CON BALAS DE FOGUEO 0-1
Un gol de Manucho en tiempo de descuento
supone la cuarta derrota consecutiva de un Granada sin pólvora a pesar
de los cambios de Joaquín Caparrós en el once inicial.
Pablo Quílez, granada | Actualizado 18.10.2014 - 08:44
La revolución planteada por Joaquín Caparrós en su once inicial
quedó en una leve algarada. Un gol del rayista Manucho en el tiempo de
descuento fue demasiado castigo para un Granada que quizá no mereció
perder, pero que tampoco hizo nada para ganar. Baste señalar que los
rojiblancos, que apenas tuvieron alguna ocasión, no chutaron entre los
tres palos de la portería defendida por el ex granadinista Toño en los
90 minutos del encuentro. Los locales, con un planteamiento nada
valiente, jugaron con fuego y acabaron calcinados en el último suspiro
por un Rayo más ambicioso para sumar la que es la cuarta derrota
consecutiva y la evidencia más que manifiesta de que el Granada está
inmerso en una crisis de aúpa. Hay, por tanto, muchos motivos para la
preocupación.
Los de Vallecas parecían un rival idóneo para levantar el vuelo después del parón liguero, pero la impresión que quedó anoche sobre el césped de Los Cármenes es que el diseño de Caparrós estaba más en asegurar el punto del empate inicial y esperar a ver si caían dos más gracias a la fortuna más que al juego.
El técnico utrerano buscó desde el inicio un cambio de maneras donde más ha flaqueado el equipo desde que comenzó la temporada: de mitad hacia adelante. Para empezar, dejó en el banquillo a El Arabi, Rochina y Córdoba. Además, hizo debutar al jovencísimo Sulayman, muy nervioso en sus primeras acciones, y dio entrada en el once titular a Sisoko y a un Ortuño que no jugaba desde hace un mes. Una revolución en toda regla con un equipo sobre el papel demasiado defensivo. Pero al final de nada sirvió. Ni tampoco los cambios que se produjeron en la segunda parte. El equipo está sin gol y así no se puede ir muy lejos.
No invitó al optimismo el inicio del enfrentamiento. El Rayo cogió la iniciativa ante una escuadra rojiblanca replegada que sacaba el balón a base del patadón y tentetieso. A los cinco minutos los visitantes ya habían sacado tres saques de esquina. En las inmediaciones Toño, demasiadas imprecisiones en jugadas sin sentido.
Con estas premisas a nadie le extrañó que la primera ocasión fue de los visitantes. En una rápida acción de ataque rayista el balón le llegó a Licá en el vértice del área. El portugués buscó la escuadra contraria y no la encontró porque Roberto realizó una monumental parada (12'). El aviso de los de Jémez no produjo ninguna reacción inmediata en un Granada sin apenas conexión entre sus líneas. Antes del minuto 20, Roberto tuvo que volver a intervenir. En esta ocasión el meta gallego estuvo rápido en su salida ante un Alberto Bueno que se había plantado solo delante de la portería local.
El público apenas se inmutó al ver que su equipo que no encontraba su sitio. Si lo que se vivió en los primeros 25 minutos hubiera acontecido con Lucas Alcaraz en el banquillo, seguramente las pitadas se hubiera oído en Motril. Por entonces, todo se quedó en leves muestras de desaprobación que, eso sí, fueron aumentando según avanzaron los minutos.
Justo antes de la media hora el Granada enlazó su primera jugada de ataque con cierto sentido. La comenzó Sulayman, más asentado conforme avanzaron los minutos, y la desbarató Nyom con un centro desde su banda con dirección al infinito. Por lo menos, esta acción supuso el inicio de unos instantes de relativa iniciativa de los rojiblancos. Eso sí, sin excesos.
En el tramo final del primer acto Murillo firmó la primera ocasión local al peinar una falta botada por Fran Rico. El balón se perdió por encima del larguero (38'). La presión visitante había perdido muchos enteros. Por lo menos, al descanso se licuó un poco la pesimista percepción que hubo en torno al juego de los granadinistas durante casi todo el primer tiempo.
Piti la tuvo nada más reanudarse el choque. El catalán recibió un balón dentro del área, pero su chut a la media vuela se le fue alto. Fue una buena ocasión para haber abierto el marcador. Fue un espejismo, porque el Rayo no tardó en tomar posesión del esférico con la intención de obligar al Granada a replegarse. Aunque, a diferencia de lo ocurrido al inicio de partido, los de Caparrós presionaban más arriba y sí cruzaban la divisoria del campo. En lo que siguieron ambos conjuntos empeñados fue en aportar al respetable una retahíla de imprecisiones y un juego que, durante muchos minutos, no contemplaba como objetivo llevar el balón a las áreas contrarias.
Caparrós, que había suplido a Sulayman por Rochina al comienzo del segundo tiempo, volvió a mover el banquillo al dar entrada a El Arabi en lugar de Ortuño, a ver si el marroquí hacía valer su olfato de gol. Antes del minuto 65 se produjeron dos chuts lejanos del Rayo y alguna incursión local por la izquierda que supusieron un cierto amago de peligro en torno a las porterías defendidas por Roberto y Toño.
Según avanzaba el encuentro hacia el final el gol, se antojaba como una misión imposible para los dos contendientes. Con los dos equipos pensando en el punto que tenían en la buchaca, sólo una jugada aislada podría resolver el encuentro y convertirse en tres valiosos puntos para cualquiera. En los últimos cinco minutos pudo ser, para el Granada, en una falta o un saque de esquina, pero en ninguna de las dos acciones hubo siquiera un ¡uy! que llevarse a la boca. Sí pudo marcar Babin el último suspiro en otra falta sacada por Fran Rico que le llegó al francés a escasos centímetros de Toño. Hubiera bastado que contactara con el balón, pero. O que Rochina hubiera hecho bueno un centro de El Arabi.
