GRANADA HOY
Una marea de 30.000 personas presenciaron en Baza la primera batalla de Juan Pedernal
El primer Cascamorras de Interés Turístico Internacional aglutinó ayer en Baza a alrededor de 30.000 personas en una carrera en la que, un año más y como manda la tradición, el representante de los accitanos regresó a casa sin la imagen de la Virgen de la Piedad.
El olor a pólvora del primero de los tres cohetes que marcan el inicio del Cascamorras se mezcló, poco antes de las seis de la tarde, con el aroma de los más de 2.500 litros de pintura, negra y ecológica, que cambiaron el tono a las calles de Baza.
Esta particular guerra de pintura comienza cada año casi fuera de la ciudad, cuando el Cascamorras, la figura que representa a Juan Pedernal y que este año ha encarnado Alejandro Baena, pisa tierras bastetanas al ritmo que marca el tambor de su 'cuadrilla' y cientos de personas lo manchan para que la tradición se repita un año más.
El Cascamorras, que por primera vez tiene el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Internacional, se ha forjado como tradición desde el siglo XVI con el descubrimiento de la imagen de la virgen de la Piedad durante las obras de una iglesia.
Las obras del templo se hacían en Baza, el obrero -Juan Pedernal- era de Guadix, y así comenzó el lío. Para evitar que la cosa llegara a mayores, la justicia de antaño ordenó que un representante de Guadix fuera una vez al año a la ciudad vecina y si llegaba limpio hasta el templo, podría regresar con la imagen de la Piedad.
Y en esas andan desde entonces unos y otros, que batallan con pintura negra en Baza, y azulete y rojiza en Guadix, donde la fiesta se repetirá el próximo lunes, 9 de septiembre.
La batalla de ayer comenzó a las seis de la tarde y, aunque eso es casi lo de menos, los accitanos la perdieron en unos pocos segundos, los que tardó la muchedumbre en recibir al Cascamorras con abrazos de pintura. Desde la plaza de toros o el barrio de las Cuevas, el camino de tierra dibuja una masa negra y serpenteante que baja al centro de la ciudad, la de miles de personas con el especial brillo del aceite negro que corean "Esto sí que es un Cascamorras", "Accitano el que no vote" y el tradicional grito de la victoria: "Y no se la lleva, y no se la lleva".
La carrera ha sido este año especialmente lenta con un ritmo marcado por la cantidad de gente y las pocas ganas de acabar de los protagonistas. Más de 12.000 personas, según explicó el Ayuntamiento de Baza, recorrieron sus calles, que aglutinaron a cerca de 30.000 curiosos.
Desde las cinco de la tarde, los grupos de amigos, los padres con sus hijos a hombros, los niños que lo vivieron como suyo, salen "a pintar" el Cascamorras, a manchar al enviado de Guadix en defensa de su Piedad.
Entre la muchedumbre, gente de todas las edades dispuestos a gritar que el Cascamorras, su Cascamorras, ya es internacional. Más allá de las cifras y del estreno como internacional, la tradición se hace de sentimientos, de 'vivas' que gritan gargantas afónicas y de la mirada de sorpresa de los que nunca antes han sentido lo que era un Cascamorras. Si no se vive, no se puede contar. O casi.
El olor a pólvora del primero de los tres cohetes que marcan el inicio del Cascamorras se mezcló, poco antes de las seis de la tarde, con el aroma de los más de 2.500 litros de pintura, negra y ecológica, que cambiaron el tono a las calles de Baza.
Esta particular guerra de pintura comienza cada año casi fuera de la ciudad, cuando el Cascamorras, la figura que representa a Juan Pedernal y que este año ha encarnado Alejandro Baena, pisa tierras bastetanas al ritmo que marca el tambor de su 'cuadrilla' y cientos de personas lo manchan para que la tradición se repita un año más.
El Cascamorras, que por primera vez tiene el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Internacional, se ha forjado como tradición desde el siglo XVI con el descubrimiento de la imagen de la virgen de la Piedad durante las obras de una iglesia.
Las obras del templo se hacían en Baza, el obrero -Juan Pedernal- era de Guadix, y así comenzó el lío. Para evitar que la cosa llegara a mayores, la justicia de antaño ordenó que un representante de Guadix fuera una vez al año a la ciudad vecina y si llegaba limpio hasta el templo, podría regresar con la imagen de la Piedad.
Y en esas andan desde entonces unos y otros, que batallan con pintura negra en Baza, y azulete y rojiza en Guadix, donde la fiesta se repetirá el próximo lunes, 9 de septiembre.
La batalla de ayer comenzó a las seis de la tarde y, aunque eso es casi lo de menos, los accitanos la perdieron en unos pocos segundos, los que tardó la muchedumbre en recibir al Cascamorras con abrazos de pintura. Desde la plaza de toros o el barrio de las Cuevas, el camino de tierra dibuja una masa negra y serpenteante que baja al centro de la ciudad, la de miles de personas con el especial brillo del aceite negro que corean "Esto sí que es un Cascamorras", "Accitano el que no vote" y el tradicional grito de la victoria: "Y no se la lleva, y no se la lleva".
La carrera ha sido este año especialmente lenta con un ritmo marcado por la cantidad de gente y las pocas ganas de acabar de los protagonistas. Más de 12.000 personas, según explicó el Ayuntamiento de Baza, recorrieron sus calles, que aglutinaron a cerca de 30.000 curiosos.
Desde las cinco de la tarde, los grupos de amigos, los padres con sus hijos a hombros, los niños que lo vivieron como suyo, salen "a pintar" el Cascamorras, a manchar al enviado de Guadix en defensa de su Piedad.
Entre la muchedumbre, gente de todas las edades dispuestos a gritar que el Cascamorras, su Cascamorras, ya es internacional. Más allá de las cifras y del estreno como internacional, la tradición se hace de sentimientos, de 'vivas' que gritan gargantas afónicas y de la mirada de sorpresa de los que nunca antes han sentido lo que era un Cascamorras. Si no se vive, no se puede contar. O casi.
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