FEISMO
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Caparrós decididamente apuesta por el feísmo futbolístico, desde hace tiempo, pero con plena confirmación en su corto periodo de estancia en el banquillo del Granada
El feísmo es una tendencia artística que pone en valor lo que
convencionalmente se estima como feo. Sus sostenedores muestran al
público lo habitualmente considerado deleznable o repulsivo. Con raíces
en la crítica social o en la propia percepción de lo injusto de la
existencia, y ejemplos variados en literatura y arte gráfico, la obra
cuida no obstante su valor formal y pone en crisis al espectador
convencional o acomodado, al que trata de zaherir.
Si lo feo se expone sin pretensiones artísticas, lejos del territorio del arte, sólo aquéllos que buscan emociones fuertes o están afiliados al placer sádico o masoquista, pueden encontrar satisfacción en su observación. Caparrós decididamente apuesta por el feísmo futbolístico, desde hace tiempo, pero con plena confirmación en su corto periodo de estancia en el banquillo del Granada, y más aún tras lo visto en tres jornadas disputadas ante rivales asequibles a nivel competitivo, caso de Levante, Málaga y Rayo.
El utrerano tuvo dos semanas para preparar la estrategia a plantear ante el Rayo Vallecano. Un equipo éste acompañado de la vitola de juego trenzado, de toque y propositivo, rayano en algunos momentos en la temeridad táctica, ponderado y apreciado por los amantes del tan aupado fútbol de dominio continuado de balón, que como todos los sistemas, cuenta también con limitaciones.
Sin duda el empeño del curtido entrenador granadinista fue
neutralizar en primer lugar ese juego de dominio continuado de balón del
Rayo. Para ello apostó por jugadores de músculo en el centro del campo,
para aumentar la intensidad de la presión con ellos. De ahí la
incorporación de Suleyman y Sissoko a la zona central, escorando a Rico a
la banda derecha y manteniendo a Iturra como medio defensivo. El plan
no funcionó bien durante la primera media hora, con el Granada en exceso
replegado. Los madrileños fueron amos y señores del balón, eso sí con
una sola ocasión de peligro realmente clara, tras una pérdida de balón
de Suleyman, que fue abortada por una gran parada de Roberto.
A partir de la media hora, con un Caparrós desgañitándose desde la banda, el equipo adelantó la presión, y el Rayo empezó a sufrir, sin poder sacar la pelota bien jugada desde atrás. No obstante el equipo local tuvo el dudoso honor de no disparar entre los tres palos antes del descanso. Sólo un gran salto de Murillo propició un cabezazo a saque de falta de Fran Rico que se fue por encima del larguero. Difícil hacer comulgar a la afición local con tan pobre propuesta, salvo que entre las gradas se reunan una mayoría de adictos al feísmo.
Sulayman, desbordado por la responsabilidad del debut, recibió una tarjeta innecesaria en la agonía de la primera parte. Rochina salió tras el descanso, lo que anunciaba un cambio de estrategia para hacer más presente al Granada en el área rival. A Rochina le empieza a pasar como a su compañero Piti, que son más las expectativas asociadas a su nombre y currículo, que las realidades que aporta al equipo.
Aún así en la segunda parte el equipo local intensificó la presión sobre la salida del balón del rival. Lo cierto es que Toño, el meta vallecano, lo pasó tan sólo mal por esa presión agobiante ejercida sobre sus defensas que le concedió en exceso el balón a sus pies, faceta que el veterano portero está lejos de dominar.
El Rayo pareció no ver claro el desenlace del partido, pues quedó definitivamente neutralizado su juego combinativo, y sólo se acercó con tiros lejanos al portal de Roberto. El Granada ganó presencia en el campo del visitante, y empezaron a verse jugadas con cierta profundidad, siempre sin excesos, no fuese que la propuesta se alejase en demasía de las convicciones feístas.
Entró el encuentro en una fase de lucha sin cuartel entre dos sistemas basados en la presión para la destrucción del juego contrario, pues el Rayo también encimaba sobremanera cualquier intento de juego trenzado del Granada, que siempre partió de las botas de Fran Rico cuando éste recobró sus posición natural y propia en el medio centro del campo granadinista.
