SOLO UNO DE CADA UATRO CONTRATOS EN LAAS ACEITUNAS SON FIRMADOS POR MUJERES
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Hace ocho años, por ejemplo, la proporción era uno a tres, lo que evidencia la postergación injustificada de las jornaleras en el campo
A buen seguro que la mayoría de ustedes -me atrevería a asegurar que
la 'inmensa mayoría', como decía Blas de Otero- han visto alguna vez uno
de esos telefilmes que emiten las cadenas de televisión en las tardes
de los fines de semana. En muchos de ellos, por aquello de acrecentar el
principio de verosimilitud, aparece un rótulo al principio o al final
advirtiendo al telespectador que 'esta película está basada en hechos
reales'. Pues bien, emulando el titulillo, podría anticiparse también
que este artículo está 'basado en hechos reales'. Y es que, en efecto,
aunque se da por hecho que las noticias deben informar fielmente sobre
lo que sucede, lo cierto es que en ocasiones la realidad parece ficción.
Como puede ser el anacronismo de que en pleno siglo XXI siga existiendo
discriminaciones laborales entre hombres y mujeres. Pues sí. Ocurre.
Aquí mismo, en Jaén. Resulta que, según el Servicio Andaluz de Empleo
(SAE), tan solo 10.183 de los 42.849 contratos contalizados en noviembre
para la recogida de la aceituna fueron firmados por ellas frente a
32.666 rubricados por ellos.
Ya se pueden hacer una idea de cómo están la 'cosas' valorando así, a bote pronto, las magnitudes absolutas. Pero si analizamos el asunto en términos relativos, las cifras son aún más explícitas. Estamos hablando de un porcentaje de contratación femenina en la cosecha de tan solo el 23,76% -uno de cada cuatro si hacemos una aproximación por arriba-. Se trata de una proporción ligeramente superior a la del año pasado (21,81%), teniendo en cuenta, además, la paradoja de que que la campaña precedente hubo una producción récord. Pero más allá de esa diferencia de dos puntos, estamos, por ahora, en la segunda recolección donde, estadísticamente, hay menos jornaleras en los tajos. Sirva como referencia que en 2008, por ejemplo, estábamos en el 30,12% y en 2006 en el 33,46%.
El 'mercado' del empleo
Así están las cosas. La crisis ha multiplicado exponencialmente la oferta de mano de obra y ha reducido, también aritméticamente, la demanda. En el caso de la agricultura, los principales damnificados fueron, en primer lugar, los inmigrantes. Recuerden aquellos tiempos, no tan lejanos, en que las cuadrillas estaban formadas íntregramente por extranjeros y los periódicos publicábamos reportajes sobre ese crisol de culturas y lenguas que participaban en las tareas de recogida. Siempre en armonía, por cierto. Ahora las grandes perjudicadas son las jornaleras. Están siendo claramente postergadas. Y es que, a tenor de las estadísticas, solo el campo tiene cierta capacidad de generar empleo en Jaén, aunque en esta ocasión las expectativas sean mucho menos favorables, con la prevision de que se ofrezcan cuatro millones de jornales menos. Estamos ante un sector refugio. En él están encontrando acomodo -aunque sea durante un par de semanas- desempleados de la industria, la construcción, los servicios y 'el colectivo sin empleo anterior', tal y como se desprende del último informe sobre paro registrado que publicó el Servicio Público de Empleo (SEPE) el pasado martes.
¿Qué razones se argumentan para dejar a un lado a las temporeras? Pues básicamente ninguna sostenible. Y más si tenemos en cuenta que uno de los grandes avances del reciente convenio del campo, que tendrá una vigencia de cuatro años, es precisamente este, que el articulado contempla ya la equiparación entre sexos. En teoría, absoluta igualdad de condiciones. En la práctica, todo lo contrario. Se esgrimen razones imposibles de sostener como el plus de fuerza física que requieren determinadas labores o que la empleabilidad se ha reducido por la progresiva implementación de la mecanización.
Ya se pueden hacer una idea de cómo están la 'cosas' valorando así, a bote pronto, las magnitudes absolutas. Pero si analizamos el asunto en términos relativos, las cifras son aún más explícitas. Estamos hablando de un porcentaje de contratación femenina en la cosecha de tan solo el 23,76% -uno de cada cuatro si hacemos una aproximación por arriba-. Se trata de una proporción ligeramente superior a la del año pasado (21,81%), teniendo en cuenta, además, la paradoja de que que la campaña precedente hubo una producción récord. Pero más allá de esa diferencia de dos puntos, estamos, por ahora, en la segunda recolección donde, estadísticamente, hay menos jornaleras en los tajos. Sirva como referencia que en 2008, por ejemplo, estábamos en el 30,12% y en 2006 en el 33,46%.
El 'mercado' del empleo
Así están las cosas. La crisis ha multiplicado exponencialmente la oferta de mano de obra y ha reducido, también aritméticamente, la demanda. En el caso de la agricultura, los principales damnificados fueron, en primer lugar, los inmigrantes. Recuerden aquellos tiempos, no tan lejanos, en que las cuadrillas estaban formadas íntregramente por extranjeros y los periódicos publicábamos reportajes sobre ese crisol de culturas y lenguas que participaban en las tareas de recogida. Siempre en armonía, por cierto. Ahora las grandes perjudicadas son las jornaleras. Están siendo claramente postergadas. Y es que, a tenor de las estadísticas, solo el campo tiene cierta capacidad de generar empleo en Jaén, aunque en esta ocasión las expectativas sean mucho menos favorables, con la prevision de que se ofrezcan cuatro millones de jornales menos. Estamos ante un sector refugio. En él están encontrando acomodo -aunque sea durante un par de semanas- desempleados de la industria, la construcción, los servicios y 'el colectivo sin empleo anterior', tal y como se desprende del último informe sobre paro registrado que publicó el Servicio Público de Empleo (SEPE) el pasado martes.
¿Qué razones se argumentan para dejar a un lado a las temporeras? Pues básicamente ninguna sostenible. Y más si tenemos en cuenta que uno de los grandes avances del reciente convenio del campo, que tendrá una vigencia de cuatro años, es precisamente este, que el articulado contempla ya la equiparación entre sexos. En teoría, absoluta igualdad de condiciones. En la práctica, todo lo contrario. Se esgrimen razones imposibles de sostener como el plus de fuerza física que requieren determinadas labores o que la empleabilidad se ha reducido por la progresiva implementación de la mecanización.
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