Surgen los primeros brotes verdes en las zonas afectadas por el incendio el pasado mes de julio, si bien los expertos llaman a la prudencia puesto que su recuperación depende de las primeras lluvias de otoño
Estos brotes verdes no son los de Zapatero, son pura vida abriéndose paso entre las cenizas. La verdadera resurrección de la naturaleza. Resulta que el bosque mediterráneo tiene sus recursos para sobrevivir a los incendios y las plantas, sabias con savia, han empezado a reponerse al fuego que se llevó por delante 2.000 hectáreas forestales de la Sierra de Lújar, la joya medioambiental más importante de la Costa de Granada. Las llamas arrasaron durante una semana el monte a principios de julio y, unas cuantas después, cuando el mes de septiembre asoma, los árboles ya muestran verde sobre negro y en el suelo salen de nuevo las malas hierbas, buenas, en este caso.
«Cuando hay un incendio, al día siguiente la noticia va en relación a que la superficie queda devastada y no es exactamente así, puesto que hay que hablar de superficie afectada, y esto depende de la topografía, la velocidad del viento y el manto de vegetación», destaca el catedrático de Geografía Física de la Universidad de Málaga José Damián Ruiz Sinoga, quien señala que no toda la sierra ha quedado calcinada, sino que en otras zonas se produjo fuego en las copas de los árboles, lo que no llegó a afectar al suelo ni a las raíces.
Para el catedrático, que ha estudiado la regeneración natural de zonas similares afectadas por incendios como son Marbella, Ojén y Mijas, el ecosistema mediterráneo tiene dos caras: «La mala es que el monte mediterráneo es poco resistente y basta una colilla, un fuego incontrolado o un rayo para que arda completamente; pero la buena es que es extraordinariamente resilente, por lo que se autorrecupera muy pronto naturalmente».
Evidentemente, se tardarán muchos años en recuperar el esplendor que la Sierra de Lújar ofrecía minutos antes del incendio, cuyas causas aun están por esclarecer aunque diversas fuentes indican que pudo tener su origen en un chispazo en el tendido eléctrico que la atraviesa. Pero hay esperanza. Estos brotes se deben, detalla Ruiz Sinoga, a la humedad que haya podido coger el suelo por medio de pequeñas precipitaciones tras el suceso o bien gracias al rocío. «No toda la superficie afectada se recupera con la misma intensidad; todo el matorral mediterráneo en seis o siete años se recupera casi al 100%, estando al año casi al 60%», expone, si bien con los árboles es otro cantar: «Dependiendo de la intensidad del fuego habrá zonas calcinadas que necesitarán ayuda por medio de la reforestación, mientras que hay otras en las que pasó más rápido».
Los pinos, según explica Fernando Alcalde, geólogo y miembro de la emblemática asociación ecologista de la Costa Buxus, cuando les atacan las llamas tiran una piña al suelo que esparce sus semillas y los alcornoques, cuando las llamas se han apagado, vuelven a brotar porque el corcho les sirve de aislante natural.
En Lújar, algunos alcornoques que habían sido descorchados sí han quedado heridos de muerte pero otros, como se puede apreciar en las fotografías, luchan por tirar hacia adelante y que sea la naturaleza la que le gane la batalla a las cenizas. «Los alcornoques y las encinas son muy resistentes y es muy difícil que un incendio los calcine, por lo que si ni la raíz ni la circulación de la savia se han visto afectadas, al tener actividad fisiológica, aparecerán rebrotes», incide Ruiz Sinoga.
Esta 'resurrección' de los alcornoques tiene su punto delicado. Si no llueve, el árbol sufrirá un sobresfuerzo porque tirará de sus reservas y se quedará sin alimento.
Las primeras lluvias, vitales
Las lluvias de septiembre serían una bendición para colaborar en el renacer de Lújar, pero con medida. «Todo depende del año pluviométrico: si es bueno, esos árboles que parecen desolados, sin ramas, que no estén calcinados, tendrán rebrotes verdes y así hasta hacer difícil distinguir en una década cuáles se quemaron y cuáles no, puesto que en ese tiempo el árbol tiene un porte (cubierta vegetal) aproximado del 70% mientras que en 25 años puede que del 100%, que es lo que ha pasado en los incendios estudiados en Málaga», desvela Ruiz Sinoga.
Conviene, no obstante, no llevarse a equívocos. La situación original con el frondoso alcornocal que presentaba, en algunos casos, ejemplares de 600 años, tardará en florecer. «Si un alcornoque de, pongamos, 500 años se ha visto afectado, tardará en tener el mismo porte unos 60 años, no se puede comparar con otro que sea mucho más joven y necesite menos tiempo para recuperarse», expone el catedrático. Recordemos en este punto que aunque el árbol haya sido dañado por las llamas, mientras la savia siga fluyendo, continúa con vida.