Piti empezó a verse más activo en esta segunda parte, más cerca del área, aunque todavía está lejos de los mínimos exigibles a un jugador que atesora su calidad. La entrada de El Arabi por el tosco Ortuño aumentó las posibilidades ofensivas del Granada. Con el marroquí en el campo aumentaron las combinaciones con sentido en el ataque local, por más que algunos se empeñen en silbar cualquier fallo del jugador a las primeras de cambio. Hubo generación de algunas llegadas de interés, sobre todo gracias a las penetraciones de Foulquier, cuyas potencialidades siguen desaprovechadas en una posición antinatural para el jugador de lateral izquierdo, y a los centros de Piti. Una de ellas fue clamorosa: Piti leyó bien en la prolongación del partido el desmarque de El Arabi y el marroquí puso maravillosamente el balón franco hacia Rochina; este último no supo culminar, empeñado en una maniobra estética alejada de la eficacia.
El mazazo definitivo fue inmediato. Una jugada posterior trabada, propia de lo visto durante buena parte del partido, y tras varios rebotes donde las carencias técnicas de algunos quedaron en evidencia, caso de Nyom, llevó casi sin querer el balón a Manucho para que éste sentenciara el partido en la última jugada del mismo.
El Rayo volvía a ser gafe para el Granada. De los siete enfrentamientos en Primera ante los vallecanos, tres se han perdido en tiempo de descuento por la mínima: Tamudo lograba en fuera de juego el gol de la salvación vallecana ante Julio César en la temporada 2011-12; Trashorras ejecutaba una falta directa que superaba a Toño en el descuento del primer partido de la 2012-13; Manucho superaba a Roberto en la última jugada de este partido en la 2014-15.
A los entrenadores les pasa algo análogo a los jefes militares: sus estrategias, que conllevan esfuerzo y dolor, son buenas cuando se alcanza la victoria. Pero cuando la derrota sobreviene a la postre y de manera reiterada, el desánimo cunde entre las filas y la desconfianza en la propuesta se acrecienta. Caparrós se encuentra en una encrucijada. Su apuesta por el feísmo, por la destrucción sistemática del juego del rival para asestar un golpe certero en la lucha que lo derribe, sólo puede sostenerse con la consecución de puntos que palien el suplicio de observar a los jugadores rojiblancos empeñados sólo en la brega y la presión al rival, sin posibilidades reales de creatividad alguna. Cuando sobreviene de manera sistemática la derrota sólo los adeptos al sadismo o al masoquismo pueden justificar lo visto. Hasta ahora los planes previstos por el entrenador no están alcanzando, y su aura de avezado estratega se esfuma. El recuerdo de la última temporada en que dirigió al Mallorca sobrevuela al utrerano.
Si lo feo se expone sin pretensiones artísticas, lejos del territorio del arte, sólo aquéllos que buscan emociones fuertes o están afiliados al placer sádico o masoquista, pueden encontrar satisfacción en su observación. Caparrós decididamente apuesta por el feísmo futbolístico, desde hace tiempo, pero con plena confirmación en su corto periodo de estancia en el banquillo del Granada, y más aún tras lo visto en tres jornadas disputadas ante rivales asequibles a nivel competitivo, caso de Levante, Málaga y Rayo.
El utrerano tuvo dos semanas para preparar la estrategia a plantear ante el Rayo Vallecano. Un equipo éste acompañado de la vitola de juego trenzado, de toque y propositivo, rayano en algunos momentos en la temeridad táctica, ponderado y apreciado por los amantes del tan aupado fútbol de dominio continuado de balón, que como todos los sistemas, cuenta también con limitaciones.
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CrónicaEl bache se alarga
A partir de la media hora, con un Caparrós desgañitándose desde la banda, el equipo adelantó la presión, y el Rayo empezó a sufrir, sin poder sacar la pelota bien jugada desde atrás. No obstante el equipo local tuvo el dudoso honor de no disparar entre los tres palos antes del descanso. Sólo un gran salto de Murillo propició un cabezazo a saque de falta de Fran Rico que se fue por encima del larguero. Difícil hacer comulgar a la afición local con tan pobre propuesta, salvo que entre las gradas se reunan una mayoría de adictos al feísmo.
