Un nuevo estudio revisa las actuaciones que sí pueden funcionar a la hora de estudiar cómo y por qué envejecemos
Hace menos de un año el grupo dirigido por la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María Blasco, anunciaba el nacimiento de una tecnología que medía el envejecimiento real de una persona. Nos diría cómo de envejecido está nuestro organismo y el estado de salud, además de aportar información sobre el riesgo de morir prematuramente, para sí prevenir y cambiar nuestro estilo de vida de ser necesario.
La técnica, basada en técnicas de microscopía avanzada, permitía medir de manera muy precisa y sensible la longitud de los telómeros individuales dentro de cada célula de un tejido (bien sea en la sangre, en tejidos sólidos –cortes de parafina– o células en cultivo).
La longitud de los telómeros disminuye asociada al proceso de envejecimiento al mismo tiempo que aumenta la abundancia de los telómeros cortos, asociados al desarrollo de ciertas patologías, de tal modo que se piensa que estos parámetros son indicadores de la edad biológica (versus la cronológica) de un organismo, así como del estado de salud general.
Ahora, un nuevo estudio publicado en ‘Cell’ y en que el que también interviene la doctora Blasco, define por primera vez todos los indicadores moleculares del envejecimiento, las nueve pautas que marcan el avance de este, y combate algunos mitos, como el de que los antioxidantes lo frenan.
Una revisión que «no habla de teorías, sino de evidencias moleculares y genéticas», matiza Blasco.
Resultados
El envejecimiento es el resultado de la acumulación de daño en el ADN a lo largo de la vida, y ese proceso es también lo que origina el cáncer, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y las neurodegenerativas, como el alzhéimer. Así identificar los marcadores moleculares de este ayudaría a encontrar la causa de otras patologías.
Además este trabajo no solo define los nueve indicadores moleculares del envejecimiento, sino que los ordena en primarios —la causa desencadenante—; los que conforman la respuesta del organismo a esas causas; y los fallos funcionales resultantes.
Para los expertos, la jerarquía es importante, porque el efecto que se consigue actuando sobre un tipo de proceso u otro es diferente.
Las 9 claves
Primero, atenderemos a las cuatro causas primarias del envejecimiento: la inestabilidad genómica; el acortamiento de los telómeros, del que ya hemos hablado; las alteraciones epigenéticas; y la pérdida de la proteostasis.
1.La inestabilidad genómica: se refiere a los defectos que se van acumulando en los genes con el tiempo.
2. El acortamiento de los telómeros.
3. Las alteraciones epigenéticas que resultan de la experiencia vital —la exposición al ambiente—.
4. La pérdida de proteostasis: tiene que ver con la no eliminación de proteínas defectuosas, que al acumularse causan patologías asociadas al envejecimiento —en el alzhéimer, por ejemplo, las neuronas mueren porque se forman placas de una proteína que debía haberse eliminado—.
Las respuestas del organismo a las causas desencadenantes son mecanismos que intentan corregir los daños, pero que, si se cronifican o exacerban, también se vuelven dañinos.
5. Senescencia celular: es uno de esos casos e induce a la célula a dejar de dividirse cuando acumula muchos defectos y así previene el cáncer, pero si se da en exceso los tejidos —y el organismo— envejecen.
También tienen este doble filo otros dos procesos:
6. Daño oxidativo: está relacionado con los famosos radicales libres; pero los autores afirman que no hay evidencia genética de que aumentar las defensas antioxidantes retrase el envejecimiento.
De hecho, los radicales libres pueden ser dañinos en grandes cantidades, aunque su presencia también desencadena una respuesta protectora.
7. Mecanismos derivados del metabolismo: están relacionados a su vez con las evidencias —todavía no confirmadas en humanos— de que la restricción calórica prolonga la vida.
Dicen los firmantes del estudio que si es cierto que ante la escasez de nutrientes el organismo ponga en marcha estrategias protectoras —presumiblemente, la razón de que la restricción calórica parezca dar resultado—, “con el tiempo y en exceso, pueden ser patológicas”.
El tercer grupo de indicadores emerge cuando los daños causados por los dos precedentes no pueden ser compensados. Es el caso de las siguientes claves:
8. Agotamiento de las células madre de los tejidos: que dejan de ejercer su función regeneradora.
9. Errores en la comunicación intercelular: dan lugar por ejemplo a la inflamación —un proceso que cuando ocurre de forma crónica se asocia al cáncer—.
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