GRANADA HOY
Cuatro emprendedores abren La Trastería, un espacio donde venden artículos de decoración artesanales
Robots decorativos elaborados con tapones, bombillas que son macetas, asientos con cámara de bicicleta e imaginación, mucha imaginación. Esta es la receta de La Trastería, un espacio ubicado en la Cuesta Molinos, en el corazón del barrio del Realejo donde nada es lo que parece. Elena Queiruga, Juan Cabrera, Javier y Marisa Pascual son los cuatro artífices de este original espacio donde el reciclaje se ha convertido en prácticamente una forma de vida frente a la que llevaban antes, en algunos casos rota como consecuencia de la crisis.
"Yo trabajaba como agente forestal, pero con la crisis económica nos echaron a todos. En ese momento decidí invertir el finiquito en La Trastería, pues siempre me gustó la restauración", explica en este sentido Elena Queiruga, una de las impulsoras de La Trastería. Por otra parte, y con la idea de compartir gastos, tanto ella como su compañera de Érase otra vez, la empresa de restauración que pusieron en marcha, decidieron invitar a otros artesanos al espacio para convertirlo en un auténtico coworking donde aunar esfuerzos.
Así fue como Juan Cabrera, de Planeta Tapón, y Luis Britos que se dedica al reciclaje del papel y el cartón, se sumaron a este original proyecto. "Esto es como un coworking pero de artesanos donde cada uno aporta su conocimientos", indica Queiruga, que también ha habilitado una máquina de productos ecológicos y una de café y té para todas las personas que se acerquen hasta La Trastería y quieran tomar algo.
En este sentido, Queiruga destaca la necesidad de convertir este espacio en un sitio cómodo, confortable. "Muchas veces entras en una tienda y es tan acogedora que quieres quedarte, pero sabes que si no compras no puedes hacerlo".
Por eso, han puesto los mismos sofás y sillones que están a la venta: "sirven para que los clientes puedan sentarse y pasar un buen rato", remarca. Una actividad a la que se suma una importante oferta de talleres y cursos, especialmente orientados para los más pequeños, como los Cuentacuentos o la creación de artículos de Planeta Tapón, que tanto les gustan a los más pequeños. En este sentido, el creador de este mundo mágico, donde el plástico es el verdadero protagonista, Juan Cabrera, cuenta cómo fue el origen de su proyecto. Según recuerda, desde siempre fue muy manitas, pero cuando Elena le contó el proyecto de La Trastería, rápidamente le dio vueltas a qué podía él aportar. "Vi en el colegio de mi hijo una caja llena de tapones y me di cuenta de que sería mi material para trabajar". Eso sí, no sin antes darle muchas vueltas pues, según cuenta, se encerró por durante dos semanas en su casa mientras su familia disfrutaba de las vacaciones de verano con más de 80 kilos de tapones a su alrededor. Después de realizar varias combinaciones imposibles, surgió Planeta Tapón, con diseños merecedores de decorar las estanterías.
El éxito de su trabajo es tal que va a impartir algunos talleres en el Parque de las Ciencias, al igual que los que ofrece en La Trastería, para que todos los niños aprendan a elaborar robots, lámparas, o animales. En el espacio donde trabaja también imparte sus clases, donde los niños del barrio, según cuenta, lo pasan en grande. "Dicen los padres que somos la alegría del barrio", relata Cabrera. Además de poder visitar la tienda para comprar, o para los talleres, estos días han organizado diversos mercadillos de artesanos, para dar salida y oportunidades a los nuevos creadores.
"Yo trabajaba como agente forestal, pero con la crisis económica nos echaron a todos. En ese momento decidí invertir el finiquito en La Trastería, pues siempre me gustó la restauración", explica en este sentido Elena Queiruga, una de las impulsoras de La Trastería. Por otra parte, y con la idea de compartir gastos, tanto ella como su compañera de Érase otra vez, la empresa de restauración que pusieron en marcha, decidieron invitar a otros artesanos al espacio para convertirlo en un auténtico coworking donde aunar esfuerzos.
Así fue como Juan Cabrera, de Planeta Tapón, y Luis Britos que se dedica al reciclaje del papel y el cartón, se sumaron a este original proyecto. "Esto es como un coworking pero de artesanos donde cada uno aporta su conocimientos", indica Queiruga, que también ha habilitado una máquina de productos ecológicos y una de café y té para todas las personas que se acerquen hasta La Trastería y quieran tomar algo.
En este sentido, Queiruga destaca la necesidad de convertir este espacio en un sitio cómodo, confortable. "Muchas veces entras en una tienda y es tan acogedora que quieres quedarte, pero sabes que si no compras no puedes hacerlo".
Por eso, han puesto los mismos sofás y sillones que están a la venta: "sirven para que los clientes puedan sentarse y pasar un buen rato", remarca. Una actividad a la que se suma una importante oferta de talleres y cursos, especialmente orientados para los más pequeños, como los Cuentacuentos o la creación de artículos de Planeta Tapón, que tanto les gustan a los más pequeños. En este sentido, el creador de este mundo mágico, donde el plástico es el verdadero protagonista, Juan Cabrera, cuenta cómo fue el origen de su proyecto. Según recuerda, desde siempre fue muy manitas, pero cuando Elena le contó el proyecto de La Trastería, rápidamente le dio vueltas a qué podía él aportar. "Vi en el colegio de mi hijo una caja llena de tapones y me di cuenta de que sería mi material para trabajar". Eso sí, no sin antes darle muchas vueltas pues, según cuenta, se encerró por durante dos semanas en su casa mientras su familia disfrutaba de las vacaciones de verano con más de 80 kilos de tapones a su alrededor. Después de realizar varias combinaciones imposibles, surgió Planeta Tapón, con diseños merecedores de decorar las estanterías.
El éxito de su trabajo es tal que va a impartir algunos talleres en el Parque de las Ciencias, al igual que los que ofrece en La Trastería, para que todos los niños aprendan a elaborar robots, lámparas, o animales. En el espacio donde trabaja también imparte sus clases, donde los niños del barrio, según cuenta, lo pasan en grande. "Dicen los padres que somos la alegría del barrio", relata Cabrera. Además de poder visitar la tienda para comprar, o para los talleres, estos días han organizado diversos mercadillos de artesanos, para dar salida y oportunidades a los nuevos creadores.
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