Sulayman, desbordado por la responsabilidad del debut, recibió una tarjeta innecesaria en la agonía de la primera parte. Rochina salió tras el descanso, lo que anunciaba un cambio de estrategia para hacer más presente al Granada en el área rival. A Rochina le empieza a pasar como a su compañero Piti, que son más las expectativas asociadas a su nombre y currículo, que las realidades que aporta al equipo.
Aún así en la segunda parte el equipo local intensificó la presión sobre la salida del balón del rival. Lo cierto es que Toño, el meta vallecano, lo pasó tan sólo mal por esa presión agobiante ejercida sobre sus defensas que le concedió en exceso el balón a sus pies, faceta que el veterano portero está lejos de dominar.
El Rayo pareció no ver claro el desenlace del partido, pues quedó definitivamente neutralizado su juego combinativo, y sólo se acercó con tiros lejanos al portal de Roberto. El Granada ganó presencia en el campo del visitante, y empezaron a verse jugadas con cierta profundidad, siempre sin excesos, no fuese que la propuesta se alejase en demasía de las convicciones feístas.
Entró el encuentro en una fase de lucha sin cuartel entre dos sistemas basados en la presión para la destrucción del juego contrario, pues el Rayo también encimaba sobremanera cualquier intento de juego trenzado del Granada, que siempre partió de las botas de Fran Rico cuando éste recobró sus posición natural y propia en el medio centro del campo granadinista.
Piti empezó a verse más activo en esta segunda parte, más cerca del área, aunque todavía está lejos de los mínimos exigibles a un jugador que atesora su calidad. La entrada de El Arabi por el tosco Ortuño aumentó las posibilidades ofensivas del Granada. Con el marroquí en el campo aumentaron las combinaciones con sentido en el ataque local, por más que algunos se empeñen en silbar cualquier fallo del jugador a las primeras de cambio. Hubo generación de algunas llegadas de interés, sobre todo gracias a las penetraciones de Foulquier, cuyas potencialidades siguen desaprovechadas en una posición antinatural para el jugador de lateral izquierdo, y a los centros de Piti. Una de ellas fue clamorosa: Piti leyó bien en la prolongación del partido el desmarque de El Arabi y el marroquí puso maravillosamente el balón franco hacia Rochina; este último no supo culminar, empeñado en una maniobra estética alejada de la eficacia.
El mazazo definitivo fue inmediato. Una jugada posterior trabada, propia de lo visto durante buena parte del partido, y tras varios rebotes donde las carencias técnicas de algunos quedaron en evidencia, caso de Nyom, llevó casi sin querer el balón a Manucho para que éste sentenciara el partido en la última jugada del mismo.
El Rayo volvía a ser gafe para el Granada. De los siete enfrentamientos en Primera ante los vallecanos, tres se han perdido en tiempo de descuento por la mínima: Tamudo lograba en fuera de juego el gol de la salvación vallecana ante Julio César en la temporada 2011-12; Trashorras ejecutaba una falta directa que superaba a Toño en el descuento del primer partido de la 2012-13; Manucho superaba a Roberto en la última jugada de este partido en la 2014-15.
A los entrenadores les pasa algo análogo a los jefes militares: sus estrategias, que conllevan esfuerzo y dolor, son buenas cuando se alcanza la victoria. Pero cuando la derrota sobreviene a la postre y de manera reiterada, el desánimo cunde entre las filas y la desconfianza en la propuesta se acrecienta. Caparrós se encuentra en una encrucijada. Su apuesta por el feísmo, por la destrucción sistemática del juego del rival para asestar un golpe certero en la lucha que lo derribe, sólo puede sostenerse con la consecución de puntos que palien el suplicio de observar a los jugadores rojiblancos empeñados sólo en la brega y la presión al rival, sin posibilidades reales de creatividad alguna. Cuando sobreviene de manera sistemática la derrota sólo los adeptos al sadismo o al masoquismo pueden justificar lo visto. Hasta ahora los planes previstos por el entrenador no están alcanzando, y su aura de avezado estratega se esfuma. El recuerdo de la última temporada en que dirigió al Mallorca sobrevuela al utrerano.
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