UN ANCIANO DE 80 AÑOS MANDÓ AL HOSPITAL A SU MUJER DE UNA PALIZA.
IDEAL JAEN
IDEAL JAEN
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Quedó en libertad con cargos tras decir la mujer que era una agresión puntual y dictar el juez una orden de alejamiento
de ochenta años, se lo llevó la Policía Nacional arrestado
con su rebeca de andar por casa y sus zapatillas de paño. A ella, de
ochenta y tres, la montaron en ambulancia, con la cara llena de
moratones, camino del hospital. En la Policía y en los juzgados, quienes
la han asistido, se echan las manos a la cabeza. «Nunca había visto
alguien con tantas señales en la cara por una paliza», ha llegado a
decir una de las fuentes consultadas, veterana en su oficio. El último
caso de violencia de género que ha trascendido. Un caso que lleva al
límite los sistemas judiciales y de protección social para defender a
las víctimas: el juzgado ha decretado orden de alejamiento. Él no tiene
adonde ir si no es a su casa y ella no puede valerse ni tiene recursos
económicos para vivir sola.
A las cinco y media de la tarde del sábado pasado la Policía recibió
aviso de un vecino, asustado por el escándalo de una agresión en un piso
de la Avenida de Barcelona de Jaén. A los policías les abrió un hombre
que dijo que allí no pasaba nada, y que su mujer estaba durmiendo. Los
agentes insistieron hasta que salió la mujer. Los ojos amoratados, el
cuello en un puro cardenal, un hilo de sangre en la sien. Hubo poco
lugar para las palabras y las excusas. Los agentes llamaron a una
ambulancia para que la atendiese a ella y se llevaron detenido al
hombre.
La mujer fue trasladada al hospital de Jaén, donde quedó ingresada. El domingo ya le habían dado el alta y había podido volver a su casa. Sus lesiones eran más aparatosas que graves. No quiso ir a un piso de acogida. A su casa.
El hombre fue conducido a un centro médico para un reconocimiento y posteriormente al calabozo de la Comisaría. El juez de guardia decidió el domingo prorrogar su detención. El anciano no tenía a donde ir -si no era a su casa, donde ya estaba su mujer- y no había ningún familiar para hacerse cargo de él. Como de todas formas se iba a inhibir a favor del Juzgado de Violencia sobre la Mujer decidió que fuera este órgano quien lo recibiese. Lo pasaron ayer. Tras escucharlo, el juez lo dejó en libertad con cargos y le impuso una orden de alejamiento que le impide acercarse a ella.
Recordaba mucho al caso de un hombre de Bedmar que convivía con su mujer pese a sentencias por maltrato y al que la Audiencia absolvió de quebrantar un alejamiento dado su «estado de necesidad». Aquello provocó mucha tensión entre jueces y fiscales el año pasado. Ayer, finalmente, un hijo de la pareja que vive en el extranjero logró llegar a Jaén a tiempo y se hizo cargo de la situación de los dos ancianos, resolviendo la situación al menos de momento. La Fiscalía le informó de que algunas residencias tienen plazas en reserva para estos casos.
Fuentes cercanas al caso han indicado así mismo que la mujer queda también en situación precaria, porque mientras que él tiene «una buena paga» la de ella es de unos 400 euros, insuficiente para mantenerse sola en casa.
Ante el juez, la mujer negó que sufriera malos tratos habitualmente. Sí explicó sin embargo que hace un tiempo el hombre sufrió un ictus y que tras superarlo su deterioro se está acelerando. Que no se toma su medicación porque piensa que quieren matarlo con las pastillas, y que tiene reacciones violentas.
Al entrar a declarar ante su señoría él dio un traspiés. «Apenas podía andar, no puede valerse casi». Durante parte de su declaración mantuvo una actitud altiva y retadora, aseguran las fuentes consultadas. Después «se echó a llorar como un niño», antes de partir camino de su casa, a hacer la maleta y a instalarse el lugar donde vivirá ahora hasta que haya sentencia firme.
La mujer fue trasladada al hospital de Jaén, donde quedó ingresada. El domingo ya le habían dado el alta y había podido volver a su casa. Sus lesiones eran más aparatosas que graves. No quiso ir a un piso de acogida. A su casa.
El hombre fue conducido a un centro médico para un reconocimiento y posteriormente al calabozo de la Comisaría. El juez de guardia decidió el domingo prorrogar su detención. El anciano no tenía a donde ir -si no era a su casa, donde ya estaba su mujer- y no había ningún familiar para hacerse cargo de él. Como de todas formas se iba a inhibir a favor del Juzgado de Violencia sobre la Mujer decidió que fuera este órgano quien lo recibiese. Lo pasaron ayer. Tras escucharlo, el juez lo dejó en libertad con cargos y le impuso una orden de alejamiento que le impide acercarse a ella.
Situación compleja
La situación era complicada: el hombre no podía volver a casa, y
fuera de allí no tiene a donde ir. Gestionarle una residencia es un
trámite que aún en casos de urgencia lleva sobre el papel quince días y
en la práctica más de un mes. El Fiscal de guardia inició ayer
gestiones.Recordaba mucho al caso de un hombre de Bedmar que convivía con su mujer pese a sentencias por maltrato y al que la Audiencia absolvió de quebrantar un alejamiento dado su «estado de necesidad». Aquello provocó mucha tensión entre jueces y fiscales el año pasado. Ayer, finalmente, un hijo de la pareja que vive en el extranjero logró llegar a Jaén a tiempo y se hizo cargo de la situación de los dos ancianos, resolviendo la situación al menos de momento. La Fiscalía le informó de que algunas residencias tienen plazas en reserva para estos casos.
Fuentes cercanas al caso han indicado así mismo que la mujer queda también en situación precaria, porque mientras que él tiene «una buena paga» la de ella es de unos 400 euros, insuficiente para mantenerse sola en casa.
Ante el juez, la mujer negó que sufriera malos tratos habitualmente. Sí explicó sin embargo que hace un tiempo el hombre sufrió un ictus y que tras superarlo su deterioro se está acelerando. Que no se toma su medicación porque piensa que quieren matarlo con las pastillas, y que tiene reacciones violentas.
Al entrar a declarar ante su señoría él dio un traspiés. «Apenas podía andar, no puede valerse casi». Durante parte de su declaración mantuvo una actitud altiva y retadora, aseguran las fuentes consultadas. Después «se echó a llorar como un niño», antes de partir camino de su casa, a hacer la maleta y a instalarse el lugar donde vivirá ahora hasta que haya sentencia firme.
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