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Esteban Martín lleva más de 15 años creando el espectáculo pirotécnico más famoso del verano de Almuñécar
Sus veranos siempre fueron de pólvora. Hace ya tantos años que ni se acuerda, su padre Esteban Martín López ya navegaba en barquitas que iban dejando una estela de surtidores de fuego mágico, allá por las playas de Almuñécar. Ahora, a las puertas del día más grandioso de la Costa Tropical, el 15 de agosto, a Esteban Martín hijo se le mezcla en el recuerdo el olor a pólvora con el sabor de la ensalada fresquita de tomate que tanto le gustaba cuando crío.
«Estos días son extraños, es un trabajo titánico, de equipo... una enorme responsabilidad», reconoce Esteban. Se refiere, claro, al espectáculo piromusical que desde mediados de los 90 del pasado siglo acompaña a la Patrona de Almuñécar, la Virgen de la Antigua. Un derroche de fuego y fantasía sin igual en toda España y que pasa por ser el más importante y grandioso de Andalucía. «Hay gente que alquila una habitación de hotel durante un par de días solo por venir a ver los fuegos», confiesa el pirotécnico motrileño. Y es cierto, el colapso que sufre ese día la ciudad de Almuñécar no es superado ni por Granada capital en horas punta; la gente se posiciona en toda la franja litoral, cerros, azoteas, allá donde se observe diáfano el horizonte milenario de la bella Sexi.
«Me conozco estos tres peñones como si fueran mi casa», relata Esteban. Sueña con ellos, los imagina encendidos, convertidos en un volcán multicolor o en cascadas de fantasía irreal. De ahí al altozano del Castillo de San Miguel o la Playa Puerta del Mar. La gente llega a un punto que ni exclama, está sobrecogida.
«Realmente llega un punto en que lo económico, con ser importante, pasa a un segundo plano y el aplauso del público te llena como lo que más», cuenta Martín. De hecho, el ayuntamiento sexitano se vuelca y no escatima en nada y mucho menos en infraestructura y medidas de seguridad, teniendo en cuenta que hay momentos en los que el pueblo entero parece sumergido en un incendio de dimensiones apocalípticas.
Pero él se empeña en no llevarse el galardón del reconocimiento en exclusiva. Allá donde vaya, ha sido distinguido con premios de rango internacional, pero para él el trabajo es de un equipo de personas que nada más que en Almuñécar se lleva tres días ininterrumpidos de trabajo que se consumen en apenas veinte minutos de fuego visible desde toda la costa de Granada y buena parte de la de Málaga. «El marco de Almuñécar es excepcional y si alguien me pregunta si habrá sorpresas diré que sí, por supuesto», anuncia Esteban Martín.
Carcasas de farfallas, carcasas de aros de sauce con centro azul, caras de gato... los peñones a derroche de material y con estallidos de palmeras de kamuro. Un largo etcétera de «'oohhhh'», en definitiva. La música se ha cuidado al detalle y se sucederá casi sin descanso y con apenas cinco segundos entre una y otra pieza: 'Avatar', 'Lo imposible', músicas que parecen hechas para explotar en cohetazos... «los habrá también, pues este año rematarán algunas carcasas de tan gran calibre que dejarán a la gente con la boca abierta», anuncia. Y todo esto por no hablar del final, al que habrá que estar muy atentos.
Cada vez que un arrebato -cierre apoteósico de cada pieza musical- ilumina el espacio aéreo de Almuñécar, puede darse cuenta de hasta qué punto la gente ocupa hasta el último centímetro cuadrado de playas, paseos y balcones. Es la exaltación de la luz y Esteban se ha revelado como el mejor coreógrafo de este impresionante ballet de luces y estrellas. Manda la fantasía y él sueña con deberse a un público agradecido, a una ciudad que siempre lo tuvo como hijo adoptivo. «Siempre me han tratado tan bien que sólo tengo palabras de gratitud», reconoce el gerente de la empresa que lleva su nombre, una empresa que atesora experiencia, sudor, trabajo y también dolor. Todo ello secuenciado en más de un siglo de momentos brillantes que se superponen ya en la memoria de quien representa la tercera generación.
Por eso, cuando el eco se lleve hasta el profundo y negro horizonte -más allá del peñón del Santo- el rugir de los truenos que cierren el espectáculo piro-musical, Esteban respirará hondo pues durante ese tiempo cien, ciento cincuenta, doscientas mil personas han hecho lo mismo al mismo tiempo: soñar.
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