Ir al contenido principal
A LA RICA PATATA FRITA.
LA RIOJA LOGROÑO
 
Ración de patatas fritas gratis en El Flechazo de León

Cuando uno era crío solía, como los de su quinta, acostumbrarse con poco, entre otras cosas, porque no había alternativa. La resignación era tendencia nacional: más o menos, todo el mundo se conformaba con casi nada. En materia de bares, por ejemplo, valía con una tostada en La Granja repartida en plan asambleario con el resto de la prole para recompensarnos, bastaba una coca cola compartida en La Rosaleda también entre varios morros, un Cacaolat si era fiesta, pero fiesta grande… La consigna era no importunar a los mayores ni a sus bolsillos, doctrina que juzgo desaparecida: ahora se ha implantado la dictadura infanto-juvenil con aquiescencia generalizada, entre el beneplácito común. Una moda tan extendida, que si cuentas como me dispongo a hacer que hubo un día en que un humilde cucurucho de patatas fritas colmaba tus expectativas parecerá que retrocedo al pleistoceno. Lo cual por cierto es verdad.
Ese añorado cucurucho se servía en la churrería emplazada durante largos años en el tramo inicial de Portales, aunque entonces la calle se llamaba General Mola y era en realidad el tramo final: por aquella época se contaba desde Murrieta. Con ocasión de alguna efeméride, la familia caminaba hasta sus puertas y se procedía al convite anhelado, que en la mayoría de las ocasiones tenía de protagonista al querido churro (y no los habrá probado usted mejores, oiga), pero que en fechas menos señaladas se dedicaba a su hermana menor, la patata frita. Patata frita de churrería, vianda exquisita. Servida en efecto en cucurucho, como los propios churros, que íbamos saboreando como si fuera Beluga de regreso al hogar. Tampoco las he probado mejores. Patatas leves, incandescentes, pero sabrosas, siempre al punto de sal. Patatas fritas que se resquebrajaban al mínimo contacto con la dentadura y formaban un riquísimo puré pajizo, inolvidable. Desde entonces tengo para mí que las patatas fritas constituyen la prueba del nueve de cualquier bar, junto con el estado de sus aseos: si superan ambos requisitos, es que el cliente está en buenas manos.
Lo cual, ay, no suele suceder. Las patatas fritas de churrero pertenecen a otra glaciación, aunque ahora se reediten en formato bolsa: una imitación que sólo en contadas ocasiones recuerda al original. Si traigo a colación este fino manjar tan caro a los bares de nuestra infancia es porque acabo de probar unas de aquellas patatas fritas que me conquistaron de chaval. Bueno, casi: no son las mismas, pero las expedidas bajo la marca Pafritas, casa por cierto de raíz riojana, conservan el aroma y sabor de mi infancia. No tengo el gusto de conocer a sus ideólogos ni más pistas que las proporcionadas mientras me las zampo, aunque, de repente, brotan en cada lineal del supermercado y las  veo ofrecerse en unas cuantas barras de confianza, en distintas encarnaciones. Mi favorita, por si le interesa al improbable lector, llega manchada de pimentón. Un juguetón toque picante que le añade atractivo.
Porque lo habitual es lo contrario. En los muy contados bares logroñeses que se inclinan por obsequiar a la parroquia con algún detalle, es norma que ese obsequio adopte la forma de patata frita. Muchas gracias: visto el paisaje general, poco dado a este tipo de convites, a mí ya me sirve. Pero si además las patatas que se sirven tuvieran alguna gracia, el cliente sería casi feliz del todo. Es usual sin embargo que el platillo donde se ofrecerán las patatas ingrese vacío en un bolsón gigantesco, oculto bajo la barra, y reaparezca lleno de un fruto… Ejem, mejorable. Como si nos diera por masticar una servilleta.
Con lo fácil que sería lo contrario. Hacerse con unas patatas fritas de confianza y regalar una ronda a la clientela. Incluso tengo observado que no resulta tan extraño que el propio bar las manufacture: así ocurre en el maravilloso local llamado muy apropiadamente El Flechazo, a las puertas del Barrio Húmedo de León. Un bar que dispara directamente al corazón de sus parroquianos cuando les invita a generosas raciones elaboradas en la freidora donde suda que te suda el dueño del establecimiento mientras las va alumbrando en su punto, estupendas de sal, diabólicas de picante. Un lujo, como se aprecia en la imagen. Un lujo a nuestro alcance… pero sólo el dichoso día en que nuestros admirados hosteleros se dejen contagiar por estas muestras de magnanimidad y se marquen uno de estos lujos.
Hasta entonces, toca resignarse. Esperar que en la ronda habitual nos encontremos con las mentadas Pafritas o hermanas de semejante calidad para acompañar los tragos o que se eleve el nivel de las que ofrecen de regalo en los bares más hospitalarios. También cabe hacer como servidor cuando iniciaba estas líneas: cerrar los ojos, imaginar Logroño a finales de los años 60 y regresar al calor de la querida churrería de Portales, para saborear de nuevo aquellas patatas fritas memorables. Patatas fritas que saben a infancia.
P.D. La costumbre frecuente en otros pagos de la tapa gratis motivó hace tiempo una entrada en este blog y alguna crítica de hosteleros. Nada tengo contra ellos, como se habrá observado. Más bien al contrario. Hubo también quien opinó que semejante práctica se podía imponer en Logroño y desde entonces observo que poco a poco algunos bares la van implantando. Humildemente. Para mí, suficiente. Porque de momento no aspiro a beneficiarme de la generosidad acreditada por los bares de estas ciudades que recopila este enlace.  Doy fe que en tres de ellas (Granada, Ávila, León) uno se marcha a casa almorzado a base de tapas gratis.
 

