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La A-7 completa pone fin a las dos horas que duraba el trayecto para cruzar el litoral a través de la N-340
La autovía del Mediterráneo (A-7), al fin, es una realidad. Tras 25
años de espera, las provincias de Almería, Granada y Málaga se
benefician desde el pasado miércoles con la apertura del último tramo de
una conexión directa y cómoda, sin curvas ni atascos, sin largas
travesías y semáforos, que reduce los tiempos empleados en recorrer el
litoral oriental andaluz. De hecho, los poco más de 200 kilómetros que
separan a la capital almeriense de la ciudad que alberga los museos
Picasso y Pompidou se recorren en menos de dos horas. Concretamente 110
minutos desde Torrecárdenas hasta la estación María Zambrano, desde la
que parten los AVEhasta media España.
El tramo más ‘pejigueras’, los 67,9 kilómetros que discurren entre el viaducto de Cantarriján −el límite entre Nerja y Almuñécar, entre Málaga y Granada− hasta una vez pasado El Castillo de Huarea −el límite entre Albuñol y Adra, entre Granada y Almería− se atraviesa ahora en 46 minutos en un trayecto que cumpla escrupulosamente los límites de velocidad.
IDEAL ha cogido el coche. Se ha montado a los mandos del volante y les relata el trayecto. La partida es en la estación de María Zambrano.Ahora, a menos de dos horas de trayecto, se ha convertido en una alternativa para los viajes por la península a bordo de trenes AVE. El escaso tráfico urbano a estas horas permite abandonar Málaga por la avenida de Andalucía en unos escasos cinco minutos. En ese momento ya entramos en autovía. El kilómetro ‘0’ de un viaje que, tranquilo –con muchas limitaciones de velocidad a 80 y a 100 kilómetros por hora, especialmente en los túneles de la costa malagueña– nos permite llegar a Nerja en poco más de media hora. Alcanzamos entonces el viaducto de Cantarriján, la vía de acceso a la provincia de Granada desde el Oeste. Una vez sobrepasado el túnel del Marchante, cuyo límite de velocidad mengua según el día entre 80 y 100 kilómetros por hora, se accede al municipio de Almuñécar, en concreto, a La Herradura. En atravesar dicho tramo hasta Motril, saludar a dos autoestopistas que pedían asiento por la patilla en la incorporación de Taramay, y llegar a la primera salida hacia Motril vía N-340 se tardan, atención, apenas 13 minutos.
Son las doce del mediodía y la circulación es rápida, no hay grandes aglomeraciones. Y el tráfico de camiones y de otros transportes pesados ha dejado de ser una limitación constante a la marcha en un turismo. Una vez sobrepasado el puente del valle del Guadalfeo, sin embargo, comienzan a verse algunos más a medida que el paisaje va cambiando del verdor de La Gorgoracha al plástico de los invernaderos. Sólo tres minutos después, la A-7 ofrece la posibilidad de cambiar de aires hacia Granada por medio de la A-44 (la carretera hacia Madrid). Es una alternativa que usarán, probablemente, muchos vecinos de la comarca del Poniente para viajar hacia el resto de Andalucía o hacia la Meseta para ahorrarse algunos minutos frente a la alternativa de la A-92.
El desvío al puerto de Motril, accesible por esta vía desde el pasado marzo, se encuentra a otros tres minutos del anterior punto (20 minutos desde que abandonamos Málaga). Justo antes de llegar el carril de frenado de emergencia permanece cerrado como lo atestiguan unos conos. Mal día para pasarse de frenada.
Una vez atravesado un túnel, se llega al último tramo abierto, el que une Carchuna y Castell de Ferro, la última pesadilla para los usuarios que, por hache o por be tienen que viajar a menudo entre Almería y Málaga. Gracias a de 10,1 kilómetros de autovía, se ha logrado reducir en unos 10-15 minutos los tiempos empleados en recorrerlos y que, hasta esta semana, se debían hacer por la antigua N-340, con su semáforo en Carchuna y sus curvas de velocidad reducida frente a Castell de Ferro. Este ahorro −entre ambos accesos hay únicamente siete minutos− permite que se invierta en cruzar toda la costa granadina en apenas 46 minutos, en vez de la hora, aproximadamente, en la que solía hacerse hasta el miércoles con la citada combinación de la autovía y la nacional. Cuando la autovía se cortaba entre Adra y Nerja y los conductores se veían obligados a circular sólo por la nacional, el trayecto se iba a las dos horas (además de los tramos almeriense y malagueño, casi una tortura).
