La pequeña localidad de la comarca de Guadix quiere pasar página al peor suceso registrado en toda su historia
David Lean rodó en 1965 algunas de las escenas de 'Doctor Zhivago' en el apeadero de tren de La Calahorra-Ferreira, una estación hoy abandonada y donde el ferrocarril prefiere pasar de largo. Una de sus primeras escenas, muestra una estampa de Sierra Nevada, simulando a los Montes Urales, tomada desde las vías del tren de esta antigua parada ubicada frente a las localidades de La Calahorra y Huéneja, en el Marquesado del Zenete. El argumento de Lean para montar una película que fue premiada con cinco oscar era un cóctel de drama, romanticismo e historia, con algunos puntos en común, quizá, con la película real del crimen de Francisco Medina Espigares la pasada madrugada del lunes 13 de mayo en la pintoresca localidad de Charches, situada a tan solo ocho kilómetros del apeadero que se hizo famoso en ‘Doctor Zhivago’, aunque el rey del espagueti wester, Sergio Leone, también recurrió a este sitio para grabar escenas de la película 'El bueno, el Feo y el Malo'.
Las ruinas de la estación quedan atrás. La carretera avanza como una serpiente hacia Charches, dejando a ambos lados molinos de viento y un extenso páramo donde la vista se pierde en las faldas de la vertiente sur de la Sierra de Baza. Justo en la entrada de la calle principal del pueblo, el cementerio da la bienvenida.
Martes 21 de mayo, eran las diez de la mañana y el frío no respetaba a la primavera, tres grados marcaba el mercurio. Horacio sale del quicio del número 8 de la calle Rinconada y se le pregunta sobre el crimen. «Aquí nadie se lo podía imaginar ni se lo esperaba. Mire usted, en este pueblo cuando uno se pone malo, todos nos preocupamos y si le podemos ayudar allí vamos. Esto ha sido muy feo y aquí ha caído como un jarro de agua fría». No saca las manos de sus bolsillos, ni aparta la mirada de los ojos, mientras su mujer sale a la puerta a seguir los pasos de las palabras de su marido.
Los 400 vecinos de Charches no han digerido aún la pérdida de Francisco Medina Espigares. Su esposa le descerrajó, presuntamente, dos disparos con una escopeta de caza mientras dormía en su dormitorio la pasada madrugada del lunes 13. Después lo mantuvo en la habitación hasta pasadas las 9.30 horas del lunes en que sus hijas y yerno se marcharon al trabajo. Montó el cuerpo de Francisco en un vehículo y se lo llevó a cinco kilómetros en dirección a la Rambla del Agua, al conocido por los lugareños como Cerro del Chico. Allí lo semienterró con piedras y ramas de árboles. Volvió a una nave ubicada a escasos cuatrocientos metros de su vivienda y quemó las sábanas y ropas manchadas de sangre. Esa hoguera la delató.
«No la perdono, no la perdono, no la puedo perdonar porque me ha quitado a mi hijo y ha dejado a mis dos nietas sin su padre. Yo sabía que mi hijo no había desaparecido, lo supe desde el primer día». Los lamentos de Herminia, la madre del asesinado, se congelan en el silencio del pueblo tratando de recuperar lo irrecuperable. Son las doce y media del martes, y Herminia espera para comer en su casa a las dos hijas mayores del matrimonio, Loli y Paqui, quienes lidian ahora con el encarcelamiento de su madre y el asesinato de su padre.
En el pueblo no se habla de otra cosa. «Aquí se comenta mucho lo sucedido y hay gente que me dice que le dé algo para dormir porque no pueden hacerlo por la noche», explica María José, la farmacéutica de este pueblo, donde los mayores acontecimientos se viven en sus fiestas de san Marcos el 25 de abril o la Virgen del Rosario el 1 de agosto. Las fiestas y algunas de las películas rodadas en su término municipal son los grandes acontecimientos capaces de romper la rutina de sus buenas gentes y de una de las mayores bellezas paisajísticas de esta provincia.
Por todos los rincones de Charches corría el rumor desde hacía año y medio de que María Dolores, la presunta homicida, se convirtió en la sombra de su marido. Lo acompañaba a todos sitios. «Cuando venía al bar a ver el fútbol, ella estaba siempre con él», apunta Dolores, la dueña del primer bar que se encuentra el visitante a la entrada de la localidad. La madre del fallecido también lo confirma. «Si mi hijo iba de caza, ella iba también. Le daba igual que solo hubiera hombres». Juan José, un pastor y agricultor apodado el ‘Confites’, también lo confirma. «No se despegaba de él, incluso cuando hacían chapuzas de albañilería, ella era la peón».
«Me saludó el mismo lunes»
Este pastor habla mientras sus cabras acechan un almendro para arrancarle las hojas. ‘El Confites’ conoce al matrimonio desde la infancia y lo conoce tan bien como a todos los cerros que lindan con la parte alta de Charches. «Los dos eran vecinos desde niños, se casaron muy mozuelos y mi padre fue el padrino de los dos en el bautizo. Esto que ha pasado no ‘tié’ palabras. Yo no oí los disparos de la escopeta», clama este hombre sencillo de 75 años que fue de los primeros que se sumaron a la búsqueda de Francisco Medina cuando se creía que estaba desaparecido. «El mismo lunes, ella (la homicida) me saludó mientras barría la puerta de su casa. ¿Quién se iba a imaginar ná?».
En el pueblo nadie cuenta por qué María Dolores no se separaba del marido desde hacía año y medio. Ella sí lo contó cuando fue detenida tras confesar los hechos. Sospechaba que su esposo mantenía una relación paralela con otra mujer de la comarca. Lo descubrió a través de mensajes de telefonía móvil. Desde aquel momento, se juró y perjuró no dejar a su marido ni un minuto solo. Los celos acabaron perdiéndola y enterrando la vida de un hombre de 48 años, además de destrozar a una familia entera. David Lean también narró en ‘Doctor Zhivago’, la película con escenas grabadas en el término municipal de Charches en 1965, un relación sentimental a tres bandas con un final dramático, pero no tan cruel como el registrado el pasado viernes 17 de mayo cuando apareció el cadáver de Francisco Medina en el paraje del Cerro del Chico.
La película de este crimen fue descubierta por la Guardia Civil después de las grandes contradicciones encontradas desde un principio. No era normal cambiar la versión de los hechos más de tres veces en cinco días, resultó atípica la frialdad de una mujer que confesó haber recibido malos tratos psicológicos de su marido a quien tildó de autoritario… Ahora Charches está de luto pero trata de recuperar su rutina, de ponerse en pie frente a la bella estampa de Sierra Nevada, de bajar el telón de la última película, en este caso real, la del crimen de Charches.
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