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La capital española se vistió de corto y celebró, durante toda la jornada del sábado, la fiesta del fútbol en la que merengues y colchoneros defendieron orgullosos sus colores
25.05.14 - 00:33 -
Lisboa se convirtió este sábado en epicentro del mayor espectáculo futbolístico a nivel europeo, y por qué no mundial, de la temporada: la esperada final de la Liga de Campeones. El estadio Da Luz reunió a los aficionados de Real Madrid y Atlético en un escenario de Champions único, nunca antes visto en la historia de la competición. La capital española no quiso ser menos y desde primera hora de la tarde, incluso durante la mañana, el ambiente en Madrid y, sobre todo alrededor de ambos estadios, habilitados para acoger a aquellos aficionados que no pudieron viajar a Portugal, estuvo a la altura de las circunstancias.
La ‘décima’ llegó y el madridismo congregado en el estadio Santiago Bernabéu y alrededores estalló como desde hace 12 años, cuando se llevó la ‘novena’, no hacía. No obstante, la fiesta del fútbol llevaba horas en ebullición. Los estadios de los dos clubes esperaban a sus aficionados y éstos no faltaron a la cita. Ataviados con sus respectivos uniformes, bufandas y víveres y acompañados siempre de cánticos para animar a su equipo, rojiblancos y merengues acudieron a la llamada de sus equipos.
Estadios repletos de ilusión
El Vicente Calderón recibía a sus seguidores con el lema “Juega cada partido como si fuera el último”, inscrito en una enorme pancarta que rodeaba uno de los laterales del estadio. Los que pudieron acceder a él, miles de aficionados que abarrotaron las gradas de su templo rojiblanco, gozaron del espectáculo que se vivió en Lisboa a través de un cubo gigante, situado en el círculo central del terreno de juego, con cuatro pantallas, cada una de ellas orientada a una parte el estadio.
Llamaba la atención el despliegue tecnológico dentro del Calderón, pero en el aspecto humano había algo que destacaba aún más. Salpicados por la grada, en determinados puntos de la marea rojiblanca, sobresalían seguidores ataviados con impresionantes ‘tocados’ de plumas, a cual más grande, representativos de la ‘raza’ de su equipo, los indios. Cada trozo de piel servía de lienzo para lucir con orgullos sus colores. Tampoco faltaron las bufandas y banderas gigantes ondeando al ritmo imparable de los cánticos. Sin embargo, el aliento de la afición fue decayendo, poco a poco, según transcurría el partido mientras los atléticos veían cómo el Real Madrid remontaba.
Todo lo contrario de lo que ocurriría en el Santiago Bernabéu, en el que los ánimos fueron de menos a más. El club blanco no quiso ser menos y utilizó la misma técnica del cubo de pantallas gigantes en el centro del campo para disfrutar del partido. Al incesante “¡Real Madrid, Real Madrid!” que se oía en el interior, se unían los cánticos del exterior, que se acordaban de sus rivales y de la diosa Cibeles, a la que deseaban, ansiosos, visitar desde hace ya mucho tiempo. “Indio el que no bote!" o "¡Esta noche nos vamos a Cibeles!” coreaba la afición. Unos, fieles al sentimiento vikingo, cubrieron sus cabezas con gorros de este estilo, otros se decantaron por pintarse hasta el último tramo de piel visible, pero el denominador común en todos ellos era el color blanco. La marea merengue, dentro y fuera del estadio, sufrió, pero ese sufrimiento mereció la pena. Tras la victoria del cubo de pantallas salió una gran Copa de Europa, que representaba la tan ansiada 'décima'. Así pues, Cibeles, vallada al igual que Neptuno desde la madrugada del viernes al sábado, se reencuentra con su afición y con sus jugadores, quienes llevarán a cabo la celebración oficial con su diosa este domingo a partir de las 20.00 horas, aunque harán un primer festejo, si llegan antes de las 4.30 horas, junto a su afición, ya congregada en la famosa plaza madrileña
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