La Galería Arrabal presenta una exposición que la distingue
de otros espacios de la ciudad Roberto Rivas construye poemas visuales
De nuevo la Galería Arrabal presenta una buena exposición que se
aparta abiertamente de lo que habitualmente tiene lugar por otros
espacios donde lo adocenado campa impunemente, sin que existan
demasiadas voces contrarias en un Arte excesivamente tranquilo en sus
inamovibles posiciones, llevando a cabo una obra sabida y con mínimas
alteraciones. Hay que empezar diciendo, no obstante, que comentamos
estas circunstancias siendo conscientes que lo que encontramos en
Arrabal no es, ni mucho menos, la última panacea de lo artístico ni los
únicos argumentos válidos y novedosos que estén llamados a revolucionar
la creación. Lo que se viene presentando en el Callejón del Señor son
trabajos, sobre todo, llenos de frescura, distintos, con carácter y
entusiasmo creativos. Los artistas llegan hasta la galería del Realejo
granadino sabedores que se trata de un espacio donde hay una exigencia
distinta, que ha de existir un concepto artístico diferente, un rigor y
unos intereses alejados de las experiencias al uso, sin repetir los
argumentos que existen en casi todos los sitios. Por eso, si tenemos en
cuenta las muestras que han tenido lugar en estas bellas estancias,
siempre con la presencia sempiterna de Pepe Arrabal, se observa que los
lenguajes no se amoldan a las circunstancias típicas de este arte sin
muchos altibajos, artistas ajenos a las modas, conscientes de la
necesidad de una realidad, al menos, distinta y con posicionamientos
valientes y llenos de pureza.
Roberto Rivas es psicólogo de profesión y, en cierta manera, lo que nos ofrece tiene mucho que ver con juegos mentales, con relaciones que patrocinan entidades distintas y que encuentran una posición artística tremendamente válida. Con una capacidad impresionante de yuxtaponer mínimos elementos extraídos de la realidad, este artista profesor de Psicología, construye bellas piezas que son auténticos poemas visuales, relatos sin palabras de historias presentidas, imágenes que transportan a espacios mediatos y que implican a la mirada para que esta atrape la esencia de los elementos y los haga jugar en un corro de cómplices suposiciones.
Las piezas que se presentan abandonan las escenas artísticas habituales y rompen con los esquemas representativos al uso. Lo que ellas ilustran no son concreciones de nada, son metáforas de una existencia ilusoria, donde todo es susceptible de todo, donde los contrarios unifican sus posiciones, donde lo mínimo genera máximas intenciones y éstas recrean su escueta esencia. Lo real es pura ilusión, los elementos asumen su materia conformadora pero ésta plantea mucho más; sobre todo un organigrama visual donde las partes se sitúan en perfecta y exacta armonía. Desde ellas, la mirada las atrapa y las dirige hacia los íntimos recovecos del alma para que, allí, desarrollen sus infinitos bellos e imprevisibles mensajes.
La obra de Roberto Rivas es bella por dentro y por fuera; todo queda sutilmente estructurado para que no patrocine ningún resquicio de dudosa materialidad; desde ahí el espectador impone su potestad y termina la bella historia que comienza con los mínimos esquemas constitutivos. Las piezas no son esculturas aunque con apariencia de bella formalidad, son objetos visuales que suspenden su patrimonio de cosa para asumir realidades mucho más inquietantes que alcanzan supremos escenarios de excelsa poética donde reina lo presente y lo ausente, donde el fondo y la forma sintonizan en un bello juego de posibles imposibles y todo para que el ojo encuentre la más bella metáfora de un poema sin palabras.
Roberto Rivas, como no podía ser de otra forma, deja en la Galería Arrabal el testimonio artístico de una obra diferente que con muy poco lo consigue todo.
Roberto Rivas es psicólogo de profesión y, en cierta manera, lo que nos ofrece tiene mucho que ver con juegos mentales, con relaciones que patrocinan entidades distintas y que encuentran una posición artística tremendamente válida. Con una capacidad impresionante de yuxtaponer mínimos elementos extraídos de la realidad, este artista profesor de Psicología, construye bellas piezas que son auténticos poemas visuales, relatos sin palabras de historias presentidas, imágenes que transportan a espacios mediatos y que implican a la mirada para que esta atrape la esencia de los elementos y los haga jugar en un corro de cómplices suposiciones.
Las piezas que se presentan abandonan las escenas artísticas habituales y rompen con los esquemas representativos al uso. Lo que ellas ilustran no son concreciones de nada, son metáforas de una existencia ilusoria, donde todo es susceptible de todo, donde los contrarios unifican sus posiciones, donde lo mínimo genera máximas intenciones y éstas recrean su escueta esencia. Lo real es pura ilusión, los elementos asumen su materia conformadora pero ésta plantea mucho más; sobre todo un organigrama visual donde las partes se sitúan en perfecta y exacta armonía. Desde ellas, la mirada las atrapa y las dirige hacia los íntimos recovecos del alma para que, allí, desarrollen sus infinitos bellos e imprevisibles mensajes.
La obra de Roberto Rivas es bella por dentro y por fuera; todo queda sutilmente estructurado para que no patrocine ningún resquicio de dudosa materialidad; desde ahí el espectador impone su potestad y termina la bella historia que comienza con los mínimos esquemas constitutivos. Las piezas no son esculturas aunque con apariencia de bella formalidad, son objetos visuales que suspenden su patrimonio de cosa para asumir realidades mucho más inquietantes que alcanzan supremos escenarios de excelsa poética donde reina lo presente y lo ausente, donde el fondo y la forma sintonizan en un bello juego de posibles imposibles y todo para que el ojo encuentre la más bella metáfora de un poema sin palabras.
Roberto Rivas, como no podía ser de otra forma, deja en la Galería Arrabal el testimonio artístico de una obra diferente que con muy poco lo consigue todo.
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