A partir de ese tramo, cuando llevamos poco más de una hora de viaje, comienza un sinfín de señales de limitación de circulación a 80 kilómetros por hora que le ayudarán, durante un buen rato, a desarrollar una buena dosis de paciencia hasta casi la salida hacia Albuñol. Los túneles, pese a ser de reciente construcción, no poseen apenas arcenes, así que no hay otra alternativa que levantar el pie del acelerador.
Tras 12 minutos de travesía –y en los que el coche de este periódico ha sido adelantado por varios autobuses y camiones por encima del límite permitido–, aparece el desvío hacia Albuñol. Es el último de los pueblos granadinos con entrada a la autovía.
En los últimos coletazos de la ‘visita’ granadina algunas hileras de conos restringen la circulación a un solo carril. Varios operarios limpian las piedras de los desagües y las laderas cercanas como medida preventiva para evitar que, en caso de fuertes precipitaciones, estas invadan la autovía. Una vez queda atrás la salida hacia El Castillo de Huarea, y con un repentino cambio del asfalto, llegamos a la provincia de Almería. 46 minutos después del comienzo.
Adra aparece entonces frente a la mirada del conductor. Y las curvas y los acantilados dejan paso a la visión de la enorme llanura a los pies de la sierra de Gádor, la comarca delPoniente. Las largas rectas y la mayor velocidad a la que se permite la circulación en este tramo consiguen que, en aproximadamente hora y media de viaje, ya estemos circulando por el tramo de la circunvalación de El Ejido, con El Corte Inglés y la inmensa Torre Laguna conformando un ‘sky line’ particular que no pasa desapercibido en el centro del blanco de los plásticos de invernadero.
El tráfico es en este tramo mucho más denso, como en el de la provincia de Málaga. La elevada población de los núcleos circundantes (El Ejido, Vícar o Roquetas de Mar) provoca que, aunque los límites de velocidad sean más elevados, el conductor opte por levantar el pie. Como en la ronda de Almería. Para entonces, 110 minutos después, ya estamos entrando por carretera de Ronda.
El viaje se ha convertido ahora en la mitad de lo que era hace tan solo dos décadas, un lujo para quienes recuerdan las insufribles curvas de la costa. Eso sí, acepte un consejo antes de emprender la aventura de la nueva A-7 por fin convertida en una realidad de la que disfrutar: no vaya al límite con el depósito del coche o se las verá tiesas. Las gasolineras, todas fuera de la autovía, son un bien escaso. Al menos en el tramo entre Almuñécar y Adra.
El tramo más ‘pejigueras’, los 67,9 kilómetros que discurren entre el viaducto de Cantarriján −el límite entre Nerja y Almuñécar, entre Málaga y Granada− hasta una vez pasado El Castillo de Huarea −el límite entre Albuñol y Adra, entre Granada y Almería− se atraviesa ahora en 46 minutos en un trayecto que cumpla escrupulosamente los límites de velocidad.
IDEAL ha cogido el coche. Se ha montado a los mandos del volante y les relata el trayecto. La partida es en la estación de María Zambrano.Ahora, a menos de dos horas de trayecto, se ha convertido en una alternativa para los viajes por la península a bordo de trenes AVE. El escaso tráfico urbano a estas horas permite abandonar Málaga por la avenida de Andalucía en unos escasos cinco minutos. En ese momento ya entramos en autovía. El kilómetro ‘0’ de un viaje que, tranquilo –con muchas limitaciones de velocidad a 80 y a 100 kilómetros por hora, especialmente en los túneles de la costa malagueña– nos permite llegar a Nerja en poco más de media hora. Alcanzamos entonces el viaducto de Cantarriján, la vía de acceso a la provincia de Granada desde el Oeste. Una vez sobrepasado el túnel del Marchante, cuyo límite de velocidad mengua según el día entre 80 y 100 kilómetros por hora, se accede al municipio de Almuñécar, en concreto, a La Herradura. En atravesar dicho tramo hasta Motril, saludar a dos autoestopistas que pedían asiento por la patilla en la incorporación de Taramay, y llegar a la primera salida hacia Motril vía N-340 se tardan, atención, apenas 13 minutos.
