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EL CANALLO NO TIENE NINGUNA FE, HACE EL ROCIO PORQUE LO OBLIGAMOS EL DIA




El profesor reflexiona sobre los cuidados que se le deben dar a los equinos en tradiciones como las romerías.

Francisco Castejón Montijano, en instalaciones de la Universidad de Córdoba.
El profesor de Fisiología y catedrático de la Universidad de Córdoba (UCO), Francisco Castejón Montijano, es la persona que mejor conoce el rudimentario -y delicado- metabolismo de caballos y bueyes, los romeros de fe desconocida que hacen el camino hasta la aldea onubense de El Rocío. En los próximos diez días, las bestias se habrán echado al lomo hasta 250 kilómetros de veredas y arenas pesadas por un olé olé olé que no va para ellas. El jinete estará subido en estos momentos encima de una montura vaquera. En caso contrario, lo hará hoy o mañana y se sumará a una de las numerosas hermandades que visitan en procesión a la Blanca Paloma en la aldea de El Rocío. No conoce al caballo, es prestado. Tampoco sabe si está entrenado. No se lo cuestiona. Son las siete de la mañana y se coloca en la zalea con la elemental indicación de llevar un saco de pienso en el coche de apoyo. O dos. Tres son un exceso. El coche, así en general, puede que también lo sea. Horas después, el romero está animado, las agujetas han sido anestesiadas con los grados del mollate y la sensación liberadora del asueto. Galopa. Para. Bebe. Vuelve a galopar, esta vez duna arriba. Llegar a lo más alto ha costado un par de patadas. El penco se quería rajar. Se acerca a un grupo que canta. Vuelve a beber. Él corea desde la montura. Y la mujer que lleva a la grupa, también. Cae la tarde. 20 kilómetros después, el romero está un poco más cerca de la reja y absolutamente agotado. El de arriba se ha quedado planchado debajo de un pino después de aflojarse los zahones. Olvidó desensillar al caballo. Tampoco aflojó la cincha. El sudor seco empieza a picar debajo del pellejo de 25 kilos de calibre. Aparece la sed, el hambre, el cansancio. Mañana será otro día de camino. O no. Para unos pocos caballos y bueyes será el último. Todos los años cae alguno.

-¿Qué puede decirle a este jinete abrupto antes de la peregrinación?

-Lo primero que tiene que saber es el nivel atlético del animal. No es lo mismo un caballo que está entrenado y trabaja cada día que uno que solo sale en romería, que los hay. La arena del camino concentra el doble de esfuerzo y energía. Piense que está andando descalza sobre la arena seca de la playa, en verano, a treinta o treinta y cinco grados. Su hijo, que va subido a caballito, no le deja parar a descansar, a comer o a beber. Le hace correr una y otra vez. Usted acabaría agotada.

-O muerta.

-Efectivamente, o muerta. El manejo del animal durante el camino es la segunda cuestión que debe plantearse el jinete inexperto. Es más importante que coma heno a que coma pienso. Se suele elegir el saco de pienso porque el formato es cómodo y limpio de manipular pero al caballo no le hace ningún favor porque su intestino está diseñado para digerir la fibra y no el grano. La ración de avena termina convirtiéndose en una bola seca y dura que paraliza el tránsito intestinal. Entonces aparece el dolor, el cólico, que puede acabar en muerte.

-¿Es mejor un paquete de heno que un saco de pienso en el coche de apoyo?

-Eso es. Al caballo, el heno le sienta fenomenal. Le encanta. Es su alimento natural. Le alimenta, le sube la moral. Es una seguridad para el jinete, aunque le ensucie un poco el coche. También puede llevar pienso como complemento. En la ración de cereal, es conveniente añadir un puñado de sal gorda para recuperar los electrolitos perdidos en la jornada.

-¿Esa es la dieta que da a su caballo?

-Mi caballo no suele comer pienso. Algunos días le doy un kilo pero solo come heno, buen heno. Otra cosa muy importante es que beba.

-El agua, claro, se nos olvidaba.

-No, el agua no se puede olvidar en ningún caso. Al caballo o al buey le puede faltar la comida pero el agua nunca. El despiste puede acabar mal. Hay pilones de agua por el camino pero suelen estar bastante distanciados y normalmente hay cola de espera, porque hay pocos y son muchos los romeros. El jinete que no lleve agua en el coche de apoyo deberá esperar su turno y alcanzar después al grupo. No es una buena idea repostar en el siguiente punto. El agua, lo primero.

-El calor será un elemento de castigo ausente este año. Eso que ganan los animales…

-Con estas condiciones meteorológicas hay que ser especialmente cuidadoso porque la humedad relativa del ambiente es muy alta y el caballo no suda y se calienta igual. Tiene las mismas necesidades de descanso, agua y comida. La situación empeora en rocíos de lluvia porque el caballo no da señales.

-¿Hay un Rocío poco lesivo para la bestia?

-Sí, y es fácil y barato. Subir al caballo por la mañana temprano y salir con la hermandad. A mediodía, en la primera parada, el jinete baja del caballo y retira la silla. Mientras el grupo come, bebe y canta, el caballo también come, bebe y se recupera. El dorso se vuelve a relajar porque la sangre comienza a circular por debajo de la piel, las rozaduras se secan, el cuello se estira para comer un poco de heno del suelo. Cuando llegue el momento de seguir, se ensilla y se continúa la marcha hasta la siguiente parada, que habrá que hacer lo mismo. La noche debe ser para descansar, sobre todo para los bueyes, que hacen la rumia.

-Entonces, las copas y el cante, mejor a pie que a caballo.

-Montar a caballo borracho es igual de imprudente que conducir borracho. Se pierde el control y se deja de ser consciente de la importancia del caballo. Hay un jinete que cuando bebe se cree más listo y más flamenco que su caballo y empieza a abusar de él. Entonces la relación acaba mal porque el caballo pasa la factura. Se desboca, se resabia... Mejor a pie que a caballo, así no se cae la mitad de la copa.

-Y la gitana, ¿a la grupa o en la carriola?

-Mejor en carriola o a pie. A la grupa solo durante un rato. Una hora, no más.

-La fe mueve montañas y caballos…


-No, el caballo hace El Rocío porque lo obligamos. Si no, no iría. No tiene ninguna fe.

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