Comentarios

Entradas populares de este blog

COSTA IDEAL A LA PARTIDA DEL RENIGIO LE FALTA A UN  JUGADOR LA PARTIDA Vista de la playa de La Mamola, en el municipio de Polopos.  / A. C. nuestra costa que nadie quiere nombrar, pero a la que todos quieren ir ANDRÉS CÁRDENAS   LA MAMOLA (POLOPOS) 17 agosto 2014 01:21 Hay una leyenda adosada a La Mamola que no se la quita ni con agua hirviendo. Los pueblos vecinos evitan decir su nombre y le llaman 'El Pueblecillo', cosa que algunas veces disgusta a los mamoleños. «Si vas a La Mamola no le digas 'Pueblecillo', pues te abuchean las mujeres y te apedrean los chiquillos», dice una cancioncilla popular. La leyenda viene de cuando, según cuentan, a unos pescadores de Adra no les dejaron pescar en La Mamola y ellos fueron los que, en represalia, difundieron que nombrar al pueblo traía mala suerte. -¿Sabe lo que le digo? Que eso es envidia, porque en este pueblo siempre ha salido gente muy 'esclarecía' e importante. Y eso no lo podían remed
EL FARO DE MOTRIL INAUGURADA LA NUEVA ESTACIÓN DE AUTOBUSES DE MOTRIL Este lunes ha sido un día histórico para Motril. La nueva estación de autobuses ha abierto sus puertas. La infraestructura, moderna y situada en un lugar estratégico, al lado de los nuevos accesos a la ciudad desde la autovía, se convierte desde este momento en un importante centro neurálgico de comunicaciones desde la capital de la Comarca para toda la zona de la Costa Tropical y La Alpujarra, dada su cercanía a Granada, Málaga y Almería. La alcaldesa de Motril, Flor Almón, junto al teniente de alcalde responsable de las áreas de Obras Públicas y Urbanismo, Antonio Escámez; el director de la Unidad Zonal Mediterránea, Valeriano Díaz; la delegada de Fomento y Vivienda en Granada, Mariela Fernández; y otros miembros de la Corporación, ha presidido el acto de inauguración de la nueva estación, que se prevé ofrezca servicio a más de un millón de pasajeros al año. Flor Almón, ha explicado que

LA HERMANA DE SARA CARBONERO UNA DE LA PRIMERA VISITAS DE LA PERIODISTA TRAS DAR A LUZ A SU PRIMER HIJO

HOLA Irene Carbonero llegó al hospital acompañada por un amigo y con un gran ramo de flores Tras la llegada al mundo del  primer hijo de Sara Carbonero e Iker Casillas , las visitas no se han hecho esperar.  Irene Carbonero, hermana de la periodista, ha sido una de las primeras en llegar al hospital Ruber Internacional de Madrid para visitar a la recién estrenada mamá y conocer al bebé.  La hermana de  Sara Carbonero  ha aparecido poco después del nacimiento, acompañada por un amigo que llevaba un gran ramo de rosas blancas, un bonito detalle para celebrar la feliz noticia. Irene, que es la única hermana de Sara y la menor de las Carbonero, ha sido de las primeras en llegar al hospital pero, sin duda, no la única, y cabe esperar que a lo largo de la tarde y durante el fin de semana sigan llegando familiares y amigos, entre los que probablemente podremos ver más de una cara conocida. Y es que el primogénito de Sara e Iker es un bebé muy esperado, tanto por ellos