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Reclaman que se limpien las cunetas de la carretera por la que cae el agua en tromba y se superen las trabas burocráticas para poder arreglar la zona
Mil años lleva el agua circulando desde Fuente Grande hasta el Albaicín. Hace quinientos años ya se peleaban los regantes y los que querían construir la muralla de la ciudad por disfrutar de esos litros de agua gélida y cristalina que baja con gran velocidad por la acequia. Ahora, el conflicto está en la conservación del cauce.
La propiedad de esta milenaria acequia corresponde a la comunidad de propietarios y usuarios de la Acequia de Aynadamar. Sus doscientos socios, así como Aguasvira y Emasagra, pagan una cuota anual. Sin embargo, pese a que la propiedad es de estos regantes, cualquier intervención que allí se haga necesita la autorización de la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía, al haberse declarado la acequia Bien de Interés Cultural. A principios del mes de agosto, la Fiscalía Provincial abrió diligencias de investigación penal para aclarar cómo se ha caído uno de los puentes que cruzan la acequia en Alfacar. También se ha desplazado parte del cauce y la acequia pierde ahora cientos de litros que se pierden ladera abajo.
El presidente de la comunidad de regantes, Enrique Martínez, sostiene que los daños en la acequia se deben a las copiosas lluvias, que han desplazado lenguas de tierra por la zona y han echado abajo el puente, además de desplazar parte del cauce de la acequia. Martínez señala que ellos mismos comunicaron a la Diputación y a Cultura cómo había quedado la acequia en primavera, «pero nadie vino a inspeccionarlo», sostiene. «Ellos tienen técnicos, que nos digan qué tenemos que hacer», remacha.
Dos grandes problemas
La comunidad tiene contratado durante todo el año a un acequiero, que se encarga de revisar a diario el cauce y de ir solucionando los problemas que puedan surgir. Pero se limita a retirar hierbas y matojos o a sacar lenguas de tierra que puedan caer en el cauce, pero afirma que no pueden hacer mucho más por la protección de la estructura hidráulica.
Martínez afirma que tienen dos problemas fundamentales en la conservación de la acequia. Por un lado, la carretera a Víznar tiene los arcenes sin limpiar y los aliviaderos bajo el asfalto están bloqueados, por lo que el agua y todo lo que arrastra caen directamente a la acequia, en lugar de pasar por encima de los puentecitos que diseñaron y construyeron los ziríes. Martínez apunta que esta limpieza es competencia de la Diputación, que hizo por la carretera, pero que ahora ha dejado crecer la hierba y acumularse la basura. Y por otro lado, acusa a la Delegación de Cultura de haber bloqueado los proyectos que han presentado con anterioridad para arreglar la acequia y el entorno. «Ahora mismo no podemos ni tapar una fisura entre dos ladrillos, nos exigen todo un proyecto para taponar una pequeña fuga», apunta Martínez. «Nosotros solo tenemos las cuotas que pagan los socios y no podemos invertir en un proyecto que necesita el trabajo de un aparejador y un historiador para poner un poco de cemento entre dos ladrillos».
Martínez considera una incongruencia que les exijan proyectos tan complejos cuando la intervención que hizo Cultura en la acequia hace unos años supuso colocar un vaso de hormigón y ladrillo visto en los márgenes. Martínez señala además a que al poner el vaso de hormigón no solo se redujo el cauce, por lo que tienen que tirar agua para que no haya desbordamientos, sino que impidió que se filtrara el agua por los márgenes lo que ha hecho desaparecer la frondosa flora que había. «Antes crecían los juncos y había todo un ecosistema, ahora apenas crece nada», lamentó el presidente de los regantes.
El grado de protección que le han otorgado a la acequia no solo les impide arreglar pequeñas fugas, sino que tampoco han triunfado los proyectos para señalizar la acequia y facilitar un sendero en esa zona.
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