IDEAL ALMERIA
El segundo sábado de Feria es el día que precede al paseo de la Virgen y a la mayor de las resacas
Solo bastaba un paseo por el centro ayer a mediodía para saber que era el último día de la Feria de Almería 2013. El olor a quemado de los últimos cartuchos se notaba en cada plaza y calle amenizada por esos ambigús de madera de microclimas, cervezas en plástico y música a toda pastilla. Cierto regusto a despedida.
A pesar de que un año pasa volando, los almerienses y visitantes que se dejaron ver por la zona de marcha ubicada en el corazón de la vida de la capital, no quisieron dejar escapar la oportunidad de disfrutar un día más del último mediodía hasta dentro de 365 días.
El final de unos fastos en honor a la Virgen del Mar, que, por cierto, se dejará ver hoy por las calles sin importarle lo más mínimo que es el conocido como 'Día de la resaca'. En eso no pensaba nadie ayer. Como es habitual, las calles del centro hervían, no solo por el sofocante y bochornoso calor que hacía, sino por la energía que desprendían unos cuerpos deseosos de que la fiesta no llegase a su fin.
Así, por según qué zonas era muy difícil transitar. Los ambigús del Paseo de Almería, por ejemplo, presentaban un paisaje similar al del viernes pasado. Mucha gente que, se arremolinaba en torno a las casetas de madera que estaban desbordadas tratando de aprovechar también ellos el último día grande para sacar beneficios. «¡Yo no quiero agua, yo quiero bebida!», sonaba mientras Justo trataba de vender los seis cupones que le quedaba ante una muchedumbre que no le hacía mucho caso. «Acabo de llegar, pero no se vende mucho», decía a la vez que enseñaba la media docena de boletos a dos chicas con una flor de pega en el pelo. Como tantas otras, que enseñoreaban su estampa por la Feria del Mediodía como sacadas de un cuadro de Julio Romero de Torres.
Normal, era el segundo sábado, es decir, el último. Y por ello el ambiente era especial. Una mezcla entre resaca, la mayoría arrastraba la noche del viernes, y chupinazo final, que convertía la jornada en única. El almeriense -o el visitante-, pocas veces durante el año puede disfrutar así del centro de su ciudad, por lo que la entrega era infinita en todos y cada uno de los puntos donde se ubicaba un ambigú.
Pilas interminables de platos y vasos ya vacíos, vendedores ambulantes haciendo su agosto -nunca mejor dicho-, grupos celebrando el próximo 'bodorrio' de uno de los suyos, peñas luciendo orgullosas sus camisetas confeccionadas para la ocasión aunque ya estuviesen semi destrozadas por la paliza de estos días.
Un día, el de ayer, en el que la Plaza San Pedro dibujaba, otra vez, una de las mejores estampas de la Feria de Mediodía. Sin saber si es motivo de su particular fisionomía arquitectónica o de las gentes que por allí pasaban, este punto de encuentro fue quizás el centro neurálgico del fin de fiesta. No quedaba mesa ni silla libre, no importaba, el centro de la plaza era la improvisada pista de baile y allí todo el mundo mostraba los mejores pasos de su repertorio.
«Apunta, somos Juana, Manoli, Paqui, Loli e Isabelita», enumeraba una entusiasta mujer de pelo rubio y gafas de sol grandes, como la Esteban, que no paraba de reír. Al igual que Rocío, que ya que se casaba, este fin de semana se había convertido en la protagonista de su pandilla. La llevaban en volandas a todas partes y ella encantada. También lo estaba Luis, un conductor que miraba impávido el pasar de la chavalería mientras comentaba la jugada con su compañero taxista. «Este año ha sido mejor que el anterior, aunque eso tampoco era muy difícil», indicaba.
Al acabar el día todo fue recogido con diligencia. La fiesta, al menos la Feria, había acabado. Ya solo queda la Virgen del Mar y poco del mes de agosto, lo que anuncia el comienzo del curso y la vuelta a la normalidad. Tendrán que pasar más de 300 mediodias para que se vuelvan a ver las mismas instantáneas que, al menos, tardarán en borrarse de las retinas.
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