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LOS COMEDORES DE LOS COLEGIOS CONCRETADOS RECUPERAN LA SONRISA  

Escolares del colegio Luisa de Marillac, uno de los tres afectados por la supresión del servicio en la zona Norte, en el comedor.

  • El centro Luisa de Marillac, con un alto porcentaje de alumnos en situación de «extrema pobreza», respira aliviado y desprende alegría


En la calle Molino Nuevo, uno de los límites urbanos de Granada capital por su vertiente Norte, la vida transcurre en gran parte al aire libre. Al menos, con las temperaturas primaverales que está ofreciendo noviembre. Alo largo de los 550 metros de travesía hay personas apostadas a ambos lados de este núcleo de población en el que Granada vuelve a confundirse con el campo por debajo del Barranco de San Jerónimo. Hay vida en las aceras y portales y la hay también entre las paredes del modesto colegio Luis de Marillac, ubicado a mitad de camino de la calle, en los bajos de uno de los diez bloques de edificios blanquiverdes de Molino Nuevo. Hay vida a diario, pero este miércoles la actividad es mayor y, si cabe, más ilusionante para los docentes, puesto que se trata del día en el que la normalidad regresa al comedor de este centro concertado que atiende a 122 escolares de Infantil y Primaria, –desde tres a doce años– donde la exclusión social es una realidad, en palabras de su director, Basilio Granados, quien no oculta que alrededor de 70 alumnos viven «en situación de pobreza extrema».
El Luisa de Marillac es uno de los tres colegios concertados del Distrito Norte de Granada que ha sufrido el problema de la suspensión del servicio de comedor desde marzo de 2013 ante la ausencia de un marco legal que habilitara a la Junta de Andalucía para mantener las subvenciones que venía concediendo a todos los centros concertados desde 2003, según recuerda Granados. «Digamos que nuestros comedores no están amparados por ley y, a raíz de la Ley de Transparencia, se detecta que los convenios que venía haciendo la Agencia Pública deEducación a través del ISE (Infraestructuras y Servicios Educativos) no tenían un precepto legal regulado. El servicio se ‘corta’ y, a partir de ahí, ha habido negociaciones entre nosotros y la Delegación de Educación, pero todas las propuestas que se ha colocado sobre la mesa las ha ido descartando Intervención porque no tenían fundamento legal», desgrana el director del colegio.
A la espera del decreto
La solución ha llegado después de que los propios centros, los sindicatos y hasta la propia fiscalía hayan ejercido –en cierto modo– presión sobre la administración autonómica. De momento, se trata de un arreglo provisional hasta que se avance en la fórmula definitiva ya acordada verbalmente. Al tratarse de colegios concertados –aunque sea al 100%– el servicio técnico de Intervención impide a la Consejería de Educación contratar directamente el servicio de comedor, por lo que la vía alternativa pactada ha sido firmar un convenio con Cáritas para que sea la confederación oficial de las entidades de acción caritativa y social de la Iglesia católica en España quien contrate el servicio con la empresa concesionaria (Ibagar). La Consejería de Igualdad y Bienestar Social concede una subvención a Cáritas y esta hace lo demás.
Será así hasta que la administración andaluza elabore y publique un decreto especial que permita la tramitación de una serie de becas individuales en toda Andalucía. Sólo en los tres centros de zona Norte –Luisa de Marillac, Amor de Dios y San José– 300 escolares quedarán cubiertos por la subvención y por el posterior decreto.
En el caso del centro de la calle Molino Nuevo, su director apunta que son alrededor de 90 escolares los que cumplen con requisitos para solicitar la beca, número que coincide con la cantidad de comidas que dan actualmente. Serán los padres, no el colegio, quienes deberán solicitar esa ayuda alimentaria. «Aún no sabemos cómo será el decreto, pero más o menos será ese número de alumnos. Estamos a la espera de que lleguen los borradores. Pero creo que en diciembre, o antes incluso, podremos presentar las alegaciones que consideremos oportunas. Y para el próximo mes de marzo, esperamos, el decreto estará ya firmado, o tramitado al menos, con lo cual, en abril o mayo los padres podrán solicitar ya las becas para el próximo curso», relata.
Otra función educativa más
Para el director del Luisa de Marillac han sido «dos años, más lo que llevamos de curso, muy duros». Asegura que «nos hemos llegado a deprimir al ver que no llegaba la solución y, aunque ahora comprendemos que la Junta haya tardado tanto, es demasiado tiempo». Basilio Granados hace ver que el servicio de comedor para un centro como el que ellos gestionan no es solo una necesidad social y humana, por tratarse de hijos de familias en exclusión, sino que para ellos es también una labor educativa. Son los propios docentes, casi todas maestras, quienes atienden el comedor.
«Creemos que este momento forma parte también del proceso educativo. Aquí los niños y niñas también aprenden. El comedor es una función educativa más, de ahí que seamos nosotros mismos quienes también atendamos el servicio. Además, este es un momento muy importante para todos porque es como estar en casa. Y por otra parte, permite que los alumnos socialicen entre ellos», detalla el director. Este último matiz del proceso se reviste de más relevancia por tratarse de un colegio que cuenta entre su alumnado con 32 escolares rumanos, cuya connotaciones culturales difieren de las locales.
Se da la circunstancia de que muchos de ellos no han iniciado todavía el curso. Esto se debe a que las familias aún no han retornado de su país. «Se van en junio y empiezan a volver por estas fechas», explica Granados. Esta es otra peculiaridad del colegio de Molino Nuevo. Eso sí, pese a esa demora en el calendario, el director corrobora que el absentismo es nulo.

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