"SE NECESITA ORDENAR EL TERRITORIO PARA EVITAR MÁS ZONAS CON RIESGO".
IDEAL.ES
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Fernando Alcalde, de la asociación Buxus, repasa los problemas ambientales de la Costa y pide «mayor planificación»
«Hasta la desembocadura debería ser tierra... ahí se ve el impacto de
la presa». En plena unión del río Guadalfeo con el mar, a la altura de
Salobreña, Fernando Alcalde, motrileño de 52 años miembro de la
emblemática asociación Buxus dedicada a la investigación y protección de
la naturaleza en la Costa Tropical, señala a los muros que acompañan el
cauce hasta su final, un lecho que cada vez pierde más terreno a
consecuencia de una serie de factores. «Las obras de canalización que se
hacen provocan que su cauce cambie de posición, lo que es propio de los
deltas; es por ello por lo que se canalizó el río y eso hace que el
delta se reestructure y reconfigure la Costa, aunque aparte influye la
construcción de la presa Béznar-Rules, que corta la aportación de
sedimentos», añade.
El ejemplo del Guadalfeo es uno de los más claros sobre cómo la acción del hombre puede interferir en un delicado ecosistema como es el de la Costa, en el que el año pasado confluyeron tanto la fiereza del mar, que arrancó de cuajo pavimentos y enseres de los paseos marítimos, las inundaciones y destrozos de las riadas -fundamentalmente Albuñol-, y, para colmo, el devastador incendio de la sierra de Lújar. Un cóctel muy duro.
«En teoría, más de 1.500 kilómetros cuadrados desde la concurrencia del tramo de Padul, Dúrcal, Guájares, Trevélez, Lanjarón... todo viene aquí, toda la aportación del Guadalfeo acaba en el delta. En este punto, el oleaje y las corrientes marinas lo redistribuyen por la bahía hasta Calahonda... existen tasas de erosión medidas de 200 toneladas por hectárea y año, pero donde llega es a Rules-Béznar, por lo que el problema es que no llega a la desembocadura», continúa Alcalde, que lleva a sus espaldas más de tres décadas dedicadas profesionalmente al Medio Ambiente, además de participar en la elaboración de instrumentos de planeamiento y gestión de riesgos.
El hecho de que la desembocadura pierda áridos no sólo afecta a una disminución de la playa, asegura el experto. «La dinámica litoral sigue erosionando la Costa pero no tiene alimento; la Costa se mueve un poco, pero es una línea en equilibrio, pero en el momento que esta se corta, el oleaje se come la playa, mientras que por otro lado se produce un incremento de sedimentos en la cercana playa de Poniente en la que se acumulan y tapan la salida de las ramblas y acequias de la zona, lo que agrava la situación de inundación en caso de riada», detalla.
La idea general, incide el miembro de Buxus, es que la Costa «es una zona que está ene equilibrio dinámico en contacto con el mar y la tierra cuyos ejes que la conectan son los cauces hídricos». «Si coges la Costa, ves que sólo hay playas en las desembocaduras de ramblas y ríos, y donde hay un pequeño barranco hay una playa pequeña, por lo que en una costa acantilada como la granadina sólo se generan playas donde hay aportaciones de sedimentos mayor, ya sean por ramblas y ríos», argumenta.
El problema deriva, asevera Alcalde, de ocuparse la dinámica litoral, «algo que los agravará». «Ahora las grandes áreas de aportación de sedimentos se han cerrado, ocupándose la zona del borde de la Costa, habiendo años que se erosiona porque se construye en la zona de movimiento de la franja, y eso hace que sea necesario construir un dique para proteger del oleaje». No queda ahí la cosa. «Al meter esa escollera, esa zona de arena se protege, pero se desprotege en otro lugar... por lo que ante fenómenos naturales que no se pueden modelizar en detalle se actúa con prevención y ordenación del territorio», concreta.
En este sentido, Alcalde insiste en que la única forma de hacer frente a estas cuestiones es mediante la ordenación del territorio. «Se pone en evidencia que hay problema de planificación territorial; la Costa es fruto de este proceso sin planificar, ocupando zonas con riesgo litoral e hidrológico que van a más, así como la erosión y la torrencialidad, por lo que, ante eso, se necesita planificación, ordenación y participación ciudadana; no se pueden ocupar esos espacios y a lo construido se le debe contemplar el fin de su vida útil y desmantelarlo y no clasificar más suelo en zona de erosión... ahora, la Costa se enfrentará a más presión con el TH1 de Salobreña, se avecinan problemas», manifiesta. «Aparte, que las actuaciones que se hagan de carácter de infraestructuras, tales como diques o muros, se hagan teniendo en cuenta la dinámica litoral en su conjunto, no una única parte».
