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LAS DOS MAGNIFICAS DE LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA GRANADA HOY

La que fue primera rectora española y la mujer que se hará cargo de la UGR ven el futuro de la universidad con preocupación, pero con optimismo.
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Con Elisa Pérez Vera nació en España la palabra rectora aplicada a la universidad. Hasta tuvo que echar mano de la Real Academia Española para eludir los intentos de aquellos que se referían a ella como la rector. "Yo no soy partidaria de innovaciones lingüísticas, pero por ahí no iba a pasar". Pilar Aranda escucha estas palabras de la rectora pionera con una mezcla de admiración y comprensión, pues 33 años después, las "cosas han cambiado, pero no tanto".

Un día después del final de la maratoniana campaña electoral y de su contundente elección como próxima rectora de la Universidad de Granada, Pilar Aranda, acude, al fin relajada, al almuerzo-charla que este periódico organiza para unir a dos de las mujeres de esta tierra que han conseguido romper el fatídico techo de cristal. Las dos rectoras, las dos magníficas.

No se conocían personalmente, pero ambas han seguido sus trayectorias y logros, de modo que el encuentro les ilusionaba, y no defraudó; pusieron en común reflexiones enriquecedoras, especialmente sobre la situación actual y el futuro de la Universidad española.

La coincidencia del color azul marino de sus atuendos vaticinaba sintonía desde el principio, pero la alianza de criterios llegó hasta la defensa de posturas que hoy por hoy no son siquiera las más políticamente correctas. A pesar del tiempo transcurrido entre las responsabilidades de gestión de ambas, tanto Pérez Vera como Aranda defienden que las universidades tienen que especializarse para que sea sostenible mantener el actual volumen de instituciones. Lo que se podría definir como una burbuja universitaria.

"A lo mejor no es sostenible que haya cinco Facultades de Derecho en 200 kilómetros", expuso la futura rectora granadina a su interlocutora, una mujer que fue secretaria general del Consejo de Universidades desde 1987 y que ya en aquella época se opuso a la creación de nuevas instituciones de estudios superiores en Andalucía. "No me parecía necesario y solo era justificable si se especializaban", agregó Pérez Vera.

Tantos años después y con toda esa red creada de universidades por toda España y en cada provincia andaluza, este tema vuelve a ser un debate de actualidad, por su difícil sostenibilidad económica en tiempos de crisis y recortes. La presidenta andaluza, Susana Díaz, reafirmó el lunes pasado en Granada la apuesta de esta Administración por la dispersión territorial: "No sobran universidades".

Pero Pilar Aranda y Elisa Pérez Vera no lo tienen tan claro, al menos si no se matiza con el requisito de la especialización. Para ambas, lo idóneo sería que Andalucía tuviera dos grandes instituciones docentes generalistas, Granada y Sevilla, y que el resto orientaran sus estudios hacia temáticas concretas, vinculadas a su territorio, como (por ejemplo) el Derecho del Mar en Cádiz o el olivar en la Universidad de Jaén. La nueva rectora de Granada, a quien Susana Díaz tendrá que nombrar personalmente en los próximos días, defiende que se busquen esas diferencias que pueden especializar a una Universidad de otra y que, a su juicio, estarán en el posgrado, que es el que está más ligado a la investigación.

Respecto a la Universidad de Granada ambas coinciden en la necesidad de abrirse más a Latinoamérica, pero sobre todo, a los países árabes.

La frescura e inteligencia de estas mujeres, que ayer y hoy han conseguido romper barreras de territorios antes masculinos, queda patente al escuchar cómo son capaces de vincular consideraciones profundas sobre los problemas de actualidad con la vida misma y su cotidianidad. Ambas comparten la virtud de saber hablar de sus amigos, sus paseos o sus guisos mientras esbozan o saben escuchar las lúcidas ideas que le han permitido desarrollar su rica vida profesional. Será eso que llaman inteligencia emocional, o esa forma de romper el techo de cristal sin renunciar a la esencia de género.

Con una universidad casi en ciernes y en una época de democracia en pañales, Elisa Pérez Vera, se encontró una serie de problemas al llegar al Rectorado de la Universidad Nacional de Educación a Distancia que, tantos años después, le permiten comprender con sabiduría las dificultades que trasmite la nueva rectora de la UGR. "Nunca se quieren ir". La ex rectora y ex magistrada del Tribunal Constitucional echa mano de su experiencia para apoyar a Pilar Aranda cuando ésta explica sus propuestas para sortear las reticencias de los estudiantes y docentes de la Facultad de Medicina a trasladarse al nuevo edificio del Parque Tecnológico de la Salud. La nueva rectora apuesta por hacer una organización docente adaptada, con unos días de prácticas y otros de clases, porque "no podemos tener a los estudiantes dando vueltas por la ciudad".

Pérez Vera ha pasado más de una década en el Tribunal Constitucional y a su vuelta a la universidad, el primer cambio que le llamó la atención fue la "burocracia" de la que se ha impregnado todo. Precisamente éste es uno de los males que Pilar Aranda ha apostado por erradicar durante su campaña al Rectorado. "En mis tiempos dabas clase por la mañana y las tardes eran para investigar. Ahora todo es burocracia para intentar controlar la calidad de la docencia y la investigación, pero no se hacen bien porque se dedica el tiempo a esos controles", cuenta Pérez Vera con extrañeza.

La nueva rectora de la UGR es partidaria de pedir resultados, pero de un modo más ágil. "Dejemos trabajar a la gente y que los controles se hagan puntualmente", añadía Pilar Aranda.

Estas dos mujeres cuyas raíces se hunden en la UGR ven el futuro de la universidad española con optimismo, porque confían en la "creatividad", pero no ocultan su preocupación por las consecuencias de estos tiempos de crisis. "Nos han hipotecado", dice Aranda, en relación a las dificultades para mantener plantillas adecuadas a las exigencias de calidad.

En este punto, Pérez Vera cuenta, como anécdota significativa, que viendo las dificultades que atravesaba la Universidad, planteó a la UNED dejar de ser catedrática emérita para que ese sueldo fuera a parar a los becarios. Pero la limitación de la tasas de reposición lo impide y ahora, que se ha quedado solo con el título de rectora honorífica, lamenta el "desperdicio", porque su nómina ha sido amortizada en un tiempo en el que miles de jóvenes esperan una oportunidad para poder seguir investigando o trabajando en las universidades españolas.

"Hay una generación perdida", abunda Pilar Aranda, que como investigadora de la UGR conoce de primera mano la situación en relación a la falta de becas: "En estos momentos hay laboratorios vacíos, despachos vacíos y hasta bibliotecas vacías..." Es más, la nueva rectora sostiene que a este ritmo, en un par de años habrá Departamentos de la UGR donde solo quedarán una o dos personas. El problema que esboza es que, por muy buena que sea la investigación que ahora se hace, si no hay relevo generacional, será difícil de mantener el nivel y las consecuencias se verán más adelante.

Ambas están de acuerdo en defender la sostenibilidad económica de la Universidad, pero desde la excelencia. "La Universidad tiene que permitirse algunos lujos para ser universidad". Es el epílogo de la voz de la experiencia, una aseveración válida para el ayer y más actual que nunca.

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