En cambio, justo antes del pitido final, Kakuta asistió a Manucho, que había saltado al campo poco antes (84'), para que firmara el gol de otra derrota rojiblanca. Los pitidos, entonces sí, fueron unánimes.
Los de Vallecas parecían un rival idóneo para levantar el vuelo después del parón liguero, pero la impresión que quedó anoche sobre el césped de Los Cármenes es que el diseño de Caparrós estaba más en asegurar el punto del empate inicial y esperar a ver si caían dos más gracias a la fortuna más que al juego.
El técnico utrerano buscó desde el inicio un cambio de maneras donde más ha flaqueado el equipo desde que comenzó la temporada: de mitad hacia adelante. Para empezar, dejó en el banquillo a El Arabi, Rochina y Córdoba. Además, hizo debutar al jovencísimo Sulayman, muy nervioso en sus primeras acciones, y dio entrada en el once titular a Sisoko y a un Ortuño que no jugaba desde hace un mes. Una revolución en toda regla con un equipo sobre el papel demasiado defensivo. Pero al final de nada sirvió. Ni tampoco los cambios que se produjeron en la segunda parte. El equipo está sin gol y así no se puede ir muy lejos.
No invitó al optimismo el inicio del enfrentamiento. El Rayo cogió la iniciativa ante una escuadra rojiblanca replegada que sacaba el balón a base del patadón y tentetieso. A los cinco minutos los visitantes ya habían sacado tres saques de esquina. En las inmediaciones Toño, demasiadas imprecisiones en jugadas sin sentido.
Con estas premisas a nadie le extrañó que la primera ocasión fue de los visitantes. En una rápida acción de ataque rayista el balón le llegó a Licá en el vértice del área. El portugués buscó la escuadra contraria y no la encontró porque Roberto realizó una monumental parada (12'). El aviso de los de Jémez no produjo ninguna reacción inmediata en un Granada sin apenas conexión entre sus líneas. Antes del minuto 20, Roberto tuvo que volver a intervenir. En esta ocasión el meta gallego estuvo rápido en su salida ante un Alberto Bueno que se había plantado solo delante de la portería local.
El público apenas se inmutó al ver que su equipo que no encontraba su sitio. Si lo que se vivió en los primeros 25 minutos hubiera acontecido con Lucas Alcaraz en el banquillo, seguramente las pitadas se hubiera oído en Motril. Por entonces, todo se quedó en leves muestras de desaprobación que, eso sí, fueron aumentando según avanzaron los minutos.
Justo antes de la media hora el Granada enlazó su primera jugada de ataque con cierto sentido. La comenzó Sulayman, más asentado conforme avanzaron los minutos, y la desbarató Nyom con un centro desde su banda con dirección al infinito. Por lo menos, esta acción supuso el inicio de unos instantes de relativa iniciativa de los rojiblancos. Eso sí, sin excesos.
En el tramo final del primer acto Murillo firmó la primera ocasión local al peinar una falta botada por Fran Rico. El balón se perdió por encima del larguero (38'). La presión visitante había perdido muchos enteros. Por lo menos, al descanso se licuó un poco la pesimista percepción que hubo en torno al juego de los granadinistas durante casi todo el primer tiempo.
Piti la tuvo nada más reanudarse el choque. El catalán recibió un balón dentro del área, pero su chut a la media vuela se le fue alto. Fue una buena ocasión para haber abierto el marcador. Fue un espejismo, porque el Rayo no tardó en tomar posesión del esférico con la intención de obligar al Granada a replegarse. Aunque, a diferencia de lo ocurrido al inicio de partido, los de Caparrós presionaban más arriba y sí cruzaban la divisoria del campo. En lo que siguieron ambos conjuntos empeñados fue en aportar al respetable una retahíla de imprecisiones y un juego que, durante muchos minutos, no contemplaba como objetivo llevar el balón a las áreas contrarias.
Caparrós, que había suplido a Sulayman por Rochina al comienzo del segundo tiempo, volvió a mover el banquillo al dar entrada a El Arabi en lugar de Ortuño, a ver si el marroquí hacía valer su olfato de gol. Antes del minuto 65 se produjeron dos chuts lejanos del Rayo y alguna incursión local por la izquierda que supusieron un cierto amago de peligro en torno a las porterías defendidas por Roberto y Toño.
Según avanzaba el encuentro hacia el final el gol, se antojaba como una misión imposible para los dos contendientes. Con los dos equipos pensando en el punto que tenían en la buchaca, sólo una jugada aislada podría resolver el encuentro y convertirse en tres valiosos puntos para cualquiera. En los últimos cinco minutos pudo ser, para el Granada, en una falta o un saque de esquina, pero en ninguna de las dos acciones hubo siquiera un ¡uy! que llevarse a la boca. Sí pudo marcar Babin el último suspiro en otra falta sacada por Fran Rico que le llegó al francés a escasos centímetros de Toño. Hubiera bastado que contactara con el balón, pero. O que Rochina hubiera hecho bueno un centro de El Arabi.
En cambio, justo antes del pitido final, Kakuta asistió a Manucho, que había saltado al campo poco antes (84'), para que firmara el gol de otra derrota rojiblanca. Los pitidos, entonces sí, fueron unánimes.
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