RETRATO DE LA GENERACIÓN BOTELLÓN IDEAL.ES
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Jóvenes 'milennials' entre 26 y 36 años y con responsabilidades políticas desgranan a pinceladas el drama de una juventud que busca su futuro
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La hornada más preparada de la historia se debate entre la precariedad y las redes sociales mientras lucha por alejar el demonio del botellódromo y por vivir, al menos, igual que sus progenitores
Este retrato al fresco y en precario comienza con Lorena, 28 años, concejal de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Granada, pasión por la política y por su capacidad para solucionar problemas. Lo intenta. Persevera. Entiende que «el cierre del botellódromo es el momento perfecto para empezar a cambiar las políticas de juventud en Granada. Y crear políticas que dan soluciones. Lo considero así como joven que soy, y la idea central es que a los jóvenes se nos tiene que escuchar». Insiste en que «los jóvenes de Granada sí tienen interés en la política y en las instituciones, pero se nos tienen que dar las herramientas para expresar la participación. Ha habido una importante falta de espacios para ello todos estos años».
Las soluciones, por tanto y de inmediato, pasan según la concejala más joven del Ayuntamiento de Granada en «no hacer ni una sola política más sin escuchar a los jóvenes». ¿Cómo? «A través de jornadas, buzones de sugerencias en la web, dándole difusión a mecanismos como las redes sociales, que son muy importantes». Su conclusión es que «hay que poner los mecanismos necesarios para que podamos tener un futuro más digno y contribuir con nuestro talento a ello».
«Frustración y desamparo»
Guillermo tiene 33 años. Excoordinador de Instituto Andaluz de la
Juventud y actual delegado de Turismo de la Junta en Granada. Sostiene
para empezar que «hay una reflexión sociológica. No se participa porque
no hay estabilidad ni social ni laboral que te permita constituirte en
sociedad para poder comprometerte ideológica o socialmente». Respecto al
entramado institucional, describe que «es complicado que esos canales
anquilosados en el pasado respondan a las necesidades reales de la
juventud, y los espacios para detectar sus demandas son difíciles de
identificar. Hay que avanzar en los espacios de participación donde
lleguen jóvenes asociados y los que no». Respecto a su generación,
entiende que «Granada siempre ha sido una ciudad que dentro de esta
desidia generalizada con la que se nos ha querido etiquetar, se ha
demostrado que no, porque son los jóvenes los que están saliendo a la
calle».Lorena tiene 27 años, es motrileña y ha sido hasta mayo la responsable del Consejo de la Juventud de Andalucía (CJA). Describe parte del problema: «En Andalucía los espacios de participación están mal. Las competencias en juventud recaen en las comunidades autónomas y cada una las regula como cree en cada momento. Y en Andalucía el CJA es junto a Canarias el único que no tiene personalidad jurídica, lo que le impide funcionar de forma independiente, siempre tiene la voz de la administración por encima, y eso se traslada a los ámbitos provinciales. Y se deriva a los espacios de participación local. No son independientes sino mesas consultivas».
También desempolva la Ley de Juventud, de la que se lleva hablando una década y se ha perdido en los pasillos del Parlamento andaluz. «Se retomó fuerza a finales de 2013. Las asociaciones empezamos a tomar fuerza y la Junta abrió un proceso de consulta y participación (supuesta) para involucrar a jóvenes y a organizaciones. Entonces hacemos muchísimos grupos de trabajo, entre 10 y 15 en todas las provincias. Se hacen muchísimos informes, que de hecho son públicos. También informes jurídicos respaldados por todas las organizaciones. Y se entrega a la Junta, que responde siempre con negativas».
Respecto a su generación, la movilización y el botellón responde que «la situación de los jóvenes es de frustración y desamparo ante la precariedad y el riesgo real de pobreza. Uno de cada cuatro jóvenes que trabajan están en riesgo de pobreza o de exclusión. Esto es lo que nos preocupa, no si hay o deja de haber botellódromo. Pero no es ni mucho menos lo principal en nuestras vidas». Y apunta, además, «que se vio en el 15M, que salimos a la calle. Pero ahora los jóvenes han cambiado la forma de quejarse. Y es en las redes sociales. Y se está haciendo mucho daño a empresas, instituciones. Y salen a la calle, se vio en el abrazo al Congreso cuando la investidura de Rajoy. Pero se sale para cuestiones concretas».
