien, porque se producen ocupaciones insalubres e incívicas, donde se drogan y pernoctan los toxicómanos y se ejerce la prostitución delante de nuestras narices», relata Luis Pacheco.
Las casas abandonadas, además, presentan otro problema, el riesgo de derrumbe, que con la llegada de las lluvias pone en alerta a los vecinos. «Voy con mis hijos por la calle y tengo que cambiar de acera por miedo a que en cualquier momento se venga abajo alguna de las casas», añade.
Según Pacheco, el parque de viviendas vacías en esta parte de Casco Antiguo es muy grande y están muy degradadas. Buena parte de ellas -dice- son propiedad del Ayuntamiento, al que le piden desde la plataforma «que se aplique sus propias ordenanzas y sancione a los propietarios que no las mantengan».
A esto se suma la acumulación de basuras en solares, los contenedores tirados en mitad de las calles, la penumbra y una limpieza que se ha ido reduciendo hasta quedar bajo mínimos. Todos los ingredientes, valoran desde SOS Casco Histórico, para que hayan aumentado las conductas delictivas que dificultan la convivencia en un barrio y con esto, haya crecido el miedo entre los vecinos.
«Nosotros somos inversores del barrio, yo compré mi casa aquí porque amo el Casco Histórico, pero quien tiene el poder para mantener el barrio en condiciones dignas me está echando», explica Pacheco. El colectivo tiende la mano al Ayuntamiento, al que le reconocen «el esfuerzo económico que hace en la zona, pero no es suficiente y nosotros lo que pedimos son cosas básicas, que se nos den unas condiciones mínimas de convivencia». Con este talante, esperan reunirse con el Ayuntamiento y ganar la guerra de la pequeñas cosas.
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