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Un equipo internacional de astrónomos liderados por el Instituto de Astrofísica de Andalucía, con sede en Granada, encuentran un planeta con el potencial de albergar agua líquida en su superficie y que orbita Proxima centauri, un sol a solo cuatro años luz de distancia
«Estamos deseando que el resto de la comunidad científica pueda conocer nuestra detección para que observemos el planeta con todas las opciones posibles», indica Amado. «Distintos observatorios y distintos instrumentos que aporten información adicional y nos permitan completar lo que sabemos». Incluso esperan que el hallazgo sirva de acicate para la investigación de nuevas tecnologías que hagan viables los viajes interestelares. «Yo no sé si es posible, pero ahora merece la pena empezar a pensar en ello», recalca Anglada-Escudé. Ya hay proyectos –solo sobre papel– para acelerar una pequeña nave hasta una quinta parte de la velocidad de la luz gracias a un láser. Si se lograse, reduciría el tiempo de viaje a Proxima b a apenas veinte años.
Aunque los primeros datos son muy prometedores, Proxima b tendría que cumplir muchas otras condiciones de las que aún no se sabe nada para ser capaz, potencialmente, de albergar vida. Aunque su estrella, Proxima Centauri, es mucho más pequeña y tenue que el Sol, también es más proclive a emitir grandes llamaradas. Para soportarlas, el nuevo planeta necesita tanto una atmósfera como un campo magnético que la proteja. Solo con ambas podría, en teoría, sostener las condiciones de habitabilidad. Y aunque de momento no hay instrumental operativo para saberlo, puede que lo haya dentro de poco. La cercanía, además, ayuda.
Viajes interestelares
En los próximos cinco años van a entrar en funcionamiento varios
telescopios de última generación. El primero será el James Webb, el
sustituto del Hubble, que está previsto lanzar al espacio en 2018. Su
tecnología permitirá, si las condiciones son las adecuadas, estudiar la
atmósfera de Proxima b. «Al estar tan cerca, permite estudiar
características que no podrían estudiarse en otros exoplanetas», indica
Amado. La cercanía, en el espacio, es algo relativo. «Veinte años en desarrollarlo y otros veinte en el viaje», elucubra Amado, mientras calcula si le daría tiempo a ver imágenes reales del planeta que ha descubierto si el proyecto Starshot –el de impulsar con un láser una pequeña nave– se pone en marcha. «Estaría ahí ahí. Si la investigación en medicina avanza, mejor todavía», bromea. Aun así, explica que, además de una misión interestelar, la considera una aventura «intergeneracional». «Que empiece aquí, y que mi hija pueda ver los frutos que da».
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