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Cree que en Marruecos han surgido nuevas oportunidades, pero prefiere la Costa granadina
14.08.13 - 00:01 -
Parece un caleño más con su pronunciado acento costero y su pasión por esta tierra a la que llegó hace ya once años. Nacido en Rabat, la capital del Reino de Marruecos, Younes Laaraj vino a Calahonda con 21 años cuando su hermano, a instancias de su madre, le consiguió un contrato en el restaurante El Ancla. Tras pasar por varios trabajos Younes Laaraj se encarga ahora de atender a los clientes que se acercan al Nuevo Chiringuito Calahonda, lugar emblemático donde los haya en una de las playas más luminosas y de aguas más cristalinas de la Costa Tropical. Dice que ni se había planteado irse de su tierra, que fue su madre la que lo empujó, ya que quería una vida mejor para él. Hoy cree que la idea fue acertada y no tiene más que palabras de orgullo para su progenitora, una mujer «muy activa, trabajadora y luchadora», que sacó sola a toda la familia tras la muerte prematura de su esposo. Ella disfrutaba trabajando de enfermera en las urgencias del hospital mientras cuidaba de que sus hijos se labraran un buen futuro aunque fuera lejos de sus raíces.
Agradecidos por todo su esfuerzo y entrega, antes de que le llegara el momento de la jubilación entre él y sus hermanos la animaron a que dejara de trabajar y descansara. A pesar de la distancia son una familia unida, ya que algunos de sus hermanos viven en Motril y su madre viaja con frecuencia a la costa granadina para estar juntos.
Younes rememora las veces que llegaba del colegio quejándose porque quería tener ropas bonitas como las de sus compañeros y no olvida la respuesta sensata de su madre, que insistía en que lo verdaderamente importante era estar aseados. «Si yo pudiera os vestiría a todos de oro, pero lo que importa es estar limpio», le repetía.
Dice sentirse como en casa porque la Costa es muy parecida a Marruecos. Incluso antes de venir trabajó de camarero en la Universidad de Ciencias de Rabat y en Kaa-Sras, una pequeña localidad similar a Calahonda. Y recuerda que estuvo varios días confundido porque no sabía si estaba aquí o allá. Ahora piensa que no podría vivir en otro lugar mejor que en Andalucía, con sus costumbres y nombres de reminiscencias moriscas que le recuerdan tanto a su país. «Me siento muy identificado con esta tierra y con la gente», a quienes considera su familia y «cuando me voy los echo mucho de menos», mantiene.
Padre de Malak, una niña de cuatro meses, ahora vive en Motril con su esposa Fouzia, también marroquí. Explica que le gustaría que llegara un niño para tener la parejita, «pero no más porque los tiempos están muy difíciles», aclara. Cuando terminó la enseñanza Secundaria dejó los estudios, algo de lo que ahora se arrepiente, por lo que tiene la esperanza de que su hija se labre un buen futuro y se sentiría «muy orgulloso» de que estudiara y se formara. «Haré todo lo que esté en mi mano para que sea una realidad», confiesa.
Optimista ante la crisis
Se muestra preocupado por la crisis y espera que pronto se acabe, ya que sabe lo difícil que es el sacar adelante a una familia y lo necesario que es tener un trabajo, no solo por estar ocupado, sino porque «para un hombre lo importante es que los suyos estén atendidos». Por eso le encanta ver a los camareros ocupados en la faena y los bares y restaurantes llenos de gente consumiendo y disfrutando. Una prueba de que la economía se mueve y de que retornan los tiempos a la normalidad. Le ponen de mal humor las malas noticias y prefiere incluso apagar la tele cuando se ven imágenes de la oficina de empleo o de personas con problemas de desahucios y con falta de dinero. Prefiere ver los bares llenos de gente y a la gente ocupada porque cuando hay trabajo hay alegría «y es bueno para todos».
Pero es optimista y está convencido de que lo peor ya ha pasado y de que pronto mejorará la economía. Aunque siempre ha tenido trabajo, reconoce que es muy duro cuando se pierde. Por eso insiste en que hay que lanzarse a la calle y no volver a casa hasta no tener algo que le haga a uno sentirse útil y ganar dinero para vivir. Él ha pasado sin problemas de trabajar de camarero a seleccionar la fruta y las verduras en los almacenes de la Costa.
No está muy de acuerdo con la actitud de los políticos, porque considera que «todos los que están en el poder hacen lo mismo, manejan el dinero y no piensan en los demás». Manifiesta, sin embargo, estar satisfecho con la labor que lleva a cabo el rey de Marruecos Mohamed VI, que ha logrado -a su juicio- contentar al pueblo dándole lo que quería y así ha evitado los enfrentamientos y los problemas que han sufrido otros países del entorno como Siria, Egipto o Libia. Considera que el rey se preocupa por la gente y ha trabajado para mejorar la vida de los mayores. Asegura que las cosas van mejor en su país y que cada vez hay menos diferencias entre ricos y pobres, con una clase media emergente que disfruta de nuevas oportunidades laborales. Explica que muchos empresarios españoles están construyendo allí y que se están levantando muchas viviendas de protección oficial. Dice que en Marruecos no hay crisis, aunque tampoco ha habido un nivel de vida tan alto como en España.
Lo que más le gusta de Andalucía es la gente: sencilla y agradable, «gente buena, que te respeta». También valora el clima, muy parecido al de su Marruecos natal. Aunque ha viajado por el norte de Europa, donde tiene familia y donde incluso le han ofrecido trabajo prefiere esta tierra, por lo que ha optado por darse la vuelta y ganarse la vida en la Costa, en la que fuera la histórica y espléndida Al-Andalus.
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