«Donde no hay barrancos o ríos es costa acantilada. Los Yesos, Medinaceli... es litoral con casas de pescadores y se construyó en la franja litoral, y ahora hay que mantenerla artificialmente; eso son inversiones y no sabes qué ocurrirá en zonas cercanas, por lo que hay que evitar que no se clasifiquen esos suelos», reivindica.
Pero no sólo el problema con las riadas viene vinculado al enorme volumen de agua, sino que existen otros factores que agudizan la situación. «Cuando llueve, los cauces deben estar limpios pero no sólo de vegetación; es más, quitar aneas es tirar el dinero porque cuando caen precipitaciones se arrancan... el problema viene con los plásticos, los palos, que son impermeables y que ocasionan obstáculos contra los puentes, creando pantallas que provocan el desborde, por lo que los cauces deben estar limpios de materiales de origen antrópico, y es fundamental que no hayan zonas de acopio de estos materiales tipo 'punto limpio' en mitad del cauce», afirma.
Asimismo, la gran proliferación de invernaderos en muchas zonas del litoral no ayudan a suavizar este proceso. Es el caso de Carchuna, que también se ha visto afectado este pasado año por episodios de avenidas. «Cuando hay lluvia no todo el caudal del suelo se filtra; antes en Carchuna el 90% de la lluvia se filtraba, pero ahora debido al plástico es una superficie impermeable que a poco que llueva produce más caudal, aumentando la frecuencia de inundación. Existe drenaje adecuado, una caja en la rambla... pero falla la planificación, ya que si antes se necesitaban 10 litros de lluvia para que un litro acabase en el cauce, ahora cada litro que cae va íntegro a la rambla, que se desborda», concluye Alcalde tras repasar frente a la desembocadura del Guadalfeo los grandes temas medioambientales de la Costa. Una Costa que, espera, aprenda de sus errores y se reconcilie con la naturaleza.
El ejemplo del Guadalfeo es uno de los más claros sobre cómo la acción del hombre puede interferir en un delicado ecosistema como es el de la Costa, en el que el año pasado confluyeron tanto la fiereza del mar, que arrancó de cuajo pavimentos y enseres de los paseos marítimos, las inundaciones y destrozos de las riadas -fundamentalmente Albuñol-, y, para colmo, el devastador incendio de la sierra de Lújar. Un cóctel muy duro.
«En teoría, más de 1.500 kilómetros cuadrados desde la concurrencia del tramo de Padul, Dúrcal, Guájares, Trevélez, Lanjarón... todo viene aquí, toda la aportación del Guadalfeo acaba en el delta. En este punto, el oleaje y las corrientes marinas lo redistribuyen por la bahía hasta Calahonda... existen tasas de erosión medidas de 200 toneladas por hectárea y año, pero donde llega es a Rules-Béznar, por lo que el problema es que no llega a la desembocadura», continúa Alcalde, que lleva a sus espaldas más de tres décadas dedicadas profesionalmente al Medio Ambiente, además de participar en la elaboración de instrumentos de planeamiento y gestión de riesgos.
El hecho de que la desembocadura pierda áridos no sólo afecta a una disminución de la playa, asegura el experto. «La dinámica litoral sigue erosionando la Costa pero no tiene alimento; la Costa se mueve un poco, pero es una línea en equilibrio, pero en el momento que esta se corta, el oleaje se come la playa, mientras que por otro lado se produce un incremento de sedimentos en la cercana playa de Poniente en la que se acumulan y tapan la salida de las ramblas y acequias de la zona, lo que agrava la situación de inundación en caso de riada», detalla.
La idea general, incide el miembro de Buxus, es que la Costa «es una zona que está ene equilibrio dinámico en contacto con el mar y la tierra cuyos ejes que la conectan son los cauces hídricos». «Si coges la Costa, ves que sólo hay playas en las desembocaduras de ramblas y ríos, y donde hay un pequeño barranco hay una playa pequeña, por lo que en una costa acantilada como la granadina sólo se generan playas donde hay aportaciones de sedimentos mayor, ya sean por ramblas y ríos», argumenta.
El problema deriva, asevera Alcalde, de ocuparse la dinámica litoral, «algo que los agravará». «Ahora las grandes áreas de aportación de sedimentos se han cerrado, ocupándose la zona del borde de la Costa, habiendo años que se erosiona porque se construye en la zona de movimiento de la franja, y eso hace que sea necesario construir un dique para proteger del oleaje». No queda ahí la cosa. «Al meter esa escollera, esa zona de arena se protege, pero se desprotege en otro lugar... por lo que ante fenómenos naturales que no se pueden modelizar en detalle se actúa con prevención y ordenación del territorio», concreta.
