GRANADA HOY
Las dificultades para la erección perjudican a la pareja, pero no solo en el plano sexual.
Tanto la próstata como el pene son órganos exclusivamente masculinos. A pesar de ello, su salud influye directamente en las mujeres, en concreto, en las parejas de los pacientes con las dolencias más típicas en este ámbito: la disfunción sexual masculina (antiguamente conocida como impotencia) y la hiperplasia benigna de próstata (HBP), una patología urológica muy común en la edad avanzada que, entre sus síntomas más conocidos, incluye la necesidad urgente de orinar por parte del paciente.
Así lo demuestra una encuesta llevada a cabo en ocho países y promovida por un laboratorio fabricante de fármacos para ambas patologías. Algunos de los datos pueden ser de sentido común, pero lo más llamativo de la investigación es que ese impacto va mucho más allá de la vida sexual e incluye discusiones, tensión e interrupciones del sueño.
Como explica el presidente de la Asociación Española de Andrología, Medicina Sexual y Reproductiva (ASESA), Rafael Prieto, que ha colaborado en esta investigación y atiende habitualmente a pacientes afectados por ambas enfermedades, la clave está en convencer al varón de que hable con su mujer de lo que le sucede. Aunque según la encuesta la gran mayoría (76% de hombres y 78% de mujeres) lo hace, más de un tercio tardaron más de seis meses en iniciar la a priori incómoda conversación. Para Prieto el cuestionarse cómo afectaba a las parejas este tipo de patologías era algo habitual en la consulta de los urólogos. Ahora, la encuesta da respuestas y pone cifras a aquello que los especialistas ya intuían.
"Lo primero es que el paciente hable con su pareja y sea capaz de decirle que tiene un problema. La mujer entiende que la disfunción eréctil es una enfermedad como otra cualquier pero, si no sabe que su pareja la padece, puede pensar que hay un problema de deseo, que su marido ya no la desea", explica el médico.
Así, la encuesta pone de manifiesto que el sexual es el principal problema al que se enfrentan estas parejas, ya que más del 70 % de los hombres y mujeres encuestados estuvieron de acuerdo en que la disfunción eréctil y la HBP interferían en su vida sexual. De hecho, este aspecto preocupaba más a las mujeres que a los hombres.
"No es lo único. Por ejemplo, una respuesta que nos llamó la atención es que ambas patologías influían, por ejemplo, en la falta de cenas románticas. No estamos hablando solo de sexo, sino de todo lo que lo rodea", destaca Prieto. Para este urólogo, es lógico que la mujer llegue a pensar que no le gusta a su marido o incluso a sentir que ya no tiene pareja. "Una vez que los síntomas se regulan o desaparecen, ambos recuperan la autoestima", apunta.
Además de la vida sexual, influyen en cosas tan cotidianas como salir a cenar fuera o ir de viaje. Esto es algo que no apetece mucho cuando hay que ir al baño cada diez minutos, uno de los síntomas de los afectados con HBP o cuando se mancha regularmente el calzoncillo y hay que cambiarse de ropa interior.
Así lo demuestra una encuesta llevada a cabo en ocho países y promovida por un laboratorio fabricante de fármacos para ambas patologías. Algunos de los datos pueden ser de sentido común, pero lo más llamativo de la investigación es que ese impacto va mucho más allá de la vida sexual e incluye discusiones, tensión e interrupciones del sueño.
Como explica el presidente de la Asociación Española de Andrología, Medicina Sexual y Reproductiva (ASESA), Rafael Prieto, que ha colaborado en esta investigación y atiende habitualmente a pacientes afectados por ambas enfermedades, la clave está en convencer al varón de que hable con su mujer de lo que le sucede. Aunque según la encuesta la gran mayoría (76% de hombres y 78% de mujeres) lo hace, más de un tercio tardaron más de seis meses en iniciar la a priori incómoda conversación. Para Prieto el cuestionarse cómo afectaba a las parejas este tipo de patologías era algo habitual en la consulta de los urólogos. Ahora, la encuesta da respuestas y pone cifras a aquello que los especialistas ya intuían.
"Lo primero es que el paciente hable con su pareja y sea capaz de decirle que tiene un problema. La mujer entiende que la disfunción eréctil es una enfermedad como otra cualquier pero, si no sabe que su pareja la padece, puede pensar que hay un problema de deseo, que su marido ya no la desea", explica el médico.
Así, la encuesta pone de manifiesto que el sexual es el principal problema al que se enfrentan estas parejas, ya que más del 70 % de los hombres y mujeres encuestados estuvieron de acuerdo en que la disfunción eréctil y la HBP interferían en su vida sexual. De hecho, este aspecto preocupaba más a las mujeres que a los hombres.
"No es lo único. Por ejemplo, una respuesta que nos llamó la atención es que ambas patologías influían, por ejemplo, en la falta de cenas románticas. No estamos hablando solo de sexo, sino de todo lo que lo rodea", destaca Prieto. Para este urólogo, es lógico que la mujer llegue a pensar que no le gusta a su marido o incluso a sentir que ya no tiene pareja. "Una vez que los síntomas se regulan o desaparecen, ambos recuperan la autoestima", apunta.
Además de la vida sexual, influyen en cosas tan cotidianas como salir a cenar fuera o ir de viaje. Esto es algo que no apetece mucho cuando hay que ir al baño cada diez minutos, uno de los síntomas de los afectados con HBP o cuando se mancha regularmente el calzoncillo y hay que cambiarse de ropa interior.
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