¿PORQUE ALMERIA NO SE ECHA A LA CALLE?.
IDEAL ALMERIA
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Con el proyecto del AVE parado desde hace cinco años y las contratistas en fuga, con un tren al que no pueden acceder las personas en silla de ruedas y sin mejoras en ciernes, apenas un millar de personas se moviliza
No hay una reivindicación en Almería que pueda suscitar una mayor unanimidad. Pregunte en su entorno qué opina del tren. La respuesta se parecerá mucho al «de vergüenza» que, la tarde del miércoles, reconocía el número dos del PP en Almería, Javier Aureliano García, alto cargo del partido que respalda al Gobierno. «De vergüenza», decía sin medias tintas. Anteayer, sin embargo, cuando la Mesa en Defensa del Ferrocarril de Almería (más de medio centenar de colectivos sociales, asociaciones de vecinos, partidos políticos, sindicatos, organizaciones empresariales y colectivos profesionales) invitaba a los almerienses a echarse a la calle y pedir al gobierno soluciones, apenas mil personas en el más optimista de los cálculos, la secundó. Una veintena de personas por cada organización convocante.
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José Luis Sánchez, sociólogo e investigador de la Universidad de Almería, reconoce que es un fenómeno -el local- sobre el que no hay estudios científicos. «Creo que se conjugan tres factores: la falta de cultura política y democrática, la desafección a la política y la estigmatización de la movilización», opina. ¿Y eso no pasa en Granada? «En otros sitios hay una figura o un motivo catalizador. En Granada está la figura de Jesús Candel, Spiriman». Es el médico de urgencias que ha ejercido el papel de líder de las movilizaciones contra la fusión hospitalaria. «El germen era la degradación del sistema sanitario. Candel ha sido el catalizador. Y con el paso del tiempo, cuando la población ha visto que movilizándose se conseguían cosas, se ha empoderado. Eso no ha ocurrido en Almería», defendía el experto de la UAL. «Es un cóctel. En Almería no hay esa figura, ni tampoco un motivo catalizador».
Ni siquiera cuando la movilización venía precedida de tres noticias absolutamente descorazonadoras: el retraso en la puesta en servicio de trenes adaptados a personas con movilidad reducida, la paralización de la redacción de los proyectos en cinco tramos del AVE entre Almería y Murcia ordenada por el Gobierno y la marcha de varios contratistas por el hartazgo de la parálisis absoluta en la ejecución de la línea de alta velocidad.
«Puede que el origen esté en que en Almería nunca ha habido buenas comunicaciones. Nos hemos acostumbrado a eso». José María Granados, periodista, ha sido notario de la realidad almeriense durante los últimos 40 años. «El único servicio ferroviario que ha funcionado bien, que era el tren nocturno, desapareció en los noventa. Y por suerte, las carreteras han mejorado. Así que el almeriense medio piensa que para ir a Madrid una vez al año, pues se rasca el bolsillo y va en avión, o sufre las siete horas de tren leyendo. No lo considera de una extrema necesidad».
Granados recuerda que ni siquiera entonces, cuando desapareció el tren nocturno en los noventa, hubo grandes movilizaciones. «Es como si pasáramos. Va más gente a recoger abanicos en la Feria que a las manifestaciones. No estamos motivados», aduce. Obviamente, el abanico de Feria no es una necesidad perentoria. Pero sí una motivación: un premio a la paciencia. «Salvo algo muy grave, como el 11-M, en Almería hay una mentalidad muy individualista».
Esta último argumento casa bastante con el estereotipo del almeriense emprendedor, construido a si mismo, levantado por trabajo y esfuerzo, sin apoyo de las administraciones y sin un liderazgo social claro. ¿Qué pasaría si surgiera un líder como Candel? «Dependería. En Almería los ingredientes no son los de Granada», refiere por su parte Sánchez.
La carencia de un líder que otorgue visibilidad a la reivindicación -y que, a su vez, motive a la movilización- es un argumento compartido, también, por Rafael Quirosa-Cheyrouze, doctor en Historia por la Universidad de Granada y Catedrático en el área de Historia Contemporánea de la Universidad de Almería. «Históricamente, en Almería ha habido unos representantes políticos que no han priorizado por la tierra, sino por su partido. Muy pocos representantes han llegado arriba [a cargos de responsabilidad] y los pocos, han tenido poco interés». «Han estado -abunda- sometidos a la jerarquía del partido y otros intereses variados». La ausencia de una figura con «actitud combativa» echa el freno de mano a la sociedad, dice, que observa entonces los estamentos políticos como algo que no le es útil. «Las estructuras no responden, y entonces la gente se queda pasiva», asevera Quirosa-Cheyrouze. «Hay almerienses que ven en la reivindicación una lucha rellena de una sarta de mentiras. Y si a eso se le añade una cierta sensación de politización... Cuando es por el tren, contra quien gobierna en España. Cuando es por el hospital, contra la Junta. La gente se cansa, se queda sin motivación», defiende, en la misma línea, Granados.
El desinterés por la política y la gestión de los políticos no es algo exclusivo de Almería. «El CIS [Centro de Investigaciones Sociológicas] lo viene diciendo en los últimos cinco o seis años: los líderes políticos y los partidos son, junto con los sindicatos, las organizaciones menos valoradas. La crisis, la corrupción, la sensación de que no se rinden cuentas... Es un 'totum revolutum' que provoca un rechazo generalizado a todo lo que huela a política», argumenta el sociólogo Sánchez. Salvo, insiste, que hayan catalizador y líder. «Es un germen. Y si se ven frutos...», pues cambia el chip.
Juventud ajena
«Puede parecer fatalista, pero en Almería se da una retroalimentación. En Granada hay una estructura social muy vertida hacia los estudiantes de la universidad. Aquí se ha generado una conciencia de que movilizarse no sirve para nada». Quirosa marca aquí el acento en la desmovilización juvenil. En la manifestación del miércoles, los menores de treinta años eran una honrosa excepción.
Araceli García es educadora social por la Universidad de Almería. «Ante la falta del tren, los jóvenes se buscan la vida con el Blablacar. Es como si no se plantearan que en Almería podría haber los mismos servicios que ven en otras ciudades de Europa cuando se van de Erasmus». «Además, sorprendentemente, cada vez que hay una manifestación en la universidad, la secundan cuatro gatos. A la falta de ejemplo de que hay que luchar por lo que se quiere se suma la falta de motivación histórica de Almería y que a la gente joven el tema no le llega. Acaban buscándose la vida, encontrando soluciones».
Pese a estos análisis, hay quienes lo reducen a una simple cuestión de carácter, de idiosincrasia. «El carácter del almeriense es bastante dejado. [...] Somos más de los bares, de hablar en la puerta, en la barra del bar o en la esquina», advertía ayer en rueda de prensa el concejal portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Almería, Miguel Cazorla. Su análisis a vuelapluma, muy repetido, supondría tener los bares almerienses llenos de indignados.
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