-UN PASADO LLENO DE REDES Y FATIGA- COSTA IDEAL.ES
excelencia del litoral más oriental y sus bañistas se quejan de falta de servicios e infraestructuras.
En la Rábita, anejo playero de Albuñol, uno oye nombres de pescados que no ha oído nunca. Allí se te ensancha el conocimiento y el vocabulario marítimo, un vocabulario hecho a base de generaciones que han popularizado cualquier nombre de pez salido del mar. ¿Saben ustedes, estimados lectores, lo que es un tapaculillos? ¿Y un burriquete? ¿Y qué es un boliche? Por último. ¿sabrían decirme lo que es un bilcho? Bueno, pues todo eso se aprende en La Rábita, la playa por excelencia de nuestra costa más oriental. Si quieren ustedes curiosidad por saber qué son estos pescados, tendrán que leer hasta el final esta crónica. Lo siento.
En el barrio de Las Mochilas, enfrente de un parquecito en el que hay una sirenita en postura como la de Copenhague y que los gamberros la han dejado sin cabeza, se sienta todas las mañanas Juan Antequera, 'el Pirri', a añorar un pasado lleno de redes y fatigas. Se echó a la mar cuando tenía cuatro años y no regresó de él hasta cumplir los 65. Primero como pescador en La Rábita y luego en Barcelona, a donde tuvo que emigrar cuando en su pueblo comenzaron a escasear los jureles y las caballas. Juan dice que se hartó de estar en la mar y me recuerda a aquel viejo pescador motrileño llamado Segura que se había pasado toda su vida remando con su barquilla y que al jubilarse los nietos le compraron una pequeña embarcación con motor. A la hora de bautizarla le puso: «Ahora que reme Dios». Fue el párroco el que le dijo a Segura que, por favor, cambiara el nombre porque el que le había puesto podría resultar una blasfemia. El cura le recomendó que le pusiera un nombre de mujer, pues hay muchos y muy bonitos. Segura lo pensó y al final encontró el nombre perfecto: 'Remedios'.
Para 'el Pirri', La Rábita no solo ha perdido la pesca, también el ambiente recatado y familiar de otros tiempos.
-Aquí éramos todos como una familia grande. Me acuerdo que venían muchos extranjeros que les encantaban las moragas que hacíamos. Ahora todo. no sé decirle. es como más frío.
Playa El Ruso
Con 'el Pirri' se sienta de vez en cuando a añorar otros tiempos Jorge, que es de Rubite pero que lleva muchos años viviendo en La Rábita. Jorge me cuenta la peculiar historia de la Playa El Ruso, que está a continuación del lugar donde reposan pocas barcas de pesca que quedan en La Rábita. Es una playa naturista donde va muy poca gente a desnudarse porque tiene muy difícil el acceso.
-¿Yo puedo ir, Jorge?
-Hombre, en barquilla sí. Andando es difícil porque hay que bajar por una pendiente muy peligrosa. ¡Si quiere usted 'escalabrarse'..
Le digo que no me voy a arriesgar y entonces me cuenta que por La Rábita aparecieron en los años veinte del siglo pasado tres militares rusos. Dos se fueron al poco tiempo y uno se quedó. Se llamaba Basilio y, según recuerda Jorge, era un tipo alto, fuerte y guapo, además de bohemio y muy culto.
Eligió una cueva de la cala 'El Lance Nuevo' para vivir y ayudaba a los pescadores a tirar de la traílla, cultivaba la tierra y desempeñaba cualquier tarea con agrado. Se hizo tan popular que los rabiteños cambiaron el nombre de la cala por la de 'El Ruso'. En la tumba de 'El Ruso', que murió hace 35 años, dicen que de vez en cuando aún se ven flores frescas. Nadie sabe quién las pone.
Sin luces
-Antes veraneaba en Torrenueva, pero allí se han puesto los alquileres por las nubes -dice Amalia.En La Rábita veranean desde hace nueve años Amalia y su padre Francisco, que son de Granada. Me cuenta Amalia las tres razones por las que ha elegido La Rábita: por tranquilidad, por estar muy poco masificada y porque es más económica.
Pero lo mismo que tiene tres razones poderosas para veranear en La Rábita, tiene tres quejas sobre ella: no hay suficientes duchas, no tiene fácil accesibilidad para las personas impedidas o mayores y el paseo marítimo está casi a oscuras.
En la carencia de luz en el paseo coincide plenamente con José Rodríguez, 'El Pozolero', que regenta el bar que lleva su apodo y que dice que el Ayuntamiento, para ahorrar, en vez de tres bombillas, enciende una.
-Está claro. A este Ayuntamiento le faltan luces -dice un tanto resignado 'El Pozolero'.
Con 'El Pozolero' y su mujer Amalia Romero me tiro hablando media mañana. Él es un hombre de cuerpo rudo encerrado en un alma amable y ella una bondadosa cocinera que me prepara un plato de migas con sardinas y tomates cherrys. Recordamos (en La Rábita es fácil que surja el recuerdo) aquella desgracia que llamaron 'La Nube' que acabó con la vida de casi 200 personas. Fue el 19 de octubre de 1973 cuando una riada inundó la Rambla y se llevó por delante casas y vecinos.
-Claro que nos acordamos de 'La Nube'. Yo tenía 15 o 16 años. Veíamos a la gente sacar cadáveres de entre el barro. Eso jamás se olvida -dice Amalia.
Los rabiteños se quedaron, sin padres, sin hermanos, sin casas, sin barcos, sin invernaderos y sin futuro. La Nube se lo arrebató todo.
Villegas y Cachopán
El chiringuito con más solera de La Rábita tiene nombre compuesto como Bonny and Clyde o Simon and Garfundkel. Se llama 'Villegas and Cachopán' porque la nieta de la fundadora del chiringuito, Francisca Montes, esposa de Villegas, se ha casado con el hijo de un pescador de siempre conocido por Cachopán. Cuando se le pregunta a Francisca cuántas paellas ha preparado para los turistas, menea la mano derecha y exclama:
-¡Uuuhhhh! Ni se sabe.
Es Keké, el hijo de Cachopán, el que al final me aclara lo que es un boliche:
-Es una fritura de pescaillo de morralla que se saca con el trasmallo. Son peces parecidos al lenguado y que llamamos tapaculillos y burriquetes. En cuanto a los bilchos, son boquerones ensartados en cañas y puestos a sol. Como bañistas ensartados en sombrillas y expuestos al astro rey, que diría una greguería de Gómez de la Serna.
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