La gente se agolpa en los pasos de cebra a la espera de que el semáforo le dé vía libre para cruzar. Hay algunos peatones que, con las prisas que les marca el reloj, echan un vistazo rápido a un lado y otro. A la mínima que los coches pasan más lentos o parece que casi no vienen, cruzan muy ligeros. Mientras, los demás pacientes-impacientes están ahí, a ras de la acera, en sus marcas, listos para cuando sus ojos perciban la luz verde del muñeco del semáforo y su cerebro le dé la señal de tira pa’lante, se lancen a caminar sobre las rayas blancas de la carretera.
Todos sabemos cómo actuar en un paso de peatones. Si el muñequitoque se ilumina es el rojo, quieto todo el mundo. Y si es verde, con paso firme hacia adelante, que hay bulla. Pero, ¿y si se encienden simultáneamente el rojo y el verde? ¡¿Qué hacemos?! Esta imagen de la izquierda se tomó ayer en Granada, para ser más exactos en la calle Doctor Olóriz. Loshombrecitos verde y rojo del semáforo aparecieron a la vez, y demostraron así que no se trata de un único dibujo que se turna para cambiar de color y forma según estime. Me imagino a más de uno como atrapao’ por la situación, inmóviles en el paso de cebra por unos segundos, dudando de si avanzar o no. Simpático marrón momentáneo. Espero que con el semáforo que corresponde a los coches no ocurriera igual, que si no ¡vaya caos!
Y menos mal que este semáforo en Doctor Olóriz no es del tipo que te pone el tiempo: se encienden el muñeco rojo, el verde también y añadimos el descuento para… ¿? Ese es otro tema. El semáforo que menos tiempo marca ronda los 10 segundos; y el máximo, al menos que yo haya visto hasta el momento por aquí, son unos 40 segundos. Y ojo, que en 10 segundos a una señora con bastón que va a paso tranquilo, con calma, le da tiempo de sobra a pasar.
De niños, nuestros padres, familiares y los profes del cole, nos enseñaron qué tenemos que hacer ante los colores rojo, verde y ambar de un semáforo. También a cruzar un paso de cebra sin ellos. Todavía recuerdo lo que me decía mi abuela María cuando salía de su casa: “Antes de cruzar la calle, mira a la derecha, mira a la izquierda, arriba y pa’bajo también”. A echarle un ojo al cielo le encontré hasta cierta lógica, por si algún pájaro gracioso te mandaba un premio justo en ese instante en el que estaba una tan atenta a cruzar al otro lado con cuidado. Pero, ¿mirar hacia abajo? ¿Iba salir una hormiga disparada hacia mi cara o algo similar? Cosas de abuelas, supongo. O más bien, de mi abuela
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