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Rosa está moviendo cielo y tierra, sin éxito, para lograr el dinero que le permitiría sacar a su hijo de la cárcel, cambiando su pena por multa
El dolor de una madre que ve cómo su hijo de 32 años pierde su juventud en la cárcel es difícilmente imaginable. Pero si además esa madre sabe que su hijo no dormiría ni una noche más en prisión si ella tuviera 2.800 euros para conmutar su pena por una multa, se siente una impotencia y una pena «que me asfixian y no me dejan vivir». Así lo cuenta su historia Rosa Estévez, una agricultura de 52 años que vive en Castell de Ferro y que tiene que elegir entre dar de comer a su hija adolescente o ahorrar para sacar a su hijo mayor de la cárcel. Para más no le llega el dinero que gana dando jornales en el campo.
La angustia está consumiendo a esta mujer que lleva toda la vida sacando sola adelante a sus tres hijos de los que, según cuenta, el padre no quiere saber nada. La vida nunca se lo ha puesto fácil pero esta última prueba se le está haciendo demasiado cuesta arriba a esta madre coraje, que ya no sabe qué hacer para reunir el dinero que libraría a su hijo de la cárcel. Jesús Miguel, 32 años, cayó en el pozo de la droga que le llevó a cometer un robo en un vehículo por el que fue condenado a dos años de prisión. El pasado 28 de diciembre ingresó en la cárcel de Albolote para cumplir la pena pero el juzgado número 2 de Motril ha acordado sustituir la pena impuesta de dos años de prisión por cuatro años de multa a razón de dos euros diarios. En total 2.880 euros. El Ministerio Fiscal mostró su conformidad al haber abonado Jesús Miguel la responsabilidad civil por los daños en el vehículo. Más de mil euros que también ha tenido que pagar su madre, al igual que al abogado.
«Jesús está curado, cuando vinieron a por él para que entrara en la cárcel ya estaba trabajando en el campo y él jamás ha sido violento, estaba enfermo», explica su madre, que no tiene más recursos para pagar la multa y ruega a quien quiera ayudarle que se dirija al Ayuntamiento de Castell donde conocen su caso. «Lo llevamos fatal mi hija y yo, estamos solas para todo. Mi hijo estaba trabajando en el campo y me ayudaba a pagar el alquiler, ahora todo depende de mi», explica Rosa, que saca adelante a una estudiante de 17 años y tiene otro hijo, de 28 años, independizado pero en paro, con una pequeña de seis años.
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