Volviendo a la lluvia, los expertos inciden en que para que la recuperación del ecosistema afectado sea satisfactoria, es clave que las primeras precipitaciones del otoño no sean de carácter torrencial, siendo el mejor escenario las lluvias más suaves que permitirían que las semillas germinasen al humedecerse el suelo en vez de ser arrastradas por un lodazal al estar desprotegida por no tener una cubierta vegetal.
Según apunta Fernando Alcalde, «si llueve en tromba el suelo se erosionará y se perderá la riqueza de esta zona». Por eso, son importantes ahora las labores que vayan encaminadas a frenar los deslizamientos de ese suelo, subraya.
La Junta ya anunció una obra de emergencia para frenar esa posible erosión del suelo pero, según anota el ecologista de Buxus «sólo podrán actuar en los cauces públicos y en el eje de los barrancos porque el resto de terreno forestal afectado es propiedad privada, incluido el propio alcornocal».
La asociación Buxus tuvo una reunión con la delegada de Medio Ambiente, Inmaculada Oria, de la que no salieron muy contentos. «Hemos ofrecido ayuda tanto nuestra como de los numerosos voluntarios que se han ofrecido a colaborar con Lújar pero no se nos ha tenido muy en cuenta», protesta Alcalde, que ratifica que le sugirieron a la Junta que propusiese a los propietarios de los terrenos forestales afectados un plan de reforestación para recuperar, por ejemplo, el alcornocal y no dejar que se convierta en un pinar más.
Una vez pasadas las lluvias, cuando el agua se haya llevado las cenizas y surjan más rebrotes, «será el momento de evaluar qué zonas deben regenerarse por sí solas o bien necesitan de la intervención del hombre mediante la reforestación», recalca José Damián Ruiz Sinoga.
«Ninguna acción»
El alcalde de Lújar, Mariano González, lamenta que, a día de hoy, no se haya realizado «ninguna acción» en la zona por parte de la Diputación de Granada ni de la Junta. «Sabemos que hay un proyecto de un dique para evitar que los lodos produzcan inundaciones en Los Carlos y en zonas de Cambriles y Castell de Ferro», declara expectante el regidor, que asevera que les falta «un 20%» de los trabajos para terminar la valoración inicial de los daños «tanto forestal como con la agricultura de secano, invernaderos y viviendas».
«Lo ideal sería que lloviera suavemente para que la ceniza se quede sobre el terreno y ayude a mantener la humedad de los árboles y que los brotes continuasen; estamos cansados de recoger cenizas», insiste González, que ha visto cómo «en un mes y pico» estos brotes han aparecido. Pero la ayuda, dice, sigue sin llegar y el tiempo juega en contra: «Si fueran ayudas, darían dinero para construir fajines en las laderas quemadas para evitar que la escorrentía de los lodos se lleven las semillas; la Junta nos dijo que daría ayudas pero no a las fincas privadas».
Precisamente, Juan Carlos Hernández, propietario del cortijo rural San Cardo, que tenían previsto inaugurar en septiembre, ya ha comenzado las labores de mantenimiento mientras sigue a la expectativa. «Estamos talando los pinos quemados que no son susceptibles de regenerarse mientras esperamos a ver si la Junta actúa en los barrancos para poner fajines», revela al mismo tiempo que adelanta que, tras sacar esa madera, harán «un plan de regeneración antes de Navidad con la colaboración de técnicos de Medio Ambiente». «Atraeremos a la gente para que vean cómo se regeneran los alcornoques», dice sobre el turismo.
Técnicos del Consistorio lujeño también mencionan a la erosión como al principal enemigo a consecuencia de las posibles lluvias de carácter torrencial. «Si no se actúa se perderá la capa vegetal, lo que complicaría la reforestación, y los efectos serán devastadores», expresan. Para ello, han tomado medidas cautelares como la generación de fajinadas junto a pequeños diques hechos con madera: «La urgencia es no esperar a que lleguen estas lluvias, porque con tres precipitaciones malas se puede perder el manto vegetal».
Se trata de proteger el suelo para asentar las bases de la recuperación de la Sierra de Lújar por sí misma. «Es estúpido plantar en sitios que por sí solos se regeneran», sentencian. La clave, ahora, es ganarle la partida al reloj para evitar que las primeras lluvias, de ser intensas, echen por tierra la labor de la propia naturaleza. La Sierra de Lújar no puede esperar.
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