LA COQUETA SOMBRILLA DE AMADORA IDEAL.ES
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PEPE, DÍGAME | PLAYA DE SAN CRISTÓBAL (ALMUÑÉCAR)
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Con buen humor, en este chiringuito se empieza con los huevos con bacon para los guiris y se remata con un mojito por la tarde
A Pepe, mítico camarero del 'Pepe, Dígame', le encanta trabajar en un
chiringuito por una razón sencilla y directa: «es más basto y no hay
tanta finura», lo dice con gracia y se le entiende, mientras tira una
caña pegado a un cuadro con el escudo del Real Madrid. En este
chiringuito de la almuñequera playa de San Cristóbal reina el buen
rollo. Los camareros están de cachondeo entre ellos y eso hace presagiar
que les gusta estar allí echando horas, de acá para allá, con las tapas
y los espetos mientras otros paran el tiempo a golpe de hamaca.
Por allí está Juan Carmona hermano de Pepe Carmona (el dueño), que es un poco el maestro de ceremonias del día (con luz) y que luego da paso al turno de noche. «Empiezo con los desayunos de los guiris, con los huevos con bacon, después seguimos con el aperitivo, con el espetito, que es muy importante, la comida y los mojitos y yo, me retiro hasta el día siguiente», cuenta mientras se recupera, con un brebaje especial de una noche agitada. «Estuve con la familia, hablando y hablando y se nos hizo de día», confiesa, sin querer hacer declaraciones pero desgranando poco a poco la historia entera del chiringuito.
«Que siempre me toca a mí...», se resiste Juan a comenzar el relato pero las palabras se le escapan porque es un auténtico relaciones públicas que está pendiente de todos los clientes. Sol, sombra, mesas, mucho trabajo por delante y Pepe, el camarero de confianza, que asegura que en pocos años se retirará.
Nadie le cree. El chiringuito es algo pegajoso como la humedad de la
Costa que va descontando agostos. El Pepe, Dígame, lleva sobre la arena
de San Cristóbal desde 1990 y allí siguen como si hubiesen pasado dos
días, con ese peculiar nombre y el logotipo de un salvavidas que habrá
que lanzarle a alguien cuando esos maravillosos mojitos se alarguen.
«El nombre viene de la manera de servir: dígame... empezó de cachondeo y así se quedó», apunta Juan que lleva allí toda la vida y que reconoce que la tercera generación se les resiste. Sus hijas y las de su hermano Pepe han optado más por hincar los codos, algunas Medicina, y por allí, está Jose, que reconoce que a él no le iba eso de estudiar y que optó por el chiringuito y eso lo afirma muy serio, con cara de mucha responsabilidad, detrás de la mesa donde se echan las cuentas.
Y de repente aparece la protagonista de esta historia, Amadora, que lleva en el Pepe, Dígame, desde el comienzo de los tiempos porque ella, tiene 90 años y Almuñécar siempre ha sido su refugio. «Cuando los cumplí me hicieron una fiesta preciosa», cuenta con su atuendo playero perfecto y ni un achaque y una sombrilla que Juan, el chiringuitero, valora mucho. «Que se haga la foto con la sombrilla que es muy bonita», aporta.
Amadora está con su hija y una amiga y vienen de Almuradiel (Ciudad Real) donde es propietaria de la estación de servicio donde paran las 'alsinas' de siempre cuando hacen el recorrido entre Granada y Madrid. Ella lo hace siempre entre Almuradiel y Almuñécar con la ilusión de reencontrarse allí, en el Pepe, Dígame, con la que ya es su familia, con alguien que le diga, que le cuente, que le explique cómo va la vida y que escuche dónde compró la sombrilla que tanto gusta. Esa es la vida del chiringuito, la que transcurre entre un verano y otro.
Por allí está Juan Carmona hermano de Pepe Carmona (el dueño), que es un poco el maestro de ceremonias del día (con luz) y que luego da paso al turno de noche. «Empiezo con los desayunos de los guiris, con los huevos con bacon, después seguimos con el aperitivo, con el espetito, que es muy importante, la comida y los mojitos y yo, me retiro hasta el día siguiente», cuenta mientras se recupera, con un brebaje especial de una noche agitada. «Estuve con la familia, hablando y hablando y se nos hizo de día», confiesa, sin querer hacer declaraciones pero desgranando poco a poco la historia entera del chiringuito.
«Que siempre me toca a mí...», se resiste Juan a comenzar el relato pero las palabras se le escapan porque es un auténtico relaciones públicas que está pendiente de todos los clientes. Sol, sombra, mesas, mucho trabajo por delante y Pepe, el camarero de confianza, que asegura que en pocos años se retirará.
«El nombre viene de la manera de servir: dígame... empezó de cachondeo y así se quedó», apunta Juan que lleva allí toda la vida y que reconoce que la tercera generación se les resiste. Sus hijas y las de su hermano Pepe han optado más por hincar los codos, algunas Medicina, y por allí, está Jose, que reconoce que a él no le iba eso de estudiar y que optó por el chiringuito y eso lo afirma muy serio, con cara de mucha responsabilidad, detrás de la mesa donde se echan las cuentas.
Y de repente aparece la protagonista de esta historia, Amadora, que lleva en el Pepe, Dígame, desde el comienzo de los tiempos porque ella, tiene 90 años y Almuñécar siempre ha sido su refugio. «Cuando los cumplí me hicieron una fiesta preciosa», cuenta con su atuendo playero perfecto y ni un achaque y una sombrilla que Juan, el chiringuitero, valora mucho. «Que se haga la foto con la sombrilla que es muy bonita», aporta.
Amadora está con su hija y una amiga y vienen de Almuradiel (Ciudad Real) donde es propietaria de la estación de servicio donde paran las 'alsinas' de siempre cuando hacen el recorrido entre Granada y Madrid. Ella lo hace siempre entre Almuradiel y Almuñécar con la ilusión de reencontrarse allí, en el Pepe, Dígame, con la que ya es su familia, con alguien que le diga, que le cuente, que le explique cómo va la vida y que escuche dónde compró la sombrilla que tanto gusta. Esa es la vida del chiringuito, la que transcurre entre un verano y otro.
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