LA VERDAD
La cofradía de Nuestro Padre Jesús exhibe las tallas más aclamadas en una procesión con gran afluencia de público
El objetivo es que la mañana del Viernes Santo en Murcia sea declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Diversas son las razones, pero todas acaban en una: Salzillo. El imaginero murciano, gran protagonista de la Semana Santa, saca su artillería pesada esta mañana, a partir de las ocho, de la iglesia privativa de Jesús. Es día de fiesta en la ciudad, de estreno, de desayuno y de aperitivo. Es un día para emocionarse con los detalles del barroco murciano, mirar a esa Dolorosa y dudar de las leyendas que atribuyen esa cara de sufrimiento a una pesada broma del escultor a su propia mujer. La Cofradía de Nuestro Padre Jesús venera hoy a un titular que no es de Salzillo, pero envuelto en las más bellas imágenes del artista barroco.
El museo al aire libre comienza con uno de los pasos más admirados del ajuar salzillesco: La Santa Cena, del año 1763. Representa el momento en el que Jesús y sus discípulos se reúnen para celebrar la Pascua. Destaca en este trono la variedad de gestos en los comensales, que disfrutan de viandas naturales y conversan en torno a una mesa generosa con una vajilla del siglo XVIII, candelabros y fuentes también de la época.
Siguiendo el orden de la Pasión, continúa La Oración en el Huerto, de 1754. Retrata el momento en el que Jesús se retira al huerto de Getsemaní para rezar, acompañado por tres de sus discípulos que se quedan profundamente dormidos. La palmera en torno a la cual duermen los tres apóstoles es real, colocada cada año por el cabo de andas y los estantes del paso para que luzca lo más natural posible. Jesucristo, apartado de esta escena, reza junto a un ángel a pie de un olivo.
El Prendimiento, de 1763, narra el momento en el que Jesús es identificado por Judas y dos soldados están en disposición de prenderle. San Pedro trata de defenderse con su espada, lo que da como resultado una infinidad de pliegues en su capa que dan cuenta del detallismo con el que era capaz de trabajar Salzillo. Jesús no muestra cara de sorpresa, más bien de resignación.
Los Azotes, de 1777, presenta a un Cristo atado a la columna, flagelado y con signos evidentes de sufrimiento. Sin embargo, también muestra una cara de resignación que contrasta con la tensión del rostro de los sayones. Por su parte, La Verónica, de 1755, es la imagen de una mujer piadosa, que muestra el pañuelo con la cara de Jesús impresa en él, y que tiene un gesto de angustia por el dolor ajeno.
La Caída, de 1752, es una composición con cinco imágenes, con Jesús caído ante el peso de la Cruz, el cireneo ayudándole con el pesado madero y tres romanos castigando la debilidad de un nazareno exhausto.
Nuestro Padre Jesús, de 1600 y atribuido al autor Juan Aguilera, es el titular de la cofradía y quien le da nombre. Es el único paso que no es de Salzillo y este año saldrá en la procesión vestido con la túnica que le regaló en 1799 el Bailío de Lora, una joya hecha en sedas y oro que normalmente permanece expuesta en el Museo Salzillo. Marcha tras él San Juan, del año 1756, una muestra de la genialidad de Salzillo por el magistral estofado de la vestimenta. La Dolorosa, de 1755, cierra el cortejo con una imagen de una Virgen que creó escuela. Su cara muestra el sufrimiento de una madre que mira al cielo con los brazos abiertos, mientras busca respuestas a tanto dolor.
Comentarios
Publicar un comentario