En este sentido, Alcalde insiste en que la única forma de hacer frente a estas cuestiones es mediante la ordenación del territorio. «Se pone en evidencia que hay problema de planificación territorial; la Costa es fruto de este proceso sin planificar, ocupando zonas con riesgo litoral e hidrológico que van a más, así como la erosión y la torrencialidad, por lo que, ante eso, se necesita planificación, ordenación y participación ciudadana; no se pueden ocupar esos espacios y a lo construido se le debe contemplar el fin de su vida útil y desmantelarlo y no clasificar más suelo en zona de erosión... ahora, la Costa se enfrentará a más presión con el TH1 de Salobreña, se avecinan problemas», manifiesta. «Aparte, que las actuaciones que se hagan de carácter de infraestructuras, tales como diques o muros, se hagan teniendo en cuenta la dinámica litoral en su conjunto, no una única parte».
Bocados del mar
El pasado 1 de noviembre la Costa asistió al último golpe de gracia
del mar tras el enésimo temporal que dejó tocadas diversas playas del
litoral, en concreto las de Almuñécar. Muchos de estos daños, recuerda
Fernando Alcalde, vienen derivados de una sobreconstrucción en la franja
litoral que se exponen a un gran riesgo en caso de que la naturaleza
decida recuperar su lugar. «Un ejemplo es el delta de Albuñol, sobre el
que se construyó tras la avenida del 73; tras aquello, el proceso
litoral erosionó el delta, que ganó 800 metros y se llenó de
invernaderos y construcciones... y ahora con dinero público se deben
rescatar. Las inversiones públicas para mantener negocios privados es un
tema que va a más, pero ahora no se pueden dejar actuaciones ni
viviendas desprotegidas porque hay responsabilidad de la administración
que lo permitió», ejemplifica.«Donde no hay barrancos o ríos es costa acantilada. Los Yesos, Medinaceli... es litoral con casas de pescadores y se construyó en la franja litoral, y ahora hay que mantenerla artificialmente; eso son inversiones y no sabes qué ocurrirá en zonas cercanas, por lo que hay que evitar que no se clasifiquen esos suelos», reivindica.
Riadas Riadas
Otro de los sucesos más significativos del pasado año en la Costa
vinieron a raíz de las trombas de agua, algunas de las cuales provocaron
graves daños, fundamental en Albuñol a comienzos de septiembre. Pese a
que se trataron de unas lluvias torrenciales excepcionales, ¿se podían
haber evitado las fatales consecuencias, que incluyeron la muerte de
cuatro personas? «Cuando se trabajan riesgos de catástrofes y no se
tiene la capacidad de modelizar se utilizan modelos estadísticos, ves
precipitaciones que hay y calculas las probabilidades en periodos de
retorno; en base a eso, se dimensionan las infraestructuras, por lo que
sabemos cada 25 años la lluvia máxima que va a hacer, no nos pilla de
sorpresa», subraya Alcalde, quien rememora que, en la Costa y a
excepción del Guadalfeo -régimen pluvial más el deshielo-, «las ramblas
son torrenciales en otoño, con lluvias intensas con caudales punta
enormes, y frente a eso no te queda otra que ordenar y no permitir
construir en zonas inundables porque afectará tanto a bienes como a
personas».Pero no sólo el problema con las riadas viene vinculado al enorme volumen de agua, sino que existen otros factores que agudizan la situación. «Cuando llueve, los cauces deben estar limpios pero no sólo de vegetación; es más, quitar aneas es tirar el dinero porque cuando caen precipitaciones se arrancan... el problema viene con los plásticos, los palos, que son impermeables y que ocasionan obstáculos contra los puentes, creando pantallas que provocan el desborde, por lo que los cauces deben estar limpios de materiales de origen antrópico, y es fundamental que no hayan zonas de acopio de estos materiales tipo 'punto limpio' en mitad del cauce», afirma.
Asimismo, la gran proliferación de invernaderos en muchas zonas del litoral no ayudan a suavizar este proceso. Es el caso de Carchuna, que también se ha visto afectado este pasado año por episodios de avenidas. «Cuando hay lluvia no todo el caudal del suelo se filtra; antes en Carchuna el 90% de la lluvia se filtraba, pero ahora debido al plástico es una superficie impermeable que a poco que llueva produce más caudal, aumentando la frecuencia de inundación. Existe drenaje adecuado, una caja en la rambla... pero falla la planificación, ya que si antes se necesitaban 10 litros de lluvia para que un litro acabase en el cauce, ahora cada litro que cae va íntegro a la rambla, que se desborda», concluye Alcalde tras repasar frente a la desembocadura del Guadalfeo los grandes temas medioambientales de la Costa. Una Costa que, espera, aprenda de sus errores y se reconcilie con la naturaleza.
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