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La Guardia Civil retira una media de doce al mes y en 2012 un hombre de 50 años apareció muerto tras quedar atrapado en una de estas redes utilizada para la pesca
El trasmallo es una técnica de pesca constituida por tres redes colocadas de forma superpuesta; las dos exteriores tienen la misma luz de malla y la central es más tupido y de mayores dimensiones. Tienen una extensión de unos treinta metros y una altura por debajo del agua que puede alcanzar los diez. Este arte de pesca solo la pueden utilizar, según la Ley 1/2002 de Ordenación, Fomento y Control de Pesca, los profesionales del sector y a una distancia considerable de las zonas de baño, que no suele ser inferior a los doscientos metros. Sin embargo, se está utilizando a pocos metros de las playas de Almuñécar y La Herradura con el consiguiente riesgo para la población. Sin ir más lejos el pasado 10 de noviembre de 2012 un vecino de Jayena de 50 años murió atrapado en las redes de un trasmallo ilegal colocado a pocos metros de la orilla de la playa del Tesorillo de Almuñécar.
«Estas redes son un peligro si alguien queda atrapado y no tiene un cuchillo para romperlas. En esta situación pueden tener un problema serio», apunta un portavoz de la Guardia Civil.
Retirados
El Servicio Marítimo del instituto armado y los agentes del puesto de Almuñécar vienen retirando una media de diez a doce trasmallos en los últimos meses, en las zonas más próximas a las playas. «Hay gente que elige estas aguas para practicar buceo u otras actividades marítimas, por eso estamos atentos para que al menos en las zonas mas frecuentadas por los practicantes de estas actividades no haya trasmallos», explican desde la Guardia Civil de Almuñécar.
¿Quién se dedica a colocar estas redes? Pues por lo general es gente sin apenas recursos económicos, 'buscavidas' que se dedican a echar los trasmallos al mar para coger pescado que más tarde venden pero sin ningún tipo de control sanitario. Es una situación real que refleja cómo las actividades irregulares proliferan en tiempos de crisis. Los parados que saben pescar y se echan a probar suerte con su barca y, sobre todo, los aficionados que aprovechan sus licencias de pesca deportiva para realizar capturas y venderlas de forma ilegal suponen una amenaza para la sostenibilidad del medio marino y una competencia desleal para los profesionales del sector pesquero. La propia Guardia Civil informa de una reciente incautación de pescado presuntamente procedente de este tipo de pesca ilegal que no estaba sujeto a ningún tipo de control y se vendía junto al mercado de Almuñécar.
Los guardias que retiran del agua estas redes ilegales no pueden denunciar a sus propietarios por la dificultad de cazar a los furtivos a pesar de su lucha y del intenso control de la zona. Para coger a los responsables de estas prácticas ilegales hay que atraparlos en el momento de echar estas redes o de recogerlas.
Tampoco resulta fácil localizar estos trasmallos. «Algunos se señalizan con una lata de bebida o con una simple pelota de tenis. Con los prismáticos podemos identificar algunas de estas señales, pero no es nada fácil. Desde la embarcación solemos peinar las zonas de más riesgo, donde más acuden los buceadores».
Los propios vendedores de pescado han manifestado sus quejas en más de una ocasión por la competencia desleal que les hacen esas otras personas que venden este tipo de productos sin ninguna autorización y a unos precios muy inferiores. Otras veces, los pescadores furtivos optan por deshacerse del pescado vendiéndolo directamente en bares y restaurantes de la zona.
El conflicto de la pesca furtiva ha existido toda la vida en la Costa pero se ha agudizado con la crisis: ahora son más los que pescan tanto para destinar las capturas al consumo propio como para la venta, al existir un «mercado negro» paralelo al de las lonjas a través del que se distribuyen estas capturas ilegales a muchos restaurantes y bares del litoral.
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