Cuando los padres leemos el boletín de notas de nuestros hijos por lo general nos encontramos con algo que ya sospechábamos que pasaría. La lectura silenciosa de las notas, si éstas incluyen suspensos, termina con una mezcla de sentimientos de decepción, irritación y temor que no se manifiestan a partes iguales.
La razón de tanta preocupación reside en que los padres creemos que las notas son una señal que indica el rumbo que están tomando nuestros hijos. Desde esta óptica, la frase “Mi hijo ha suspendido” viene a ser algo así como “mi hijo está descentrado, mi hijo tiene problemas, como siga así va a terminar siendo un desgraciado”.
Y aquí estamos su madre y su padre, los que más lo quieren, observando impotentes y asustados el inicio del fin.
Hoy me gustaría hablar del modo en que nuestros hijos “viven” sus suspensos. Así que hoy hablaremos de tipos de “suspendedores”, para que los padres sepamos cómo actuar ante ellos. Me vais a permitir que, aunque el tema es serio, yo lo aborde desde una vertiente menos dramática.
TIPOS DE “SUSPENDEDORES”
1) El “suspendedor sobrado” que, presentando un boletín de notas con media docena de suspensos, es capaz de mirar a sus irritados padres con cara de incredulidad mientras les dice con absoluta certeza: “cómo os ponéis por nada, si las voy a recuperar”.
Este tipo de suspendedor hace un repaso por cada una de las asignaturas suspensas de tal manera que es capaz de demostrar que, seis suspensos, realmente son tres.
A la preocupación por los suspensos, entonces se añade una mayor preocupación que se acompaña con una voz interior que te dice: “Madre mía, madre mía, este niño ¡está bobo!”.
2) También podemos encontrarnos al “suspendedor calimero”, que se caracteriza por achacar los suspensos al “me estáis agobiando, me estáis amargando la vida”, o “es que no os dais cuenta de lo mal que estoy”, “qué asco de vida” y “vosotros sólo os preocupáis por las notas”.
Este tipo de suspendedor provoca en los padres una doble preocupación: al malestar por los suspensos, se une el agobio por pensar que al hijo le pasa algo, algo que lo hace sentirse desgraciado. Este tipo de suspendedor es capaz de acongojar a sus padres. Sin embargo, cuando sale con sus amigos los fines de semana, se encuentra la mar de bien.
3) El “suspendedor indignado” suele echar la culpa de sus suspensos a características del Sistema Educativo, a los profesores, al centro escolar, etc. Con frases del tipo “de nada sirve que me esfuerce porque “me tienen manía”, “las clases son aburridas”, “el sistema educativo que tenemos, si viviéramos en Finlandia seguro que aprobaba” (sic), o el socorrido “han suspendido a casi toda la clase”, y además te dice, “yo, más, no puedo hacer”.
4) El suspendedor realista suele aceptar que la causa de los suspensos reside en que no ha estudiado lo suficiente. Este es el tipo de suspendedor que mejor puede comenzar a introducir modificaciones en su conducta con la finalidad de mejorar su rendimiento.
5) El “suspendedor lastimero”, es aquel que suspende y va pregonando como un “quejío” a diestro y siniestro frases del tipo “no sirvo para nada”, “soy un fracasado”, “os he decepcionado”, y otras frases para acuchillar su autoestima. Los padres de este suspendedor terminan consolando al hijo.
Además de estos suspendedores podemos encontrar una serie de “supendedores mixtos”, mezclas entre los diferentes tipos de suspendedor.
¿Y QUÉ HACEMOS LOS PADRES?
Los hijos suspenden en un porcentaje elevadísimo por la siguiente razón: NO ESTUDIAN (LO SUFICIENTE), y si sus hijos son capaces de admitirlo, entonces están dando pasos en la buena dirección, porque los hijos que ignoran la causa de sus suspensos tienen muchas posibilidades de volver a suspender.
Brevemente:
) Mantener la calma. Si las notas son muy malas o malas o regulares, y ves que te vas a enfadar cuando le digas lo que estás pensando, lo mejor es que te controles y le digas a tu hijo: “más tarde hablamos”.
2) No dramatizar. Hay padres que ante los suspensos de los hijos adoptan una actitud depresiva. “Hijo me estás matando”, le soltó un padre a uno de 17 años que había suspendido 6 asignaturas de 2º bachillerato. Si los suspensos nos matasen de verdad ¡anda que no iban a estudiar los niños! Cuando los hijos suspenden, necesitan padres animados a seguir la lucha.
3) Una vez tranquilos, preguntar a los hijos por qué creen que has obtenido esas notas. La respuesta, sí o sí, tiene que incorporar con absoluta claridad el mensaje “porque no he estudiado nada o lo suficiente”.
4) Tampoco debemos olvidar que los suspensos tienen unas consecuencias (que es una palabra más apropiada que castigo). Estudiar es su responsabilidad y, si no asumen su responsabilidad, algo van a dejar de obtener, algo van a perder.
5) Si nos dicen que lo que quieren hacer es dejar de estudiar os recuerdo que, desde bien pequeños, nuestros hijos tienen que tener claro que el tema de los estudios no es negociable, y que concluirá cuando alcance un determinado título.
6) Confeccionar junto a ellos un plan de trabajo. Que sea realista en cuanto al número de horas, y que permita a los hijos obtener algún privilegio si lo cumplen.
7) Tenemos que seguir ayudándolos a que desarrollen más motivación e interés por el estudio. La motivación de los hijos no está en nuestras manos, pero recordemos que la podemos estimular, y aprovechemos también el tiempo de vacaciones para seguir haciéndolo.
No es mi intención tomarme a “chanza” el tema de los suspensos. Simplemente intento hacer ver a los padres que, ante los suspensos, las respuestas trágico-drásticas no son eficientes y sí lo son aquellas que van acompañadas de calma, seguridad, decisión y confianza.
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