Son las doce del mediodía y la circulación es rápida, no hay grandes aglomeraciones. Y el tráfico de camiones y de otros transportes pesados ha dejado de ser una limitación constante a la marcha en un turismo. Una vez sobrepasado el puente del valle del Guadalfeo, sin embargo, comienzan a verse algunos más a medida que el paisaje va cambiando del verdor de La Gorgoracha al plástico de los invernaderos. Sólo tres minutos después, la A-7 ofrece la posibilidad de cambiar de aires hacia Granada por medio de la A-44 (la carretera hacia Madrid). Es una alternativa que usarán, probablemente, muchos vecinos de la comarca del Poniente para viajar hacia el resto de Andalucía o hacia la Meseta para ahorrarse algunos minutos frente a la alternativa de la A-92.
El desvío al puerto de Motril, accesible por esta vía desde el pasado marzo, se encuentra a otros tres minutos del anterior punto (20 minutos desde que abandonamos Málaga). Justo antes de llegar el carril de frenado de emergencia permanece cerrado como lo atestiguan unos conos. Mal día para pasarse de frenada.
Una vez atravesado un túnel, se llega al último tramo abierto, el que une Carchuna y Castell de Ferro, la última pesadilla para los usuarios que, por hache o por be tienen que viajar a menudo entre Almería y Málaga. Gracias a de 10,1 kilómetros de autovía, se ha logrado reducir en unos 10-15 minutos los tiempos empleados en recorrerlos y que, hasta esta semana, se debían hacer por la antigua N-340, con su semáforo en Carchuna y sus curvas de velocidad reducida frente a Castell de Ferro. Este ahorro −entre ambos accesos hay únicamente siete minutos− permite que se invierta en cruzar toda la costa granadina en apenas 46 minutos, en vez de la hora, aproximadamente, en la que solía hacerse hasta el miércoles con la citada combinación de la autovía y la nacional. Cuando la autovía se cortaba entre Adra y Nerja y los conductores se veían obligados a circular sólo por la nacional, el trayecto se iba a las dos horas (además de los tramos almeriense y malagueño, casi una tortura).
A partir de ese tramo, cuando llevamos poco más de una hora de viaje, comienza un sinfín de señales de limitación de circulación a 80 kilómetros por hora que le ayudarán, durante un buen rato, a desarrollar una buena dosis de paciencia hasta casi la salida hacia Albuñol. Los túneles, pese a ser de reciente construcción, no poseen apenas arcenes, así que no hay otra alternativa que levantar el pie del acelerador.
Tras 12 minutos de travesía –y en los que el coche de este periódico ha sido adelantado por varios autobuses y camiones por encima del límite permitido–, aparece el desvío hacia Albuñol. Es el último de los pueblos granadinos con entrada a la autovía.
En los últimos coletazos de la ‘visita’ granadina algunas hileras de conos restringen la circulación a un solo carril. Varios operarios limpian las piedras de los desagües y las laderas cercanas como medida preventiva para evitar que, en caso de fuertes precipitaciones, estas invadan la autovía. Una vez queda atrás la salida hacia El Castillo de Huarea, y con un repentino cambio del asfalto, llegamos a la provincia de Almería. 46 minutos después del comienzo.
Adra aparece entonces frente a la mirada del conductor. Y las curvas y los acantilados dejan paso a la visión de la enorme llanura a los pies de la sierra de Gádor, la comarca delPoniente. Las largas rectas y la mayor velocidad a la que se permite la circulación en este tramo consiguen que, en aproximadamente hora y media de viaje, ya estemos circulando por el tramo de la circunvalación de El Ejido, con El Corte Inglés y la inmensa Torre Laguna conformando un ‘sky line’ particular que no pasa desapercibido en el centro del blanco de los plásticos de invernadero.
El tráfico es en este tramo mucho más denso, como en el de la provincia de Málaga. La elevada población de los núcleos circundantes (El Ejido, Vícar o Roquetas de Mar) provoca que, aunque los límites de velocidad sean más elevados, el conductor opte por levantar el pie. Como en la ronda de Almería. Para entonces, 110 minutos después, ya estamos entrando por carretera de Ronda.
El viaje se ha convertido ahora en la mitad de lo que era hace tan solo dos décadas, un lujo para quienes recuerdan las insufribles curvas de la costa. Eso sí, acepte un consejo antes de emprender la aventura de la nueva A-7 por fin convertida en una realidad de la que disfrutar: no vaya al límite con el depósito del coche o se las verá tiesas. Las gasolineras, todas fuera de la autovía, son un bien escaso. Al menos en el tramo entre Almuñécar y Adra.
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