Clara tiene 22 años. Participa en el área de Juventud de Izquierda Unida. En la coalición tienen veteranas las Juventudes Comunistas y la Coordinadora Sindical Estudiantil. Pero el área de Juventud de IU es de reciente creación y trabajan en temas de trabajo, formación y exclusión social. Su estado vital define a gran parte de su generación: «He estudiado una carrera y literalmente no tengo nada. Los jóvenes de ahora hemos crecido en un ámbito que si ibas a la 'Uni' tenías curro. Yo tengo diez tíos mayores, todos con carrera y lograron trabajo (aunque ahora la mitad están en paro). Si no hay estabilidad económica no puedes independizarse, tener futuro. Somos el cambio hacia abajo».
Elena. 27 años. Fuentevaqueros, responsable en Granada del Instituto Andaluz de la Juventud (IAJ), explica que «tenemos un censo de asociaciones juveniles y así conectamos con ellas. Existirán más, pero tienen que inscribirse en el IAJ para estar en nuestra organización. Tenemos una base de datos y les pasamos toda la información, a través de nuestros medios, las redes sociales, correos electrónicos». «También organizamos foros de jóvenes y encuentros juveniles. El año que viene tenemos uno, es donde se reúnen todos los jóvenes. Muchas veces hay que hacer una conjunción de todas las asociaciones con ideas y propuestas que se generan». En total, hay 74 asociaciones juveniles inscritas.
Respecto a las redes sociales cree que «hay cosas buenas. Pero antes había más movimiento asociativo juvenil cuando las redes sociales no tenían el nivel de hoy. La gente se movía, se conocía y se movía. Ahora el contacto es instantáneo así que por una parte es bueno pero por otra se han desapegado». También sabe pintar el retrato de su generación: «Se nos prometió todo tras estudiar una carrera, saber inglés... Y yo misma cuando terminé la carrera estaba en paro. Fíjate si los entiendo».
«Estamos creciendo»
María. 36 años. Exconcejala de Juventud del Partido Popular y
secretaria general de Nuevas Generaciones. Es todo experiencia política.
«Cuando llegué a la Concejalía de Juventud planteé un Plan Joven, una
política pública de principio a fin. Nos reunimos con todas las
asociaciones, recibimos sus propuestas, me reuní con todos los
concejales para solicitarles cosas. Era la canalizadora de lo que pedían
en ese momento los jóvenes»María reconoce que es «una afortunada» porque «tengo un trabajo». Y también añade que «veo un poco de pasotismo con todo lo que está pasando con todo este maremágnum de Podemos, donde no creo que los jóvenes hayan tenido un papel determinante. Tampoco creo que haya sido un cambio superradical». Insiste. «No todos los jóvenes son de Podemos, nosotros estamos creciendo en afiliados jóvenes. La gente vuelve a la política».
Irene. 36 años. Es diputada provincial de Igualdad y Juventud, «pero solo tenemos competencias en ocio y tiempo libre», lamenta. Describe todos los programas y subvenciones que ofrece la Diputación a través de las concejalías de Juventud de cada municipio y marca un retrato de su resignación enraizado en el mundo rural, de donde ella viene: «He trabajado en el campo, he sido cuidadora de discapacitados, animadora de mayores y soy también cartera». Un perfil variopinto, desde luego. Piensa que «lo que dice todo el mundo es el tópico, eso de ser la generación más preparada. Pero no me gusta que a la más preparada la estemos dejando escapar. Se van a trabajar fuera de España». Y pone un ejemplo, descorazonador: «Molvízar, es mi pueblo, y no queda ningún joven. Preparan oposiciones y el único trabajo que queda en el ayuntamiento para los jóvenes es limpiar las calles y cuidar a los mayores». Y comparte una reflexión: «No es que no tengan estudios o estén desmovilizados, es que están aburridos. Todos quieren dejar las zonas rurales e ir a la capital».
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