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Puerta Grande para una buena faena de Sebastián Castella y dos de batalla de Paco Ureña
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Miguel Ángel Perera se fue sin un justo premio en una tarde en la que el ganado no dio facilidades y hubo bastante más cemento en los tendidos del deseado
Ayer, sin ir más lejos, alguna oreja de más hubo y alguna de menos y, de este modo, el resultado desvirtúa el espectáculo, lo que repercute en la 'felicidad' o no del que paga. Todo en una tarde con sabor de lo que pudo ser y no fue, del 'sí, pero no'.
Triunfó Castella por la única faena 'potable' del encierro, la 'conquistada' al primero de la tarde, que no puso facilidades. Importante actuación del galo, pero puede que no para tanto. Tan ala altura de las dos que le sirvieron a Paco Ureña para acompañar al francés por la Puerta Grande. En su descarga, el hecho de encontrarse a dos animales demasiado a la defensiva, que se fueron apagando poco a poco, lo que obligó al lorquino a pisar 'tierras movedizas', eso sí, con empaque y metido en la pelea.
La faena
Visto el resultado, el de los trofeos, la tarde comenzó con ilusión, aunque toro a toro la misma se fue difuminando. Lo cierto es que a Sebastián Castella, al que le costó atemperar la embestida del primero, que salía suelto del embroque y que incluso le avisó en el quite por chicuelinas ejecutado sin apenas sitio para los dos, las cosas comenzaron a salir a través de la templanza. Con la franela consiguió meritorias tandas, sobre todo por el pitón derecho, con ligazón y con mucho temple -tres tandas- para lucirse luego en el toreo al natural, por donde el animal 'tragó' menos, modificó su embestida. Sin embargo, el galo lo volvió a templar hasta conseguir su propósito. Cerró acortando las distancias con una serie de bernardinas y una estocada caída, respondida desde el palco con dos orejas.
Peor aún fue la que propinó al cuarto de la tarde, lo que terminó por deslucir una faena marcada por la paciencia del diestro de Beziers, que comenzó con una firme propuesta y lances de pies firmes con el percal a la verónica. No decayó en sus formas, de templar al animal. Lo hizo, pero obstaculizado por la falta de fuerzas del de Núñez de Tarifa, lo que obligó a Castella a pisar terrenos de cercanías para poner fin a su actuación en la Feria de Almería de 2016.
Sin compañía
Miguel Ángel Perera tuvo el handicap de estar solo en el ruedo. Mientras el de Núñez de Tarifa tuvo fuerza, que fue por poco tiempo, el extremeño lo intentó con sus habituales formas. Lucido en el recibo de capa, con mucha hondura, brilló con un quite en el que enlazó gaoneras con tafalleras de bella ejecución. Pero Berlanguito se acabó pronto. Faena sin emoción por la escasa participación del burel, por más que Perera intentó pisar distancias cortas. No pudo bajarle la mano, pese a la nobleza y bravura del animal, pero con el handicap de la flojera. Final de faena de tragar, casi en actitud gladiadora de Perera, que trató de mantener viva la emoción.
Más opciones tuvo en su segundo, el quinto de la tarde. Comenzó muy desmayado con el capote. Miguel Ángel Perera, del que todavía los aficionados recuerdan aquella inmensa faena al manso en la feria de 2014, templó la embestida del quinto, al que consiguió sacarle interesantes tandas por el pitón derecho en la faena de muleta. Manejando el tiempo y la distancia -sólo un par de pases tuvieron el defecto de verse punteados-, aunque de forma paulatina la faena, pese a la firmeza de Perera, perdió en vistosidad por la desafiante actitud del toro, defendiéndose, cabeceando el final de los muletazos, con la cabeza alta y cortando el viaje. Faena difícil a la que puso fin con una buena estocada.
De pelea
Paco Ureña se encontró con una animal a la defensiva, que punteó los engaños y le quitó pulcritud a la faena del lorquino, que tuvo el don de la persistencia, pero no encontró el resultado nada más que en los inicios, con dos tandas a pies juntos en los que tumbó por firmeza las intenciones de 'Lanzallamas'. Persistente y valiente, Ureña pisó terrenos difíciles, poniendo epílogo con una tanda de manoletinas ceñidas y una estocada caída.
Con el que cerraba plaza, el lorquino tuvo el problema del inicio, porque el toro, sin codicia, no se entregó de salida. Lo hizo tras el tercio de varas. Ureña, clásico, tuvo la virtud de darle tiempo entre tandas, pero sobre todo de darle muleta, de ponérsela. El problema es que duró poco, aprendió rápido y el jabonero no quiso pelea, salvo para aprovechar los descuidos.
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