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"EL ENFERMO DE CÁNCER TIENE DERECHO A ESTAR TRISTE Y A ENFERDARSE"
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María Ángeles Hernández, psicóloga experta en la atención a enfermos oncológicos
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«No hay ningún estudio concluyente que diga que la gente optimista se cura y que la que no lo es, no se cura»
María Ángeles Hernández (Granada, 1967) es psicóloga de la Asociación Española Contra el Cáncer de la provincia desde hace 23 años y fue uno de los eslabones de la cadena que permitió salir a flote a aquel inmigrante africano herido por la enfermedad y la pobreza.
Aparte de sus conocimientos académicos y de su dilatada experiencia en el campo de la oncopsicología, la experta es dueña de una sonrisa que prácticamente alumbra. Una excelente herramienta cuando la oscuridad quiere instalarse en la mente de un enfermo.
Visto desde fuera, su trabajo parece muy duro.
Parece que las personas que trabajamos en oncología somos
especiales, pero es como todo: yo creo que no podría trabajar en
prisiones o en drogodependencias, lo veo mucho más difícil. Es verdad
que en el tema de oncología hay situaciones que a veces son vitalmente
muy duras, porque se unen procesos de enfermedad, de sufrimiento, de
muerte... Y en todas las edades y todas la circunstancias. Pero, por
otro lado, la gratificación es tanta que te gusta.
¿Qué es para usted la muerte?
El hecho de haber empezado a trabajar con 26 años en la
Asociación Española Contra el Cáncer me ha ayudado a recolocar lo que es
importante..., me ha ayudado a tener presente que la muerte está ahí. Y
con esto no quiero decir que sepa cómo afrontarla. Dependerá de las
circunstancias vitales en que me encuentre. Pero nadie quiere morirse.
Ni siquiera el que se suicida quiere morir: lo que busca es dejar de
sufrir.
Ha comentado que atienden a personas de todas las edades, ¿es más complicado cuando se trata de niños?
Efectivamente, atendemos a niños oncológicos y a sus
familias en el Materno Infantil. En general, el proceso de adaptación de
los niños es mejor. Por ejemplo, llevan mejor el tema de la caída del
pelo por la quimio. Nosotros cubrimos todo el proceso de la enfermedad:
el diagnóstico, los tratamientos y cuando ya hay una situación de
supervivencia, que suele ser un momento duro.
¿Por qué?
Porque, a veces, la enfermedad es tan dura que lo que prima
es la superviviencia. Es como cuando las gacela corre y no mira si se
hace daño, pero cuando para se da cuenta de que está un poco lesionada.
Además, y por suerte, cada vez hay más supervivencia en el cáncer, pero
también hay secuelas y un miedo a la recaída... Y aceptar las
limitaciones, que uno no está como antes, es complejo. Y tenemos que
estar ahí.
¿Todos los pacientes de cáncer necesitan ayuda psicológica?
No. Aproximadamente, la mitad de los pacientes tienen un
buen proceso de adaptación a la enfermedad y no necesitan soporte
especializado, por decirlo de alguna forma. Pero soporte emocional
necesitan todos. Y en oncología, este nivel básico de soporte lo
proporcionan los médicos y la enfermería. Tienen un papel muy potente.
Pero hay otro 50% de los pacientes que sí tienen dificultades para
adaptarse emocional y psicológicamente a la enfermedad. Son personas
que, en principio, presentan reacciones que pueden ser normales:
ansiedad, nerviosismo, preocupaciones, cierta alteración en el estado de
ánimo..., pero si estas reacciones tienen una intensidad que les
dificulta funcionar, pues es cuando hay que intervenir. Y que conste que
no se trata de ser 'supermanes' ni 'superwomans'.
Pues está muy extendida la creencia de que el enfermo de cáncer debe tener siempre buen ánimo para curarse, ¿es cierto?
No. El enfermo de cáncer tiene derecho a estar triste, a
inquietarse y a enfadarse. Es que estamos hablando de una situación que
puede amenazar la vida. Si no nos inquietásemos, estaríamos locos.
Además, ese esfuerzo para intentar estar bien puede generar más estrés
en el paciente. Hay que tener cuidado con mensajes como ese de que el
ánimo es un 50% de la curación. La gente quiere ayudar al paciente y que
mantenga el ánimo, porque también para el entorno es duro ver a una
persona decaída. Pero en esos momentos lo que necesita el paciente es
comprensión, espacio para sentir..., porque las emociones no se
gestionan conteniéndolas, sino expresándolas, hablando, compartiendo.
Hay que informar al paciente de que es legítimo y normal que se
encuentre decaído. Y también hay que informar y formar a las familias.
Cuando no dejamos que un paciente se exprese, lo que hace es tragarse
las emociones. Y la emoción contenida hace más daño. ¿Es importante
estar lo mejor posible a nivel anímico?: sí, pero no por eso te vas a
curar o no te vas a curar. No hay ningún estudio concluyente que diga
que la gente optimista y positiva se cura y que la que no lo es, no se
cura. Siempre pongo el ejemplo de las presas de los embalses, que son
muy fuertes, pero tienen aliviaderos. Y por esos aliviaderos sale agua
que es buena: sale canalizada, riega los campos y llega al mar sin hacer
daño. ¿Qué pasaría si taponásemos los aliviaderos? Pues que reventaría
la presa y el agua se desbordaría.
¿Qué es lo primero que piensa una persona cuando le dicen que tiene cáncer?
Hombre, las connotaciones que tiene la palabra cáncer siguen
estando ahí. Pero cada vez hay más personas que nos dicen que saben que
les espera un tiempo de tratamiento y que luego se curarán. Pero,
vamos, lo que hay normalmente es una preocupación por la familia, que
afecta más a las mujeres. Todavía es así. No se permiten venirse abajo.
¿Y no querer saber también es una opción?
También es legítimo. Existe el derecho a saber, pero también
el derecho a no saber. Pero a veces es necesario que los pacientes
sepan algo más de la enfermedad que tienen, porque igual tienen previsto
hacer, por ejemplo, una inversión, pensando que están bien y no es así.
No es habitual, pero puede ocurrir.
¿Se ríen mucho en este trabajo?
Sí, nos reímos mucho. Hay buen humor. En las salas de
oncología hay situaciones muy tristes, pero, en general, hay buen humor.
Este trabajo te aporta mucho. Yo a los pacientes les doy las gracias.
Mi vida se ha enriquecido mucho con ellos. Los pacientes te dan
lecciones de vida.
¿Y hay tiempo para llorar?
También se llora. Aunque es verdad que, con el tiempo, vas
aprendiendo a no 'sobreimplicarte'. Implicarte, tienes que implicarte,
pero hay situaciones que ves que te enganchas demasiado.
¿Cómo desconecta, si es que se puede?
En la asociación en Granada estamos seis psicólogas y
tenemos la suerte de que podemos hablar mucho entre nosotras. Y eso creo
que ayuda mucho.
O sea, que también van al psicólogo.
Yo no he ido, pero si tuviera que ir, iría, ja, ja, ja. Pero
es lo que decía antes, entre nosotras nos damos mucho apoyo. El equipo
es muy importante. Hablar con los oncólogos o con el personal de
enfermería es muy importante. Y luego es fundamental tener una vida
'fuera de': la familia, el ocio, una buena red de amigos... Hay que
desconectar.
¿Está cerca la cura del cáncer?
Ya hay procesos oncológicos que se están curando. Cuando yo
empecé, un diagnóstico de una metástasis hepática significaba que el
paciente se nos iba, pero ahora ya hay tratamiento para esas metástasis
hepáticas.
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