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UN LABERINTO DE CULTURAS
 
Cada fin de semana cientos de personas entre turistas y granadinos que pasean por sus estrechas calles La lucha vecinal se centra en buscar una intervención capaz de regenerar el barrio más histórico, a veces abandonado

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Cada día el microbús que conecta el centro de la capital con el barrio del Albaicín se convierte en una minúscula Torre de Babel. A los viajeros que suben para volver a casa después de realizar unas compras se suman una cantidad ingente de turistas tanto nacionales como internacionales que quieren descubrir los secretos de este enclave, considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994.

Lo primero que piensan muchos de los que suben en autobús es si deberían haber llegado andando. La respuesta seguramente es que sí. Pero esto lo descubrirán luego. Varias paradas después el conductor hace las veces de guía y grita: San Nicolás. Y de repente en ese autobús solo quedan los autóctonos, los vecinos del barrio, los albaicineros. ¡Qué bonito está los sábados por la mañana! comentaba ayer una mujer a su madre que, pese a vivir aquí de toda la vida todavía le queda capacidad de sorpresa. Un hecho normal pues tal y como detalla Rafael Arenas que lleva 35 años trabajando en Casa Pasteles situada en Plaza Larga "aquí en cada callejón puedes ver una perspectiva de la Alhambra diferente".

Él precisamente, conoce a la perfección el entorno que le rodea. No solo el actual, si no también el de antes, cuando el turismo todavía no se había fijado en la zona. "Me he criado en Haza Grande pero llevo trabajando en Casa Pasteles desde hace 35 años. Antes el Albaicín era más alegre, había muchas casas de vecinos, ahora están abandonadas. Los habitantes auténticos se han tenido que ir porque vivir aquí es muy caro", detalló Arenas.

El problema principal son las obras de rehabilitación de vivienda, más costosas que en cualquier lugar de la ciudad, porque tal y como explicó Arenas "aquí metes la pala y al momento te encuentras restos de relevancia y ya tienes que parar las obras".

Donde más ha notado el cambio ha sido en el tipo de comercio que se desarrolla, cada vez más turístico. "Se han perdido muchos puestos tradicionales, por ejemplo de Plaza Larga. Antes había más puestos de verduras, patas de marrano...ahora casi no quedan", relató. No obstante, Arenas dice que por mucho que cambie el Albaicín siempre gusta y mucho. Él siempre recomienda a los turistas que entran a Casa Pasteles que hagan una ruta por las estrechas calles de pared blanca y geranio rojo que adornan el Albaicín. "Yo de Granada siempre recomiendo la Catedral, el Paseo de los Tristes..." añadió Arenas que piensa que las administraciones deberían potenciar el Mirador de San Miguel alto.

En esta misma línea se manifestó el presidente de la Asociación de Vecinos del Albaicín, Manuel Vargas más conocido como Chavalote, que lleva al frente de esta organización siete años aunque su familia lleva en ésta desde hace cuatro generaciones. "Del Albaicín de verdad quedamos muy pocos", relató Vargas que explicó que desde las fuertes inundaciones del año 1962 el barrio comenzó poco a poco a despoblarse. Uno de los principales problemas es, como dijo Rafael Arenas, el coste de la vivienda y sus arreglos que se incrementan entre un 25 y un 30%. "Aquí el coste de la vida es más elevado. La mano de obra es manual, antes se hacía con burros y ahora con dumper" detalló.

Otra de las preocupaciones de la asociación de vecinos del Albaicín a parte de la despoblación local es la necesidad de mejoras. "Es un barrio muy antiguo y muy concurrido. Casi todo está hecho de piedra y hay que esta muy pendiente", explicó. En este sentido, Vargas recordó como el pasado año el plan Albaicín quedó guardado en un cajón. "Ahora parece que va por buen camino. Que van a retomarlo. Lo que hace falta es que el Ayuntamiento de Granada y la Junta de Andalucía se sienten de verdad y trabajen por el Albaicín y por el Sacromonte. Que se involucren y sepan de una vez que estamos en un lugar mundialmente conocido y que merece esa atención", dijo.

Por otra parte, sobre los servicios del barrio, Vargas se mostró más o menos satisfecho. Habló de la movilidad, siempre complicada en un espacio de calles estrechas pero también del polémico traslado de los Servicios Sociales del callejón del Gallo a las Escuelas del Ave María. "Yo creo que este es el mejor espacio. El acceso es fácil con los vehículos, el autobús para en la puerta", dijo. Además, en el barrio existen otros servicios como el centro Guadalinfo, la biblioteca pública municipal del Albaicín, la Casa de Porras o el centro cívico.

Por último, Vargas hizo hincapié en la necesidad de retomar los grandes proyectos del barrio para los que resulta necesario una intervención real de las administraciones.

Lo bueno es que lejos de polémica o de peticiones, cada día por el Albaicín discurren miles de personas de diferentes países, por suerte, ajenas a las batallas de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Granada y que solo tienen ojos para mirar la belleza del barrio. Uno de ellos es Fausto, un joven italiano natural de Sicilia que lleva un mes en Granada y que cada mañana sube hasta el Albaicín para pintar retratos y sacarse un dinero. "Para mí el dibujo, la fotografía más que un trabajo es mi pasión", reconoce este joven enamorado de granada que valora sobre todo alejarse del "claxon y del caos de la ciudad para ejercer su actividad frente a la Alhambra". Una paz que sin duda en el mirador de San Nicolás se consigue. También ayer paseaban las amigas Cristina García y Rocío Carrasco que recién llegadas de Madrid tenían previsto disfrutar de dos días de cultura y fiesta en Granada, en los que la visita al mirador y la Alhambra no faltaron en sus planes.
 

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