En mayo, los bordes de cultivos, caminos y riberas se tiñen de rojo y azul, el color de unas flores que pueden curar y matar, y que han sido causa de conflictos bélicos
En el año 425 antes de Cristo, Herodoto habla de adormideras, amapolas y opio. Homero, en 'La Odisea', afirma que duerme a los niños y, ahora, más de dos milenios después, decir amapolas es trasladar la mente a paisajes románticos y recrear las mejores imágenes de primavera. Obviamos la cara oculta de unas plantas que se han asociado siempre a ensoñaciones, brujos, curaciones y drogadicción. Una de las familias vegetales, papaveráceas, con más usos entre médicos y verdugos.
No todas las plantas que reconocemos como amapolas son la misma especie. Hay 28 géneros de esta familia, que crecen desde el nivel del mar hasta las altas cumbres de Sierra Nevada. Las más habituales son seis especies, entre las que se encuentra la conocida como adormidera, Papaver somniferum, que es de la que se extrae la base para el opio y, por tanto, morfina y heroína. Esta especie se reconoce porque es de un color rojizo mucho más apagado, que normalmente rodea las zonas urbanas, con toques azulados y morados. Es la especie que se cultiva en grandes extensiones de tierras en el centro de Andalucía y el Poniente granadino para la industria farmacéutica y de forma ilegal para conseguir compuestos destinados al mercado de la droga, por lo que los campos legales suelen disponer de fuertes medidas de seguridad, día y noche, para evitar robos.
Cuando los pétalos de las amapolas caen aparece una cápsula con una cruceta en su parte superior. Al cortar la cápsula aún verde, sale un látex, que es el que al secarse se convierte en opio en bruto.
Las aplicaciones médicas del opio y la morfina como tal se usan desde hace siglos, pero también sus cualidades narcóticas, tóxicas y mortales, unas propiedades tan apreciadas por determinadas culturas, sobre todo asiáticas, que llegaron a ser la causa de conflictos bélicos ente China y Occidente.
Las amapolas que habitualmente vemos junto a las ciudades son de la especie Papaver rhoeas, que aunque no son tan peligrosas como la adormidera también pueden ser tóxicas en dosis altas y se utilizaban, hace décadas, como somnífero. Junto a ellas crecen, mezcladas, otras especies de colores morados y blancos. Y en la playa, en la arena y rocas del litoral, la amapola marítima, que tiene la particularidad de ser de color amarillo. Se encuentra en regresión por la desaparición de territorios dunares.
Las amapolas, como plantas ruderales y arvenses (caminos y campos de cultivo abandonados), son bioindicadores de las condiciones de los suelos en los que viven. Prefieren los espacios muy nitrificados por el paso de ganado y con gran cantidad de materia orgánica, animal y vegetal. Los bordes urbanos, como la Vega de Granada, son territorios para disfrutar de la belleza de las amapolas.
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