HUELVA INFORMACIÓN
Jardines y arboleda entre calles peatonales y la cercanía del Parque Moret proporcionan calidad de vida para presumir en la ciudad Los vecinos piden una mejoría en mantenimiento
"Vivir en Santa Marta es un privilegio. No tiene precio asomarse al balcón desde una torreta y contemplar el Parque Moret. O caminar entre jardines, con una de las mayores superficies de la ciudad. Por eso la gente no quiere vender sus casas. No quieren perder esta oportunidad de vivir en una gran barriada como ésta".
Las palabras son de Gonzalo Castellano pero las puede asumir cualquier vecino de esta parte de La Orden. El sentimiento es generalizado en las calles de Santa Marta, donde se presume de calidad de vida en el barrio probablemente más verde de la capital. Se dice en el vecindario pero se comprueba también claramente en un paseo por la zona: arboleda frondosa, jardines verdes de césped y un lateral completamente dominado por una de las entradas principales al Parque Moret. Si este espacio es considerado el pulmón verde de la ciudad, Santa Marta bien lo puede ser entre las barriadas onubenses.
Santa Marta es un apéndice del populoso barrio de La Orden. Es la parte más moderna, construida en dos fases a partir de 1978, con 710 viviendas -una gran parte de protección oficial- en bloques de 4 y 9 plantas y pisos de entre 80 y 100 metros cuadrados. "Son buenos, como se hacían antes. Eso y la zona hace que sea raro que se vendan pisos. De aquí no nos vamos ni con agua caliente", apunta Gonzalo Castalleno, que preside la asociación de vecinos de la barriada.
Como las zonas aledañas, Santa Marta está habitada por familias obreras llegadas del Andévalo y la Sierra para trabajar en las fábricas del Polo Químico y en Astilleros en sus mejores años. Es gente sencilla, trabajadora y humilde, aseguran los propios vecinos, y muy familiar. No están sufriendo, "por suerte", la crisis como en otras zonas de Huelva pero tampoco escapan a ella: "El declive ha llegado con el cierre progresivo de Astilleros y de las fábricas. La mayoría tiene pagadas sus viviendas pero se juntan las problemáticas de padres con 50 y 60 años y de hijos, que también están en paro".
Un buen termómetro de la situación, a pesar del pronóstico inicial, es la acción del Banco de Alimentos: "En estos momentos atiende al 25% de la población del barrio, que es una cantidad muy importante. Es una pena ver compañeros y vecinos que antes vivían sin problemas procurando comida para subsistir", explica el presidente de Jardines de Santa Marta.
El comercio también se resiente. La calle Artesanos, que vertebra la barriada, era un referente comercial incluso en toda La Orden. Ahora cuenta con locales vacíos y cierres progresivos. "No es como era antes. Ahora sólo salen adelante los chinos", apunta Castellano.
Pese a todo, Santa Marta es sinónimo de calidad de vida para sus vecinos, que aguantan "el chaparrón" con optimismo. Es una barriada inquieta, con numerosos colectivos, tratando de no perder su poder reivindicativo, como el que años atrás logró la construcción del centro de Secundaria acabando con la eterna provisionalidad de unas aulas prefabricadas.
"Es verdad que sufrimos una racha de inseguridad sobre 2000 pero ya se solucionó. Éste es un lugar tranquilo en el que la gente no renuncia a vivir un poco mejor. Los vecinos se fijan en las deficiencias y nos las trasladan para que se las comuniquemos al Ayuntamiento pero necesitamos más atención", explica el representante vecinal.
Las quejas se centran en el mantenimiento de los jardines y, sobre todo, en el estado de las vías peatonales dentro del núcleo residencial: "Hay más de 3.500m3 de césped y los vecinos nos dicen que se nota la diferencia entre los que están a cargo de la mancomunidad y los que son por cuenta municipal. Ya conseguimos que se pusiera el riego automático pero hace falta más. Las calles se asfaltaron y ya está agrietado y con desniveles que han provocado muchas caídas. Queremos que se enlose como es debido", cuenta Castallano.
Las palabras son de Gonzalo Castellano pero las puede asumir cualquier vecino de esta parte de La Orden. El sentimiento es generalizado en las calles de Santa Marta, donde se presume de calidad de vida en el barrio probablemente más verde de la capital. Se dice en el vecindario pero se comprueba también claramente en un paseo por la zona: arboleda frondosa, jardines verdes de césped y un lateral completamente dominado por una de las entradas principales al Parque Moret. Si este espacio es considerado el pulmón verde de la ciudad, Santa Marta bien lo puede ser entre las barriadas onubenses.
Santa Marta es un apéndice del populoso barrio de La Orden. Es la parte más moderna, construida en dos fases a partir de 1978, con 710 viviendas -una gran parte de protección oficial- en bloques de 4 y 9 plantas y pisos de entre 80 y 100 metros cuadrados. "Son buenos, como se hacían antes. Eso y la zona hace que sea raro que se vendan pisos. De aquí no nos vamos ni con agua caliente", apunta Gonzalo Castalleno, que preside la asociación de vecinos de la barriada.
Como las zonas aledañas, Santa Marta está habitada por familias obreras llegadas del Andévalo y la Sierra para trabajar en las fábricas del Polo Químico y en Astilleros en sus mejores años. Es gente sencilla, trabajadora y humilde, aseguran los propios vecinos, y muy familiar. No están sufriendo, "por suerte", la crisis como en otras zonas de Huelva pero tampoco escapan a ella: "El declive ha llegado con el cierre progresivo de Astilleros y de las fábricas. La mayoría tiene pagadas sus viviendas pero se juntan las problemáticas de padres con 50 y 60 años y de hijos, que también están en paro".
Un buen termómetro de la situación, a pesar del pronóstico inicial, es la acción del Banco de Alimentos: "En estos momentos atiende al 25% de la población del barrio, que es una cantidad muy importante. Es una pena ver compañeros y vecinos que antes vivían sin problemas procurando comida para subsistir", explica el presidente de Jardines de Santa Marta.
El comercio también se resiente. La calle Artesanos, que vertebra la barriada, era un referente comercial incluso en toda La Orden. Ahora cuenta con locales vacíos y cierres progresivos. "No es como era antes. Ahora sólo salen adelante los chinos", apunta Castellano.
Pese a todo, Santa Marta es sinónimo de calidad de vida para sus vecinos, que aguantan "el chaparrón" con optimismo. Es una barriada inquieta, con numerosos colectivos, tratando de no perder su poder reivindicativo, como el que años atrás logró la construcción del centro de Secundaria acabando con la eterna provisionalidad de unas aulas prefabricadas.
"Es verdad que sufrimos una racha de inseguridad sobre 2000 pero ya se solucionó. Éste es un lugar tranquilo en el que la gente no renuncia a vivir un poco mejor. Los vecinos se fijan en las deficiencias y nos las trasladan para que se las comuniquemos al Ayuntamiento pero necesitamos más atención", explica el representante vecinal.
Las quejas se centran en el mantenimiento de los jardines y, sobre todo, en el estado de las vías peatonales dentro del núcleo residencial: "Hay más de 3.500m3 de césped y los vecinos nos dicen que se nota la diferencia entre los que están a cargo de la mancomunidad y los que son por cuenta municipal. Ya conseguimos que se pusiera el riego automático pero hace falta más. Las calles se asfaltaron y ya está agrietado y con desniveles que han provocado muchas caídas. Queremos que se enlose como es debido", cuenta Castallano.
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