GRANDA HOY
La declaración de Patrimonio Mundial obliga a la ciudad a presentar cada diez años un balance del estado de conservación de sus edificios y una recopilación de las actuaciones que se han hecho
Enroscado en una tupida madeja de incertidumbres, el barrio del Albaicín tendrá que poner luz y taquígrafos sobre su fisonomía urbana y dar cuenta del estado de conservación de su patrimonio en menos de un año. La declaración de Patrimonio Mundial, que consiguió en 1994, le obliga a someterse cada diez años a un examen periódico que debe fiscalizar la Comunidad Autónoma, el Consejo Español de Patrimonio y finalmente la Unesco (aunque el documento deben elaborarlo los técnicos de la Agencia Albaicín).
El informe -que incluye también a la Alhambra- tendrá que estar listo en 2015 y deberá incluir un catálogo de edificios con fichas relativas a su estado de conservación, así como una memoria con las actuaciones patrimoniales que se han llevado a cabo en los últimos diez años en este espacio protegido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia, Cultura y Comunicación.
La Alhambra va bien preparada al examen, de hecho su gestión es, en muchas áreas, modélica en España. El Albaicín lo tiene algo más complicado. Se presenta a la prueba con las mismas deficiencias que exhibía en 2005 y, además, sin Plan Especial. Con polémica sobre la forma de sufragar su rehabilitación y con la ausencia de varios edificios catalogados que fueron derribados o reformados sin tener en cuenta la conservación de los elementos de interés, el estado de conservación del Albaicín empieza a preocupar en el mundo.
"El estado de conservación del Albaicín es manifiestamente mejorable", opina el vicesecretario del comité nacional de Icomos España (organismo asesor de la Unesco), Víctor Fernández Salinas. Esto no significa que la inclusión del Albaicín en la lista del Patrimonio Mundial corra peligro. De hecho el barrio granadino no es una prioridad para la Unesco, inmersa en el maremagnum de problemas a los que tiene que hacer frente en Siria o Somalia, por ejemplo. Es más, el hecho de que los informes se elaboren desde los propios estados quita bastante credibilidad a los resultados, almibarados en la mayoría de sus apartados.
Por poner un ejemplo, el hecho de que los estudios no se ejecuten por organismos independientes es algo así como si para pasar la ITV de un coche su dueño le limitara a mandar un escrito diciendo que el coche está bien. Aun así, y pese a la escasa utilidad del documento, ya en 2005 la Unesco advertía entre las debilidades que presenta el barrio la presión turística, el envejecimiento del patrimonio, la despoblación, el uso público de edificios, la delincuencia, la especulación, la no preparación ante los terremotos o la existencia de cables sin soterrar. Además, advertían de la necesidad de mejorar la habitabilidad y la política de alquiler.
¿Qué valor tiene entonces una declaración de Patrimonio Mundial? Para el vicesecretario del comité nacional de Icomos, "el que los ciudadanos le quieran dar".
El organismo asesor de la Unesco cree que el Albaicín debería ser un referente de cómo se gestiona el patrimonio. Y es que a todo el mundo se le llena la boca hablando de Granada pero la ciudad se ha quedado muy atrás en conservación patrimonial siendo superada por ciudades como Sevilla o Córdoba, que en los años 90 pusieron en marcha políticas muy fuertes de recuperación de su patrimonio. "Granada debe hacer una reflexión muy profunda y determinar qué quiere hacer con la ciudad y con su patrimonio. No solo se vive de las imágenes de la Alhambra, la ciudad tiene que estar en un contexto adecuado".
Desde Icomos aseguran que Granada es como un familiar al que se le quiere mucho pero que te da muchos problemas. ¿Se puede achacar este inmovilismo a la crisis económica? "No, precisamente la crisis le viene bien al patrimonio. Cuando hay mucho dinero los dirigentes invierten dinero y siempre les da por convertir los edificios en cosas que no son".
El informe -que incluye también a la Alhambra- tendrá que estar listo en 2015 y deberá incluir un catálogo de edificios con fichas relativas a su estado de conservación, así como una memoria con las actuaciones patrimoniales que se han llevado a cabo en los últimos diez años en este espacio protegido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia, Cultura y Comunicación.
La Alhambra va bien preparada al examen, de hecho su gestión es, en muchas áreas, modélica en España. El Albaicín lo tiene algo más complicado. Se presenta a la prueba con las mismas deficiencias que exhibía en 2005 y, además, sin Plan Especial. Con polémica sobre la forma de sufragar su rehabilitación y con la ausencia de varios edificios catalogados que fueron derribados o reformados sin tener en cuenta la conservación de los elementos de interés, el estado de conservación del Albaicín empieza a preocupar en el mundo.
"El estado de conservación del Albaicín es manifiestamente mejorable", opina el vicesecretario del comité nacional de Icomos España (organismo asesor de la Unesco), Víctor Fernández Salinas. Esto no significa que la inclusión del Albaicín en la lista del Patrimonio Mundial corra peligro. De hecho el barrio granadino no es una prioridad para la Unesco, inmersa en el maremagnum de problemas a los que tiene que hacer frente en Siria o Somalia, por ejemplo. Es más, el hecho de que los informes se elaboren desde los propios estados quita bastante credibilidad a los resultados, almibarados en la mayoría de sus apartados.
Por poner un ejemplo, el hecho de que los estudios no se ejecuten por organismos independientes es algo así como si para pasar la ITV de un coche su dueño le limitara a mandar un escrito diciendo que el coche está bien. Aun así, y pese a la escasa utilidad del documento, ya en 2005 la Unesco advertía entre las debilidades que presenta el barrio la presión turística, el envejecimiento del patrimonio, la despoblación, el uso público de edificios, la delincuencia, la especulación, la no preparación ante los terremotos o la existencia de cables sin soterrar. Además, advertían de la necesidad de mejorar la habitabilidad y la política de alquiler.
¿Qué valor tiene entonces una declaración de Patrimonio Mundial? Para el vicesecretario del comité nacional de Icomos, "el que los ciudadanos le quieran dar".
El organismo asesor de la Unesco cree que el Albaicín debería ser un referente de cómo se gestiona el patrimonio. Y es que a todo el mundo se le llena la boca hablando de Granada pero la ciudad se ha quedado muy atrás en conservación patrimonial siendo superada por ciudades como Sevilla o Córdoba, que en los años 90 pusieron en marcha políticas muy fuertes de recuperación de su patrimonio. "Granada debe hacer una reflexión muy profunda y determinar qué quiere hacer con la ciudad y con su patrimonio. No solo se vive de las imágenes de la Alhambra, la ciudad tiene que estar en un contexto adecuado".
Desde Icomos aseguran que Granada es como un familiar al que se le quiere mucho pero que te da muchos problemas. ¿Se puede achacar este inmovilismo a la crisis económica? "No, precisamente la crisis le viene bien al patrimonio. Cuando hay mucho dinero los dirigentes invierten dinero y siempre les da por convertir los edificios en cosas que no son".
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