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Sus usos en materia de salud van desde el tratamiento de la espasticidad a la migraña crónica, último campo en el que su tratamiento es reembolsado por el Sistema Nacional de Salud
La conocemos como ‘botox’ y sobre todo hemos oído hablar de ella por sus usos como tratamiento de rejuvenecimiento, pero el 70 por ciento la de toxina botulínica tipo A que se utiliza en España se emplea en tratamientos de salud.
Ocho son ya las enfermedades que se benefician de sus virtudes: el espasmos hemifacial, el blefarospasmo, la distonía cervical, la parálisis cerebral, la hiperhidrosis, la espasticidad del miembro superior, la vejiga hiperactiva y la migraña crónica.
El tratamiento con toxina para esta última ha sido recientemente aceptado por el Sistema Nacional de Salud, de modo que será reembolsado: «Los neurólogos disponemos ahora de una alternativa más para tratar una enfermedad altamente incapacitante para la que hasta el momento no teníamos casi opciones: la toxina botulínica tipo A es el único tratamiento preventivo sin efectos secundarios depresores sobre el sistema nervioso central, sin efectos secundarios sistémicos, reduce de forma muy relevante la frecuencia y la severidad de las crisis, hace que el paciente tenga que consumir muchos menos analgésicos, goza de una excelente tolerabilidad y evita acudir a Urgencias para tratamiento parenteral», asegura el doctor Julio Pascual, director del Área de Neurociencias y profesor titular de Neurología del Hospital Universitario Central de Asturias (Oviedo).
En el tratamiento de la migraña crónica, una enfermedad discapacitante que afecta en nuestro país a casi 2 millones de personas (2,3-5% de la población), se ha demostrado que después de 12 meses en tratamiento con toxina botulínica tipo A, cerca del 70 por ciento de los pacientes experimentan una reducción del casi el 50 por ciento en número de días que sufren migraña. Asimismo, el uso de esta toxina reduce significativamente los días con cefalea moderada a severa y mejora la calidad de vida.
En este campo también se han producido muchos avances en los últimos años. «Ahora sabemos que es sumamente importante inyectar entre 155 y 195 unidades en un mínimo de 31 puntos de la cabeza y el cuello, con una técnica que sigue la distribución de los nervios pericraneales que dependen de las primeras raíces cervicales y sobre todo del nervio trigémino, y que sólo sabremos si el paciente es respondedor si le administramos toxina en al menos dos ocasiones», apunta el doctor Pascual.
Por sus buenos resultados y su falta de efectos secundarios, este experto prevé que este será el tratamiento de rutina para el paciente con migraña crónica que acuda a cualquier servicio de neurología.
Tratamiento de la espasticidad
La que, según el doctor Anthony B. Ward, vicepresidente de la Federación Mundial de Rehabilitación Neurológica y miembro de la Sociedad Internacional de Medicina Física y Rehabilitación, se ha convertido en el «mayor éxito terapéutico del mundo en el campo de la rehabilitación».
En España, entre 300.000 y 400.000 personas sufren espasticidad, un síntoma que aparece en diferentes enfermedades neurológicas como la esclerosis múltiple, las lesiones medulares, el ictus, los traumatismos craneoencefálicos o la parálisis cerebral.
Esta consiste básicamente en el aumento de tono de uno o varios músculos que no son capaces de relajarse y esto da lugar a posturas forzadas que provocan dolor, dificultad para realizar actividades cotidianas como caminar e incluso afecta al crecimiento de los niños.
La relajación muscular que produce la toxina botulínica facilita el movimiento y la relajación de los músculos afectados. «Sin duda ha demostrado su eficacia y por ello debe ofrecerse como tratamiento para todos los pacientes espásticos con parálisis cerebral. Además, la tendencia actual es iniciar su uso cada vez a una edad más temprana», añade la doctora Mercedes Martínez, de la Unidad de Rehabilitación Infantil del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital Universitario La Paz en Madrid.
Actualmente y en la parálisis cerebral infantil se tiende a iniciar el tratamiento con toxina botulínica muy precozmente, sobre los 2 años de edad y se utiliza para ralentizar el desarrollo de las contracturas articulares que se producen y mejorar la funcionalidad como, por ejemplo, la marcha o la puesta en pie.
«Con ella podemos retrasar las cirugías ortopédicas y el número total de operaciones con sus correspondientes riesgos», afirma la doctora.
Tras un ictus
Entre un 20 y un 30 por ciento de los pacientes que padecen un ictus desarrollarán espasticidad. «Aproximadamente en España hay entre 180.000 y 230.000 personas que ahora mismo tienen espasticidad como consecuencia de un ictus», señala la doctora Susana Moraleda, médico adjunto del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital Universitario La Paz.
El tratamiento repetido con toxina botulínica tipo A reduce el tono muscular al mes, mejora la fuerza a los tres meses y facilita las tareas básicas al mes, tres y 12 meses. Tareas básicas como mejorar la higiene, ya que tal y como explica el dcotor Ward, es difícil limpiarle la mano a una persona que la tiene semicerrada por esta espasticidad y ahí se producen infecciones palmares, por poner un ejemplo.
Este experto predice el futuro a corto plazo de la toxina botulínica tipo A de acuerdo con la práctica clínica que se realiza a diario: «La toxina se utilizará en dosis más altas para conseguir mayores resultados terapéuticos, ya que se está viendo que, además ser un fármaco muy coste-eficaz, es altamente seguro y con escasos efectos secundarios, y por ello seguramente se amplíen sus indicaciones a más enfermedades».
Toxina botulínica en la vejiga
La toxina botulínica, que se inyecta directamente en varios puntos de la vejiga, reduce significativamente o corrige completamente la incontinencia urinaria en casos rebeldes al tratamiento inicial hasta en el 75 por ciento de los casos. Además, y según afirma el doctor Manuel Esteban, jefe de Servicio de Urología del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo y coordinador nacional de Urología Funcional de la Asociación Española de Urología., «también se consigue mejorar la capacidad vesical, disminuye la presión excesiva dentro de la vejiga e incluso desaparecen las contracciones involuntarias que provocan la incontinencia», matizo el doctor.
Tanto la incontinencia urinaria y la vejiga hiperactiva afectan a más de 6,5 millones de personas —aproximadamente al 10 por cientode las mujeres entre 25 y 64 años, alrededor del 5 por ciento en hombres entre 50 y 65 años y siendo superior al 50 por ciento en personas de más de 65 años de ambos sexos—. Uno de los mayores problemas es la depresión que se deriva de esta enfermedad, ya que el 86 por ciento de estos pacientes reconoce que se siente socialmente rechazado.
El doctor Esteban asevera que el uso de toxina constituye una herramienta terapéutica mínimamente invasiva con una relación coste-efectividad muy interesante. «Los urólogos hemos adquirido mayor experiencia y destreza en la técnica de aplicación, mejorar los tiempos quirúrgicos y se pueden repetir los tratamientos sin restar efectividad, por lo que estimamos un crecimiento en el uso de la toxina en los próximos años debido a su perfil de seguridad», concluye.
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